La búsqueda de LA DIOSA: espiritualidad en la Naturaleza, animismo y matriarcado

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¿Por qué todas las grandes religiones están regidas por un Dios masculino… o por hombres? ¿Cuándo y por qué se instituyó que las mujeres no podían ser sacerdotisas y, si había diosas… serían diosas menores, sometidas a dioses varones? ¿Por qué las religiones monoteístas androcéntricas buscaron suprimir a las religiones animistas indígenas y a los cultos paganos que promovían una simbiosis con la Naturaleza? ¿Existió un culto primigenio que adoraba a la Diosa Madre por encima de todas las cosas?

En el anterior episodio hablamos de la deriva religiosa actual, de la instrumentalización de los símbolos cristianos y el resurgimiento de los extremismos religiosos para encubrir una reacción violenta misógina ante el feminismo y el progresismo. 

Hoy, hablaremos de la búsqueda de LA DIOSA. Hablaremos de los orígenes y la historia de este culto femenino a la vida por medio de la fertilidad, de los matriarcados en la historia y la actualidad y los hombres y mujeres que los han estudiado, y de las religiones que ven lo espiritual y lo sagrado no solamente en los seres humanos y conceptos abstractos, sino también en una montaña, un río, un árbol, en los seres no humanos

Pero antes, ¡deja que me presente! Hola, soy Paula Martín, periodista y antropóloga, y te doy la bienvenida a “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”, el podcast en el que buscamos desentrañar las corrientes profundas que nos han traído hasta el Antropoceno… y en esta temporada MÍSTICA, nos fijamos en las creencias, en la espiritualidad, y en lo que todo esto tiene que ver con la crisis climática que estamos viviendo.

Bueno, me ha encantado investigar para este episodio, he aprendido muchísimas cosas que me parecen muy, muy interesantes y muy profundas, y después del episodio de la semana pasada con la teóloga Montse Escribano, quería profundizar en una espiritualidad más relacionada con la Naturaleza, una que fuera más a las raíces de la Humanidad y su conexión con los seres no humanos, como las que plantean los mitos de la Diosa o las religiones animistas.

Es cierto, existen muchas diosas en religiones antiguas, en religiones monoteístas, en el mundo occidental conocemos sobre todo la mitología griega y romana donde las diosas están fundamentalmente ligadas a los dioses y Zeus o Júpiter son el jefe de los dioses y hacen de las suyas… (todas conocemos la cantidad de humanas a las que Zeus viola y luego detrás viene Hera a vengarse… de la mujer violada, claro!)

Pero en esta ocasión vamos a remontarnos hasta 35.000 años al Paleolítco e incluso más allá, a los orígenes de la vida en la Tierra, para hablar del culto a una diosa madre que perduró hasta que el patriarcado comenzó su borrado sistemático e impuso a los dioses varones, un culto muy relacionado con la experiencia orgánica y con una simbiosis con la Naturaleza que hoy día pervive en el animismo de numerosos pueblos originarios, también en las sociedades matriarcales en todo el globo, y que cuenta con un resurgimiento de espiritualidades paganas, de la wicca que es la religión basada en las brujas…

¿El caldo primigenio era femenino?

Y para empezar, nos tenemos que remontar miles de millones de años, a la llamada sopa o caldo primordial, una teoría planteada en 1924 por el bioquímico ruso Aleksandr Oparin, que constituye la explicación más ampliamente aceptada sobre la creación de la vida en nuestro planeta.

Durante dos mil quinientos millones de años, el planeta entero habría estado cubierto por las aguas, en una especie de sopa que se estuviera cociendo a fuego lento y que ya seguía los ritmos que marca la Luna, tanto para las mareas, como para los ciclos menstruales. De hecho, Charles Darwin insinuó en “El origen del hombre” que fue en este caldo primigenio donde se originó el ciclo menstrual. Si bien luego obvió este pequeño detalle y se dedicó a ensalzar todo lo masculino y a ignorar o menospreciar la evolución femenina…

Según escriben la artista Monica Sjöö y la editora Barbara Mor, en «La Gran Madre Cósmica: Redescubriendo la Religión de la Tierra», escrito a finales de la segunda ola feminista en 1987, esta sopa primordial era una especie de útero planetario donde se coció la vida, que en un inicio se reproducía por medio de la partenogénesis, es decir la clonación. La reproducción sexual aparecería más tarde, para asegurar la variedad y salud del repertorio de genes … por tanto ellas concluyen que en realidad la vida surge del género femenino. Y esto es algo tan real, tan palpable, tan orgánico e instintivo, que el culto a la vida que se origina en el útero debió ser el primero. 

