Hemos llegado al final de esta serie, Trabajar viajando, y no me podía ir despedir sin contarte qué he sacado yo en claro de toda esta investigación que me valga para aplicar a la vida que quiero llevar.
Durante estos meses, en cada episodio he intentado no juzgar el tema concreto que estaba tratando y ser lo más imparcial posible con las personas con las que conversaba, para que la exploración fuera más profunda y lo más transparente posible, aunque ya sabes que la objetividad total no existe.
Pero como ya avisé en la presentación de Wanderlust, yo misma tengo una conexión especial con el nomadismo digital, entonces todo este estudio es algo muy personal para mí, ya que, a fin de cuentas, estoy intentando separar la paja del trigo y decidir si ser nómada digital es lo que quiero para mi vida, al menos por ahora. En definitiva, qué quiero hacer con mi vida a partir de lo que he ido descubriendo.
Así que, en este episodio que cierra la serie Trabajar viajando y con el que me despido hasta principios del año que viene, me voy a dar el gusto de hacer un dibujo de cómo querría que fuera mi vida a partir de ahora, con los trazos que me aportan las conclusiones que he sacado de todo lo que he estudiado.
Como te puedes imaginar, es muy difícil combinar todo esto, porque un análisis de aspectos digamos “fríos” como son las implicaciones económicas, los derechos laborales o el acceso a la vivienda, casa mal con un estudio personal y emocional de si es esto realmente lo que quiero para mi vida, y cómo querría aplicarlo a mi manera.
Por ello, he decidido que voy a ir explicándote mi plan de lo que quiero para mi vida a partir de ahora, y paralelamente iré desgranando mis conclusiones sobre todos los aspectos que he explorado, y lo que me ha ido contando la gente con la que he hablado de estos temas.
Estos casi tres meses de investigación me han dejado un panorama un poco más claro sobre lo que es ser un nómada digital, aunque la experiencia personal es la manera más directa y sincera de conocerlo desde dentro…
Durante casi cinco años, he trabajado a medio camino entre remoto y freelance para una web británica y para varios clientes más: en comunicación para una productora de animación 3D, como locutora para vídeos de YouTube, como presentadora para televisión, preparando un informe sobre el impacto del Brexit junto a un equipo de una fundación… y he podido trabajar desde muchas partes del mundo: un Airbnb en Budapest, la casa de una amiga en Bogotá, una cabaña en medio del bosque en Montreal, un piso en Nueva York, la habitación de mi hermana en Parma…
He de admitir que, cuando comencé a publicar el podcast y por la información que tenía, yo misma me sentía una versión de una nómada digital por el simple hecho de trabajar por internet y de poder hacerlo mientras viajo – o más bien de tener que hacerlo a pesar de viajar.
No soy nómada – pero viajar me permite vivir en otros lugares
Pero al término de esta serie, creo que me equivoqué y que mi estilo de vida no es el de un nómada digital, porque ser un nómada digital implica literalmente vivir en movimiento, aunque tengas un sitio fijo al que llamas hogar y al que vuelves cada cierto tiempo. Y yo vivo en mi casita y en mi ciudad de forma permanente, y de vez en cuando, viajo. Y menos de lo que me gustaría, eso sí.
creo que me equivoqué y que mi estilo de vida no es el de un nómada digital
Uno de los primeros aspectos que quise incorporar a mi propia vida fue el viaje largo y lento que practica Audrey Lise, aunque quizá cambiaría su bici por el tren, para poder transportar mi portátil y así seguir trabajando desde donde quiera… me gustaría alternar estancias en Madrid con viajes de uno o varios meses en los que no pasara mucho tiempo transportándome entre muchos sitios, sino que me dieran la oportunidad de conocer bien los lugares a los que viajo, de vivir un poco como alguien de allí, de conocer a sus habitantes… siempre he dicho que, más que viajar, me gusta vivir en otros lugares. Y este podcast me ha descubierto a qué me refería exactamente con esto que yo misma decía.
