
Hola buenas noches, bienvenidos y bienvenidas a “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”, el podcast en el que en este episodio, y gracias al Festival Seriesland de Bilbao que nos ha invitado a grabar junto a este público maravilloso que nos acompaña, vamos a hablar de crear nuestra propia salud, de resiliencia frente a las adversidades y de cómo nuestra salud y la de todo lo que nos rodea – ejem, calentamiento global – está estrechamente interconectado.
Estoy súper feliz de presentar la nueva temporada del podcast, en esta sala tan preciosa que no conocía, el Bilborock, que primero fue una iglesia… y el estar reunidos hoy en un antiguo templo nos va a servir para hablar de dos templos como una catedral: nuestra salud, la salud humana y la salud del planeta, y de cómo podemos crearla tan fuerte y resistente como este mismo edificio.
Por si no me conocéis, soy Paula Martín Camargo, periodista y antropóloga sociocultural, y os cuento que aquí comienza la tercera temporada de “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”, un podcast que empecé con el ánimo de hablar de cómo nosotros homo sapiens nos hemos convertido en un agente geológico de la Tierra de primer orden, junto a volcanes e inundaciones, y de si queremos que esta época histórica, política, ecológica que hemos bautizado con nuestro nombre, el Antropoceno, sea una época de cataclismos climáticos como el que por desgracia acabamos de sufrir durísimamente en Valencia y que cada vez nos afecte más a nosotros y al resto del planeta, o si por el contrario queremos repensar nuestro papel protagonista como una fuerza benéfica para nosotros y nosotras y de ahí, para el globo terráqueo en su totalidad.
Os veo sanotes y sanotas… ¿cómo vais de salud? Pulgar hacia arriba, hacia abajo, más o menos…
Pues que sepáis que hace dos días hemos celebrado el Día Mundial de One Health, Una Sola Salud, un enfoque climático y de salud multidisciplinar que viene a decir que la salud del planeta, la de los seres humanos y la de los animales es una sola, que si el planeta se recalienta y sufre, por ejemplo, las tormentas serán más fuertes y torrenciales, y esto causará pérdida de vidas humanas y animales, destrucción de hábitats, propagación de enfermedades, contaminación de aguas y suelos… sí, por desgracia lo hemos visto recientemente con la serie de huracanes que han impactado en Estados Unidos, o la tragedia que ha causado la DANA en Valencia, adonde enviamos desde aquí un abrazo muy fuerte y seguro que estamos todos y todas colaborando de una manera u otra.
Los desastres climáticos por desgracia empiezan a ser una constante más que un acontecimiento catastrófico… por eso cada vez va a ser más importante empezar a considerarnos uno con el planeta… y aprender a adaptarnos a un clima cada vez más imprevisible y a resurgir después de una catástrofe. Y para ello, más que aprender a curarnos y recuperarnos, lo mejor es darle la vuelta a la tortilla y aprender a CREAR nuestra propia salud.
Esta noche vamos a hablar de uno de los modelos más revolucionarios e influyentes para la comprensión de las variables y procesos que explican la salud humana: LA SALUTOGÉNESIS
Vale, la palabrita es más bien palabrota, solo falta que hubiera caído un rayo como si estuviéramos en “El jovencito Frankestein”, y dicho así parece que os voy a hablar de una cosa rara de cuerpos mutantes ¡pero qué va!
La salutogénesis quiere decir la génesis de la salud, es decir, crea tu propia salud. De hecho, Salus era la diosa romana de la seguridad y el bienestar, la salud y la prosperidad tanto del individuo como del estado.
What? Diréis. ¿Cómo “crea tu propia salud”? ¡pero si ya está creada! ¡La tengo aquí mismo, dentro de mí! ¿Qué humo me vienes a vender? No no tranquis, no os voy a vender flores de Bach ni nada de eso, dejadme que os explique…
QUÉ ES LA SALUTOGÉNESIS
La salutogénesis es un modelo sanitario social ideado por el sociólogo médico Aaron Antonovsky que promueve como principio central el reconocimiento de un ser humano sano y capaz de afrontar el estrés que imponen los sucesivos cambios en la vida.