Para Sjöö y Mor la religión original de las mujeres era profundamente holística y orgánica. No existía la separación que hoy conocemos entre lo «espiritual» y lo «material», o entre lo «sagrado» y lo «natural». Todo formaba parte de un continuum, ya que la diosa madre representaba el asombro y la reverencia ante el misterio de la reproducción: culto a la fertilidad, la vida que se observaba en las hembras de todas las especies.

¿Qué elementos clave existen al respecto, qué evidencias nos han quedado de este culto, en los 30.000 años que fueron del Paleolítico hasta el Neolítico, es decir antes de la invención de la escritura? 

Los elementos clave de este culto serían la Tierra como cuerpo de la diosa, como vimos con la teoría de Gaia de James Lovelock y Lynn Margulis y se evidencia con las cuevas plagadas de pinturas rupestres o la vinculación entre fertilidad femenina y fertilidad de la Naturaleza; la conexión entre los ciclos lunares y menstruales; también la figura de la serpiente cósmica,  un símbolo central de la Diosa en culturas de todo el mundo que simboliza la energía vital, la regeneración (por mudar su piel), y el conocimiento, y conecta el mundo subterráneo con el mundo superior por medio de la energía espiritual que serpentea por la columna vertebral… la Diosa era representada también rodeada de animales e incluso sujetando animales por el cuello o pisándolos, como representando el control sobre las fuerzas naturales pero no por medio del sometimiento, sino como forma de mantener el equilibrio para que la vida prosperase. 

En cuanto a las evidencias encontradas, como te puedes estar imaginando, serían pinturas rupestres y figurillas de piedra y otros materiales. Solo que a duras penas se han identificado con un culto femenino… ya que siempre fueron encontradas o interpretadas por investigadores o desde una óptica masculina. Y eso que no existen registros arqueológicos de la existencia de un supuesto Dios Padre en todo el periodo prehistórico.

Y aquí tenemos dos ejemplos muy claros de lo que podría haber sido ese culto: por un lado están cuevas como las de Chufín, aquí cerquita, en Cantabria, con pinturas rupestres datadas en el período Solutrense superior, hace 18.000 años, que a través de galerías estrechas salpicadas de pintura realizadas con ocre rojo, que podría simbolizar la sangre, llegan a un espacio abovedado que se podría identificar con un útero, donde se han pintado y grabado símbolos relacionados con la fertilidad y la representación de la figura femenina, por lo que se interpreta que se realizaban cultos a la fertilidad.

O las paridoras, pintura rupestre paleolítica en Fuencaliente, Ciudad Real, que representa un parto, con mujeres que parecen estar en cuclillas, de cuya vagina salen bebés y gotea sangre, hay una mujer más grande que las demás con cuernos, hombres en segundo plano y de menor tamaño… está realizada en una piedra plana que hace ángulo y justo en la grieta del medio gotea agua, que allá donde cae se pone rojo porque hay pigmentos de ocre. Una pared que parece ser un lugar de adoración.

Por otro lado, las estatuillas de piedra llamadas “Venus”, que en ocasiones tienen una antigüedad de hasta 35.000 años, modeladas durante el paleolítico, y se ha creído siempre que se correspondían con la diosa. Interpretaciones más recientes llaman la atención sobre el hecho de que su morfología se corresponde con la de una mujer que se diseña a sí misma, mirándose desde arriba. 

De hecho, no se dibuja la cara, y las proporciones son las de una mujer que contempla su propio cuerpo sin verlo reflejado en un espejo. Es decir, las mujeres ya crearon arte durante la mal llamada pre-historia, y las mujeres ya se representaron a sí mismas como hijas de una diosa primigenia que no solo las había parido a ellas, sino que habría parido a toda la Humanidad.

La Gran Diosa y el matriarcado

Esta teoría de La Gran Diosa tiene una conexión evidente con la primacía de un matriarcado primigenio, cuya mera existencia ha sido objeto de un debate muy encendido desde que antropólogos e historiadores hombres la propusieran a finales del siglo XIX. 

¿Y qué significa matriarcado? Como opuesto al patriarcado, el matriarcado sería una organización social en la que el poder, la autoridad o el predominio recaen en las mujeres. Aquí habría que distinguir entre sociedades matrilineales, donde el linaje se traza por línea materna, o matrifocales, donde la madre es el centro familiar.