Tener un sitio al que llames «hogar»
También es verdad que, aunque quisiera hacer más viajes largos y lentos y trataré de que este sea mi plan para los próximos meses, no dejaría el comfort y el calorcito emocional que te da tener tu hogar, en el que tienes cosas a las que has cogido cariño (muchas compradas en viajes y no como un souvenir, sino como objeto con alma que quiero tener cerca de mí) y te rodeas de personas a las que también tienes cariño, por la supuesta “sensación de libertad” que te da el no tener casa que pagar, con sus facturas y otras desventajas. En mi opinión, es muy duro no tener ningún nido en absoluto al que volver de vez en cuando y al que llamar “casa”. Incluso las aves migratorias lo tienen y es muy reconfortante. Especialmente si has tenido alguna mala experiencia, estás enferma, o te sientes agotada física y emocionalmente…
es muy duro no tener ningún nido en absoluto al que volver de vez en cuando y al que llamar “casa”
Soledad y aislamiento
Este último aspecto, el emocional, me parece especialmente duro en el nomadismo digital en su versión más pura… es cierto que existe una comunidad de nómadas digitales viajando por el mundo, que coinciden en puntos como Chiang Mai en Tailandia, que se escriben por redes sociales, se ven la cara por videollamada y se encuentran físicamente en reuniones y eventos, pero el día a día de un nómada digital es especialmente solitario. Si el mío, que vivo con mi pareja y veo a mis amigos y mi familia todas las semanas, y a pesar de que me guste mucho tener mi espacio y mi tiempo a solas, se me hace a veces cuesta arriba por la soledad y el aislamiento, imagínate el de un nómada digital que viva casi cada día en un lugar distinto en el extranjero.
Lo he leído en muchos blogs, lo he hablado con mucha gente que vive de esta forma, y la verdad que es un aspecto al que muchas personas no acaban de adaptarse y terminan por volver a un esquema de vida “convencional”, aún a costa de perder esa libertad que da el viajar ligero por todo el mundo, llevando a cuestas solo un trabajo por Internet.
Desprotección laboral
Por otro lado, el tema “virtual” me ha parecido a la vez liberador y propenso a la desprotección como trabajador, aunque hay que decir que es algo a lo que tendemos cada vez más, como vimos con el economista Santiago Niño-Becerra. La crisis, el nuevo modelo económico que se empieza a dibujar y la transformación digital ampliarán la brecha social entre los mejores, los más preparados y competitivos, y los que se quedan atrás, los que tienen peor preparación y capacidad de adaptarse y competir en este nuevo escenario.
Además, como vimos con la sindicalista Paula Ruiz Torres, las mujeres estamos sufriendo la discriminación de base que supone el soportar la mayor carga de la maternidad, y son las trabajadoras las que más se acogen a reducciones de jornada, trabajos a tiempo parcial y teletrabajo, para poder cuidar de sus hijos en parte, y por otro lado, porque la sociedad espera eso de ti y porque solemos ser nosotras las que menos cobramos en la pareja y las que peores perspectivas de empleo tenemos después de ser madres.
Yo no quiero caer en eso. Y ninguna de las mujeres que conozco quiere. Todas queremos desarrollar nuestra carrera, para la que nos hemos preparado duramente y que nos gusta, y queremos tener una independencia económica que nos permita ser libres. En este sentido, hay que seguir luchando para equiparar el trato y las oportunidades de mujeres y hombres, y la flexibilidad en el trabajo no puede ser una trampa para que las mujeres queden relegadas una vez más a la casa y los hijos.
Esta flexibilidad y libertad que como vimos con Niño-Becerra, nos hará cada vez más trabajar por proyecto, bajo demanda, en vez de con un trabajo fijo y seguro, no puede ser un coladero para la desprotección laboral, para la pérdida de derechos, y para pasar por flexibilidad y libertad lo que en realidad sería trabajar en todo momento y ser controlados por quien te emplea, aunque lo hagas desde donde quieras.