¿Y cómo se puede salir de una mala situación con mayor salud y calidad de vida? Gracias a nuestra resiliencia o lo que Antonovsky llamó sentido de coherencia, que es la capacidad para enfrentarse a conflictos, situaciones adversas y desconocidas, y salir fortalecidos de ellas.
Es decir, este modelo plantea fijarnos no en lo que nos enferma, sino en qué nos hace fuertes y saludables. Que sí, que todos nos vamos a poner malos y malas, envejecer y morir, pero… ¿y si podemos vivir un poco mejor y sentirnos un poco menos a la defensiva de lo que nos hace mal… y un poco más empoderados respecto de nuestra propia salud?
Ojo, no os penséis que os estoy hablando de una movida neoliberal tipo “si quieres, puedes”, “los límites están en tu mente” y toda esa mierda… para lograr bienestar como grupo – porque el ser humano vive en grupo, no es un lagarto que vive solo y si aparece otro se lo zampa – necesitamos unas condiciones socioeconómicas, unas protecciones que aseguren nuestro derecho a trabajo, vivienda y derechos sociales, y un estado de bienestar que provea todo esto. Además, necesitamos políticas medioambientales que limiten los niveles de contaminación atmosférica, que mantengan la salud de nuestras aguas, que cuiden de los bosques que generan el oxígeno que respiramos… Y cuando nos enfermamos, una sanidad pública que cuide de nosotros y nos arregle “la avería”.
De hecho, el propio Antonovsky se centró en estudiar el papel de las instituciones y la comunidad en la salud, especialmente en grupos desfavorecidos, minorías y personas sometidas a situaciones de vulnerabilidad y cómo estas circunstancias sociales influían en la morbilidad, es decir en la probabilidad de enfermarse, y en la mortalidad… y el desarrollo de su modelo salutogénico dio las claves para sentar las bases de los actuales sistemas de salud pública. Ahí es nada.
No no, yo os estoy hablando de que la vida es dura, para algunas personas que parten con desventaja aún lo es más, que existen muchas luchas en el día a día que nos causan heridas, incluso emocionales y estas también se trasladan al cuerpo… que nos ocurren muchas putadas y que nuestra salud se resiente. Lo “normal”, según escribió el doctor Antonovsky, es la agresión al cuerpo, a la fisiología, que nos enfermemos, que tengamos heridas, y que acabemos muriendo. Por ello, debemos crear nuestra salud cada día.
Y no me refiero a comer una manzana al día e ir a tus clases de zumba, no
Sino a algo mucho más duro, que va más al hueso…
Y es que este modelo tuvo su propia génesis, valga la redundancia, en los estudios sobre las consecuencias del Holocausto Nazi. Y para contaros bien esta historia, tengo que hablaros primero de quién fue este señor, Aaron Antonovsky, y de cómo llegó a estudiar estas cosas que en inicio eran tan chungas y que después han permitido crear algo tan beneficioso.

Aaron Antonovsky nació en Brooklyn, Estados Unidos, en 1923 en el seno de una familia de inmigrantes judíos que habían realizado una larga peregrinación por varios países desde su Rusia natal hasta asentarse en Estados Unidos.
Los padres de Aaron regentaban una pequeña lavandería donde toda la familia ayudaba, y su entorno estaba compuesto de inmigrantes judíos e italianos de baja extracción social. Todo esto, en tiempos de la Gran Depresión, o sea que imaginaos el panorama de penurias económicas que sufrieron. De alguna manera, consiguieron sobrevivir y no sólo eso, sino asegurar una buena educación para Aaron, algo que ellos no tenían y que veían muy importante para prosperar en la vida.
El joven Aaron se interesó por las diferencias sociales y comenzó a estudiar Sociología, pero tuvo que interrumpir la universidad para ir a servir en la Segunda Guerra Mundial, y lo que vio allí le afectó profundamente, y más aún dada su condición de judío.