Como te puedes imaginar, la posibilidad de que existiera un gobierno de las mujeres ha sido siempre descartada por aquellos que construían el conocimiento, académicos hombres de cualquier disciplina, porque al concebir el matriarcado como el opuesto al patriarcado imaginaban la subordinación del hombre a la mujer por medio de la violencia, un relato mitológico y científico construido sobre la misoginia, y todo tipo de imposiciones coercitivas… sin embargo, ahora veremos que esta teoría, al proponer lo opuesto… se refería a lo opuesto, es decir, a la no imposición coercitiva ni agresiva, sino a una balanza equilibrada entre todas las fuerzas.

El jurista y antropólogo suizo Johan Jacob Bachofen fue el creador del concepto del matriarcado con su obra de 1887, y uno de los primeros en reconocer universalmente nuestra filiación con las diosas de la más remota antigüedad. A él se sumaron otros nombres como los también antropólogos James Frazer y Robert Briffault, el historiador Robert Graves, el psiquiatra Carl Jung,  o el psicólogo Erich Neumann, entre otros muchos, dándole un reconocimiento universal y orientando muchos de sus trabajos a la constatación de la existencia de la Diosa, siempre, claro, bajo una óptica masculina.

Bachofen planteó que el matriarcado fue el régimen más antiguo y que existió una mitología femenina sobre la madre originaria, basado en dualismos como día-noche, sol y luna, femenino y masculino… así, trató de demostrar que la maternidad es la fuente de la sociedad humana, de la religión, la moralidad… y que su reinado arcaico se conectaba con la actualidad mediante el culto a la Virgen María. Por supuesto, la obra despertó una crítica furiosa, pero también inspiró a investigadores y autores en muchas otras disciplinas.

Según Bachofen, hemos pasado por cuatro fases de evolución social: 

  1. hetairismo: una fase «telúrica», nómada y salvaje, de tribus donde no existía la propiedad privada ni la monogamia, que adoraban a  una proto-Afrodita terrena;
  2. das Mutterrecht, o “derecho de la madre”: una fase «lunar» matrifocal en la que las mujeres habrían inventado la agricultura, donde también habrían aparecido los cultos mistéricos ctónicos y la ley. Se veneraba a una temprana Démeter, es decir, la diosa de la agricultura.
  3. la dionisiaca: en esta fase transitoria se habría producido la sustitución del matriarcado por  el patriarcado, y habría hecho su aparición el Dionisos original;
  4. la apolínea: supuestamente sería la fase «solar» patriarcal que dio comienzo a la civilización moderna, en la cual se suprimió todo rastro de la sociedad matrifocal y lo dionisíaco fue demonizado.

El mito de la Diosa generó una corriente más racionalista que abogaba porque en realidad estábamos frente a una pista histórica del primigenio matriarcado de la sociedad humana en su totalidad. Existen detractores y seguidores de esta teoría que supondría que existió una forma de organización social matrística, previo a la generalización del patriarcado basado en la guerra y el androcentrismo imperante desde el Neolítico hasta nuestros días, y de momento las pruebas antropológicas, historiográficas, arqueológicas o etnológicas no son concluyentes. Habrá que seguir investigando… 

La obra que he analizado al principio, La Madre Cósmica, es una de tantas otras que se publicaron por parte sobre todo de científicas mujeres como historiadoras, filósofas feministas, arqueólogas durante la segunda mitad del siglo XX, como la arqueóloga Gertrude Rachel Levy, que en The Gate of Horn (La puerta del cuerno) afirmaba que los primeros 30.000 años de existencia de homo sapiens estuvieron dominadas por una celebración de los procesos reproductivos femeninos y su analogía con los procesos y ciclos naturales. 

Sin embargo, todas estas autoras se quejaban de que no existía trabajo investigativo científico sobre la biología femenina, algo que se sigue produciendo hoy en día como vimos en el episodio sobre ciencia, religión y mujer… y es que la existencia de un matriarcado y de una gran diosa femenina se ha atribuido siempre a lo mitológico, al inconsciente colectivo, a un pasado animal ya superado. La evolución humana siempre se teorizó masculina, y la mujer sólo acompañaba al homo sapiens que iba progresando desde las profundidades de la historia… hacia la luz.

Sí es cierto que existen en la actualidad numerosas comunidades indígenas se organizan en torno a matriarcados, como los Kasi de la India, los Mosuo en China, el pueblo Minang Kabao en Sumatra occidental, Indonesia, o la tribu Akan en Ghana, los Bibri en Costa Rica… por lo tanto los matriarcados son un hecho y estas sociedades viven bajo esta organización social desde hace cientos de años, sino miles. 

Como ya te comenté en el episodio sobre los viajes de aventuras y antropología con Amarna Miller, la fotoperiodista y Antropóloga Anna Boyé realiza viajes de expedición y convivencia a estos pueblos, con Matriarcados, un proyecto etnográfico, fotográfico y pedagógico para analizar el día a día de las sociedades matriarcales.