Y tener un negocio online, por lo que he estado estudiando, te da una independencia y libertad relativas, porque los clientes o usuarios de tu web pasan a dictar en gran medida lo que deberías hacer o dejar de hacer, y porque un negocio propio te esclaviza al propio negocio. Aunque no tengas local y empleados a los que pagar, la mayor parte de tu tiempo y tus pensamientos estarán dedicados al negocio y a cómo mejorarlo. Y también, porque cambios en regulaciones fiscales o crisis económicas te pueden dejar en la calle con la misma facilidad y aún más desprotegida…
Siempre podrías constituir tu empresa en el extranjero y poner tu dinero a salvo en paraísos fiscales como aconsejan Andrew Henderson de Nomad Capitalist o Adrián Pérez de Librestado.com, pero recordemos que eso te obligaría a viajar a perpetuidad, a no detenerte en el mismo país más de seis meses al año… y además, yo creo en la solidaridad a través de la redistribución de lo que se recauda con los impuestos. No estoy de acuerdo con estas teorías libertarias, aunque exija que ese dinero se reparta de forma justa y en aquello que se necesita, y regulaciones e impuestos que favorezcan a las personas y que estas puedan vivir bien de su trabajo y trabajar en lo que les guste.
Como autónoma, pago un montón de impuestos cada mes y cada tres meses ANTES de ver un duro de ingresos, sólo basado en las facturas que emito y aunque no me las paguen o lo hagan tarde… este es un sistema que hay que reformar, no puede ser que se pague en base a estimaciones y no a ingresos reales, y que en el momento que te quedes en el paro te quede una basura de seguro por desempleo, y que tu pensión en un futuro lejano, si es que llegas a olerla, vaya a ser otra porquería. Pero como vimos con Adrián Pérez o con Santiago Niño-Becerra, de esto de las pensiones nos podemos ir olvidando… tal y como están estructuradas, sí que parecen una estafa piramidal de la que no disfrutarán los últimos que lleguen, aunque estén obligados a contribuir a ellas.
Por todo esto, creo que ser autónoma no es la mejor forma de ser más libre e independiente. Si soy autónoma es porque las circunstancias me han obligado a ello, pero actualmente creo que es mejor acceder a un contrato de trabajo a tiempo completo, en el que una buena parte de esa jornada se lleve a cabo de forma flexible y permitiendo no estar presente en una oficina, y el poder tener tiempo para viajar con calma.
Sé que esto supone una vuelta a la rueda del hámster, pero para mí lo ideal sería bajar el tempo de esa rueda, vivir sin llegar con la lengua fuera a todos lados y sobre todo al fin de semana y a las vacaciones de agosto que tanta pereza me dan. Encontrar un encaje que te permita trabajar por objetivos y sí, por qué no, por proyectos, y alternarlo con largos viajes de contemplación e implicación en los sitios a los que viajas.
En muchos blogs he leído sobre la descarnada realidad que supone el que muchos de estos nómadas digitales, más que viajar, se desplazan de un coworking en una calle de Bangkok a un Airbnb en Playa del Carmen y de ahí al piso de un amigo en Londres, por ejemplo. Es decir, que su ocupación y preocupación principales en esta vida nómada es trabajar y procurarse los ingresos para seguir viajando. Y esto dista mucho de ser un viaje. Parece más una nueva vuelta de tuerca a la dura realidad de que, en este mundo hiperconectado y cada vez más competitivo, cada vez tenemos menos tiempo libre de verdad, y cada vez jornadas más largas y maratonianas. Y este modo de trabajar se traslada a la globalización y la mejora de los transportes y las telecomunicaciones en todo el mundo mediante este nomadismo digital. Al menos no me equivoqué en el título de la serie, Trabajar viajando.
¿Neorrural?
Sí, tristemente yo me he encontrado a veces a mí misma con la ansiedad de llegar a una ciudad increíble y perderme esas mágicas primeras horas porque tenía que hacer una entrega importante, o con el estrés de no encontrar conexión y tener que salir a la calle donde fuera a buscar wifi, o que simplemente se fuera la luz y te tuvieras que ir del lugar. Y eso no es viajar. Quiero viajar sin agobios, sin tener que trabajar mientras lo hago, o sin tener que hacerlo con un deadline ajustado o concreto.