Terminada la guerra, Antonovsky se fue al recién creado Estado de Israel en 1948, donde fundó un kibbutz – no comments sobre esto. Después completó su doctorado en Sociología en Yale y en 1960 emigró a Israel junto a su mujer Helen, psicóloga especializada en desarrollo que tendría un papel muy destacado en sus investigaciones.
Aquí le vemos en su outfit de “La vida de Brian”
En 1972, ayudó a establecer la escuela de Medicina Social de la Universidad Ben-Gurion del Negev en la ciudad de Beerseva. Durante sus veinte años de docencia e investigación en la universidad, Antonovsky desarrolló su teoría de la salud y la enfermedad, que denominó Salutogénesis, modelo que describió en su libro de 1979, “Salud, Estrés y salir adelante”. Y en 1987 publicó “Desentrañando el Misterio de la Salud”.
El ejemplo de sus padres, que habían huído de los pogromos y del hambre en Rusia y que cada día se batieron el cobre como inmigrantes pobres de una minoría étnica en la Gran Depresión con optimismo y viendo soluciones factibles, sentido y coherencia en la realidad, fue como una estrella polar para Aaron, que dijo haber aprendido de ellos “el sentido de coherencia”.
Pero antes de que os explique qué es esto del sentido de la coherencia, tenemos que
volver al Holocausto nazi, un hecho que causó una profunda herida en la comunidad judía global y que hizo que millones de judíos murieran en los campos de exterminio, y que muchos otros que sobrevivieron sufrieran enfermedades gravísimas y mala salud general… o que sus problemas de salud mental, como depresión, ansiedad o estrés post-traumático les llevaran a tener una calidad de vida pésima… e incluso a no poder superar esa herida emocional y suicidarse, como hizo el famoso escritor Primo Levi, autor de “Si esto es un hombre”.
En una de sus investigaciones empíricas más importantes, Antonovsky estudió a mujeres nacidas en Europa central entre 1914 y 1923, algunas de las cuales habían estado presas en campos de concentración.

Tal y como se esperaba, el grupo de supervivientes de los campos de concentración presentaba muchos más signos de enfermedad en comparación con las mujeres del grupo de control. Pero hasta el 29% de las antiguas prisioneras dijeron tener una buena salud mental, a pesar de sus experiencias traumáticas.
Antonovsky se preguntó cómo estas mujeres lograron mantenerse sanas a pesar de la extrema presión que se ejerció sobre ellas.
Al formular la pregunta en positivo, este cambio de perspectiva influyó en todas sus investigaciones posteriores, que se basaron en 3 premisas:
- el énfasis se hace sobre los orígenes de la salud y el bienestar,
- el objetivo central es el mantenimiento y realce del bienestar
- se rechaza la hipótesis de que los factores estresantes – como el trauma – son intrínsecamente negativos, y se contempla la posibilidad de que puedan tener consecuencias saludables o beneficiosas.
Y dado que esta teoría sería esencial para construir los mimbres de la salud pública posmoderna, es paradójico comprobar que tuvo su origen en las investigaciones sobre las consecuencias que los horrores de la guerra tuvo en las personas.
Veréis, la medicina occidental ha estado dominada por el modelo biomédico, que se centra en entender, prevenir y tratar la enfermedad. Bajo este modelo, o estamos sanos, o estamos enfermos. No hay medias tintas. Y el que está enfermo, aun en distintas gradaciones, debe tratarse… de manera medicalizada. De hecho, tomamos más pastis que nunca.
La atención sanitaria bajo un enfoque biomédico muchas veces se ve como mecanizada: la persona es estudiada y tratada como partes aisladas de un coche que se está reparando en un taller.
Descartes así lo teorizó cuando separó mente y cuerpo, elevando la mente a la categoría de lo divino, y degradando el cuerpo, lo orgánico, lo natural, a la categoría de lo mecánico, que es reparable o reemplazable por partes.