La imposición del patriarcado

Pero entonces, si existió un matriarcado primigenio, ¿qué pasó para que fuera sustituido por el patriarcado?
La antropóloga y arqueóloga lituana Marija Gimbutas fue conocida por su investigación sobre las culturas neolíticas y de la Edad de Bronce de la «Vieja Europa» y por su hipótesis Kurgan, que explicaba cómo se produjo la transición del matriarcado al patriarcado.

Gimbutas afirma que existió un choque entre lo que llama Vieja Europa y lo que ha definido como los pueblos kurgan, término que engloba a una amplia variedad de comunidades originarias de las estepas del medio y bajo Volga, al sur de los montes Urales en Rusia. Este choque se produjo en tres oleadas de invasiones y ataques que comenzaron en el año 4.000 antes de cristo y duraron hasta el 2.500 antes de nuestra era, de forma que se produjo una transformación radical del lenguaje y la cultura material y étnica de toda Europa. 

Los kurganes trajeron sus dioses masculinos y su estilo de vida más ganadero y agresivo, que el pacífico y agrícola de las sociedades matrísticas europeas, y es entonces cuando el culto a la diosa empieza a tambalearse. 

Esos pueblos venían huyendo del hambre causado en tierras indoeuropeas por la glaciación, y se dedicaron a arrebatar las tierras cultivables más cálidas del centro de Europa, del mediterráneo y del valle de mesopotamia a las otras tribus más pacíficas y devotas de la Diosa Madre, por medio de la violencia e imponiendo el patriarcado por medio también de sus creencias en divinidades masculinas que pretendían erradicar el culto femenino y someter a las mujeres. 

De esta manera, arrebataron la sabiduría y espiritualidad a las sacerdotisas y la medicina a las chamanas (que esto ya lo hablamos en el episodio sobre las brujas, la ciencia y la religión que te invito a escuchar), y con ello arrebataron todo poder a las mujeres y las sometieron. 

La espiritualidad orgánica, basada en el misterio de la reproducción femenina y en los fenómenos y ciclos de la Naturaleza, pasó a ser una espiritualidad conceptual, abstracta, alejada de la experiencia sexual y animal que de esta forma se convertía en algo impuro como la sangre menstrual, y se envió a los cielos, al más allá, al después de la muerte, y se nos dijo que éramos indignas de ella y que debíamos obedecer a los varones que eran los que transmitían la palabra de Dios. 

Así, el hombre pasaba a ser creador de mundos, la mujer mero horno reproductor de seres humanos. La mística de la vida se transfería netamente al hombre, que por medio de los mitos y leyendas fue construyendo un relato que conceptualizaba la vida. De hecho, la idea de un «Dios Padre» es principalmente una conceptualización religiosa y se ha interpretado a través de la fe y textos sagrados… escritos por hombres mortales.

Aunque la teoría de Gimbutas fue muy controvertida y atacada durante décadas, la ciencia moderna le dio la razón. Y es que el ADN antiguo ha confirmado en gran medida el movimiento de poblaciones desde las estepas euroasiáticas hacia Europa durante el tercer milenio a.C. La cultura Yamnaya efectivamente tuvo un impacto genético significativo en las poblaciones de Europa.

La historia relacionada con este tema se la dejo a los suscriptores de mi newsletter: hablaremos de la ciudad más antigua del mundo y cómo vivió esta transición violenta, de las representaciones que se han encontrado de esta divinidad y estas gobernantas mujeres, y de cómo este culto se relaciona con otras especies y con aquello que nos da la vida: la respiración. 

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¿Qué es el animismo?

Vamos terminando este episodio, pero antes tenemos que hablar del animismo y las religiones paganas e indígenas basadas en la conexión con la Naturaleza, con los seres no-humanos.

El animismo es la creencia de que todos los elementos de la naturaleza, como animales, plantas, ríos, montañas, piedras, e incluso fenómenos como el viento, la lluvia o el fuego, poseen un espíritu o esencia vital. Esta visión concibe el mundo como algo vivo e interconectado, donde no hay una separación radical entre lo material y lo espiritual, y para mí en mi búsqueda espiritual, la conexión entre todos los seres planetarios e incluso con un cosmos espacial es lo más parecido a una fe que podría llegar a tener.

El animismo no es una religión específica, sino una forma de entender la realidad que aparece en numerosas tradiciones, pasadas o que perviven en la actualidad:

En religiones indígenas americanas, las cosmovisiones de pueblos como los lakota, navajo, mapuche o quechua muestran un profundo respeto por la Madre Tierra (Pachamama) y todos sus habitantes. Cada montaña, río o animal tiene su propio espíritu y merece respeto ritual.