Y quiero hacerlo de la manera más respetuosa posible con el medio ambiente y con las gentes que viven en los lugares a donde viajo. Quiero reducir mi huella ecológica y mi nivel de estrés, y respirar aire limpio todas las mañanas y disfrutar del silencio y del paisaje amplio y verde.
Para ello, ¿tendré que hacerme neorrural? Como vimos en ese episodio, trabajar a distancia a través de internet es la mejor forma de pasar de ser una urbanita empedernida a vivir en el campo, o sea a convertirte en neorrural. Yo, que crecí en un pueblo de la sierra de Madrid y conozco esa vida, no sé cómo podría combinar esa necesidad de estar en contacto con la naturaleza, con lo que a mí me gusta ir al cine en versión original, llamar a una amiga un martes por la tarde para tomarme un café, ir a clases de una danza extraña que sé que no encontraré en un pueblo los jueves, o salir a una sesión de cumbia electrónica, a cenar ramen o a un concierto de un buen grupo internacional en cualquier momento.
Y sin embargo, creo que el cuerpo me está pidiendo eso, al menos como experimento de mi propia vida y a poder ser, bien comunicados con la ciudad y con el aeropuerto. Sí, lo que oyes. Un huerto, un perro y unas placas solares en el tejado. Como loca, ¿no? Déjame pensar que puede salir bien, y ya iremos viendo todo lo demás. Quizá, como Audrey Lise, encuentre un pueblo de esos de la España vaciada al que han ido a vivir algunos neorrurales que hagan cosas interesantes, y podremos montar clases de yoga, cinefórum, un bar animado y esas cosas que me hagan no echar tanto de menos la ciudad. No estaría mal, ¿no?
Este podcast es un gran paso hacia la vida que quiero
A mí me hace feliz el simple hecho de hacer estos podcast. ¿Cuánta gente me escucha? Ni lo sé ni me importa. Quizá me convendría fijarme más en esos numeritos y sumar los de todas las plataformas, quizá si le quiero sacar pasta a todo esto, meter publi y eso. Quizá lo haga. Pero de momento, yo me lo paso genial haciendo mis investigaciones sobre lo que me apetece, entrevistando a gente que me cuenta cosas interesantes, y luego escribiendo todo esto y locutándolo, eso es así y no va a cambiar.
A mí me hace feliz el simple hecho de hacer estos podcast.
Aunque sí que publicaré cada dos semanas, que no sabéis el curro que es producción, guión, locución, edición y promoción cada semana y lo que cuesta a veces conseguir una entrevista o ponerte de acuerdo con alguien para hacerla. Seguiré haciéndolo y si logro dedicarme a ello en un futuro próximo, bienvenido sea. Pero lo más importante es que te guste lo que haces, porque ahí es cuando lo haces realmente bien. Cuando se nota la pasión que le pones, y quien te escucha, en este caso, disfruta contigo y pasa un buen rato escuchando tu podcast por lo que sea: porque le ha parecido un tema interesante, porque se siente identificado o encuentra la forma de aplicarlo a su propia vida… llámalo X.
Pero desde luego, hacer Wanderlust es un gran paso hacia la vida que quiero. Las nuevas tecnologías y el auge de los podcast me han permitido volver a hacer radio a mi manera, y el que mi trabajo me permita poder hacerlo un martes a media mañana es algo impagable.
Así que ahí queda mi reflexión al término de esta serie Trabajar viajando. Espero que te haya hecho pensar a ti también sobre tu propia vida, o al menos, que te haya parecido interesante y hayas pasado un buen rato, que es de lo que se trata.
Nos vemos a la vuelta de las Navidades con la nueva serie de Wanderlust, que he llamado Alimentos con futuro. Hablaremos de cómo alimentar a una población mundial en crecimiento exponencial, de cómo hacerlo a pesar de los estragos de la amenaza climática y de forma sostenible, de las dietas que cuidan del medio ambiente. También del aumento de alergias e intolerancias alimenticias, de cómo alimentarte de manera más sana y consciente, y de los más afectados por el calentamiento global en su alimentación y su manera de ganarse la vida. ¿Te interesa?
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