La perspectiva biomédica se dirige a factores de riesgo, el individuo es responsable de su propia salud y las intervenciones médicas tienen como objetivo el comportamiento individual, omitiendo la importancia de los factores sociales, psicológicos, ambientales y espirituales. Se observa la enfermedad por separado, no a la persona entera o al colectivo. Y oiga, que de esta manera ha conseguido salvar a millones de personas de enfermedades, virus, bacterias…
Por el contrario, lo que dice esta teoría de la salutogénesis es que la salud y la enfermedad no son antagonistas, no son opuestos, sino un continuo, un espectro donde la persona se sitúa en algún punto pero siempre habrá salud y enfermedad, no existe la salud perfecta, y si existe vida, no se está totalmente enfermo. Y aquí vemos el modelo continuo de salud que propuso Antonovsky en oposición a esa dualidad excluyente salud/enfermedad.

¿Qué vemos aquí?
Para empezar, todos estamos sujetos a procesos de caos, de estrés. Llevar una vida súper ordenadita donde no te pasen movidas es anti-natural. Por lo tanto, hay que irse adaptando a las tensiones, a la adversidad, hay una jungla ahí fuera, es el mercado amigos y todo eso… porque lo que estamos haciendo es nadar en las aguas de lo que este señor Antonovsky llamó “el peligroso río de la vida”. Ahora os explico de qué va lo del río de la vida, aunque me parece que todos aquí llevamos un tiempo nadando, más que Nemo… Y este “río de la vida” acaba siempre en la muerte, eso lo tenemos todos claro, por mucho que haya quien te asegure que te puede congelar y ya te despertarán en un futuro, ya.
Seguimos: mientras estemos vivos, estamos en parte sanos y en parte enfermos. Y nos movemos a un lado y otro de esa flecha de doble sentido, de ese continuo, según mejoremos o empeoremos nuestra salud. La salutogénesis se centra en tirar de nosotros hacia el polo de la salud, en re-crear constantemente esas buenas condiciones, ya que la pérdida de la salud es un proceso natural y omnipresente.
Y para terminar, los factores saludables, los que promueven la salud, y los factores de riesgo, los patógenos, se tienen que tener en cuenta al mismo nivel por parte de la atención sanitaria, para aumentar de manera efectiva la salud y el bienestar de toda la sociedad.
Los Recursos Generales de Resistencia y el Sentido de Coherencia
Vale pues hay dos conceptos fundamentales que nos van a ayudar a enfrentar las adversidades y salir incluso reforzados: los Recursos Generales de Resistencia y el Sentido de Coherencia.

Los Recursos Generales de Resistencia serían todas las herramientas que tenemos para “trabajar” en caso de que se nos presente una situación mala, incierta o de riesgo, pero de nada nos sirve tener herramientas si no sabemos usarlas, ¿verdad? Dímelo a mí que tengo una cantidad de manualidades en lista de espera que ni Bricomanía.
Vale, pues para eso necesitamos el Sentido de Coherencia, que es lo espabilados que seamos para utilizar esos recursos, esas herramientas.
¿Y cuáles serían los Recursos Generales de Resistencia más típicos? Pues son las oportunidades que hayas recibido al nacer, o que estén a tu alcance, en tu entorno, y que te sitúan mejor o peor en la vida de partida. Son factores biológicos, materiales y psicosociales que hacen más fácil a las personas percibir su vida como coherente, estructurada y comprensible.
Los típicos Recursos Generales de Resistencia son el dinero, el conocimiento, la experiencia, la autoestima, los hábitos saludables, el compromiso, el apoyo social, el capital cultural, la inteligencia, las tradiciones y la visión de la vida.

Por ejemplo, a Marilyn Monroe le tocó la lotería biológica aunque sufrió mucho en su vida amorosa y fue cosificada en la gran pantalla, y a Stephen Hawkins en lo psicosocial le fue muy bien, aunque en la esfera biológica saliera perdiendo y sufriera una vida de limitaciones físicas y una muerte prematura. Pero ninguno de ellos habría llegado hasta donde llegó si no fuera porque fueron capaces de darle a todo un sentido y de utilizarlo a su favor, a pesar de los reveses que les dió la vida. El sentido de coherencia.