Los yoruba, zulúes y muchos otros pueblos africanos mantienen tradiciones animistas donde los antepasados y los espíritus de la naturaleza son mediadores entre el mundo visible e invisible.

En el sintoísmo japonés, los kami son espíritus que habitan en elementos naturales como cascadas, árboles antiguos o rocas. Cada lugar sagrado alberga su propia presencia espiritual.

En tradiciones siberianas y mongolas se practica el chamanismo, basado en la comunicación con los espíritus de animales, montañas y ríos para mantener el equilibrio del mundo.

En religiones aborígenes australianas, el Tiempo del Sueño conecta a los seres humanos con los espíritus ancestrales que crearon y siguen habitando la tierra.

Y esto no es algo meramente espiritual, sino algo tan real que varios países han otorgado derechos legales a elementos de la naturaleza, algunos explícitamente basados en cosmovisiones indígenas animistas.

La Constitución de 2008 de Ecuador fue la primera del mundo en reconocer los «Derechos de la Naturaleza» o Pachamama, inspirada directamente en la cosmovisión andina indígena. En Bolivia, la Ley de Derechos de la Madre Tierra (2010) reconoce a la Pachamama como un sistema viviente, reflejando las creencias animistas de pueblos quechuas y aimaras. En Colombia, la Corte Constitucional ha reconocido derechos a varios ríos (Atrato, Cauca, Magdalena, Amazonía) basándose en las cosmovisiones de pueblos indígenas que los consideran seres vivos y sagrados. En 2017, el río Whanganui de Nueva Zelanda recibió estatus de persona jurídica, reconociendo la visión maorí de que el río es un ancestro viviente (Te Awa Tupua), mientras que los ríos indios del Ganges y Yamuna como entidades vivientes con derechos legales, reconociendo su carácter sagrado en el hinduismo, aunque esta decisión fue posteriormente suspendida.

La segunda ola feminista y la actualidad

¿Qué nos encontramos en la actualidad?

Nos encontramos con la necesidad de reconectar con esa espiritualidad natural, de reequilibrar el cuidado de la salud mental, física pero también espiritual en conexión con la comunidad y con el resto de seres no humanos, es decir con el resto de la Naturaleza 

En la actualidad, la espiritualidad de la Diosa es un movimiento que aglutina diferentes tradiciones y prácticas paganas que ofrecen culto a la divinidad en su forma femenina. Tiene su origen como corriente espiritual más definida en los  años 70, en plena Segunda Ola Feminista, pero también se basa en la brujería tradicional, la Wicca, el druidismo, el chamanismo contemporáneo u otros movimientos neopaganos como Avalon o Reclaiming. 

El culto a la Diosa se fundamenta en la relación entre Naturaleza, en la organización social matriarcal y en el empoderamiento de la mujer por medio de la recuperación de su conexión con su propia naturaleza cíclica y orgánica. Deidades como Hécate, Isis o Astarté, en las que las mujeres se convierten en sanadoras y sacerdotisas, ayudan a reconectar con esa sororidad y esa divinidad femenina. 

¿Por qué podría ser interesante este culto en la actualidad y frente a la época antropogénica que estamos viviendo? Las autoras de La Gran Madre Cósmica insisten en que recuperar esta visión no es nostalgia romántica, sino necesidad de supervivencia, ya que «El sistema inmunológico de la tierra se está descomponiendo, y también el nuestro. Su suelo, atmósfera, plantas, árboles y mundos animales están exhaustos más allá de lo soportable.»

Y tú qué opinas, ¿Crees que sería un culto que podría estar en sintonía con tus propias experiencias orgánicas y creencias espirituales? 

Bueno, yo lo dejo por este episodio pero recuerda darle like, suscribirte y seguirme en redes para no perderte el siguiente capítulo, que vengo con la artillería pesada, y es que voy a hablar con una antropóloga súper interesante y que escribe sobre nuestra simbiosis con la Naturaleza… porque somos naturaleza! Yo dejo ese pedazo de pista ahí y nos escuchamos la semana que viene!

Bibliografía

Libros

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https://underworldsblog.wordpress.com/wp-content/uploads/2018/10/the-great-cosmic-mother-rediscovering-the-religion-of-the-earth-by-monica-sjoo-barbara-mor-z-lib.org_.pdf

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Papers

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Vídeos

La espiritualidad de la Diosa – Pikara Magazine https://www.youtube.com/watch?v=q7UQcfIeEoo 

Sandra Román: El Camino de la Diosa https://www.youtube.com/watch?v=PhrRcMA5r2w 

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