Según el sociólogo, el sentido de coherencia, que es lo que te permite usar tus recursos para alcanzar el bienestar, está compuesto por tres ingredientes:
Para empezar: la capacidad del sujeto para comprender cómo está organizada su vida y cómo se sitúa frente al mundo: me está pasando algo y LO ENTIENDO. Los estímulos que me llegan de fuera y de dentro son estructurados, predecibles y explicables.
Luego, el componente instrumental o de comportamiento, la manejabilidad. Esto que me está pasando LO PUEDO MANEJAR, dispongo de los recursos para ello.
Y para terminar, el componente motivacional, la significatividad. Las demandas que plantean los estímulos que recibimos son retos, dignos de invertirles esfuerzo y compromiso. Si lo pienso, TODO TIENE SENTIDO.
Vamos, una especie de orientación para la vida, una sensación de confianza en una misma y una brújula útil para la supervivencia, ya que genera habilidades que promueven la salud.
De hecho, Antonovsky diseñó un cuestionario para medirlo, lo colgaré en mi web www.wanderlustpaula.com en el post de este episodio, son 29 preguntas y se utiliza hoy día, ahí lo hacéis y comentamos los resultados.
https://gustolifegroup.wordpress.com/wp-content/uploads/2015/05/soc-questionnarie.pdf
Os voy a contar una anécdota que fue horrible para mí pero que me resultó en este sentido muy tranquilizadora en cuanto a mis propias capacidades: estando de viaje en Brasil, nos asaltaron a dos amigos brasileños y a mí en una playa cuando estaba anocheciendo. Nos rodearon como 15 niños y adolescentes y nos hicieron ponernos de rodillas y nos gritaron que no les miráramos a la cara porque nos estaban apuntando y nos dispararían en la cara si lo hacíamos. Les dimos todo lo que teníamos, y como yo no llevaba dinero en efectivo porque no había encontrado un cajero, me rebuscaron en la ropa y al encontrar unas monedas en un bolsillo, me dieron una bofetada. Nos dejaron tirados en la playa sin zapatos y, al ir a poner una denuncia en comisaría, el policía nos miró con sorna y nos dijo “¿Y qué hacíais a esta hora solos en la playa?”. A mí me fastidiaron el resto de las vacaciones porque ya me metieron miedo, pero la forma en la que reaccioné, calmada y sin entrar en pánico, me dio mucha confianza en mis propias capacidades para enfrentarme a situaciones peligrosas como esta.
El peligroso río de la vida

Aquí lo tenemos, un dibujito del peligroso río de la vida, con su cascada por la que te podrías despeñar, y que como todos los ríos, acaban en la mar que como decía Jorge Manrique, es el morir…
Os prometo que no lo he dibujado yo (dibujo mucho peor que esto, de verdad), sino que un esquema parecido lo presentó este señor de cuyo nombre no quiero acordarme, que lo tenemos ya aborrecido… Antonovsky me parece que se llamaba… lo presentó en 1992 en el primer seminario de promoción de la salud de la Organización Mundial de la Salud.
Vale pues ahí estamos nosotros, salmonetes intentando nadar contra corriente, y lo que se ve aquí es que la medicina curativa lo que hace es ayudar a los que se están ahogando en el río de la vida o a punto de despeñarse por la catarata, es decir, de palmarla. Y para ello hay que utilizar medicinas, biotecnología y profesionales bien formados.
Mientras tanto, la medicina preventiva se enfoca en los que encuentran dificultades para nadar o luchan contra la corriente. Y la corriente son las enfermedades, de las que la perspectiva patogénica nos intenta salvar. Para ello, podemos contar con protecciones como esa barrera de ahí, o con un chaleco salvavidas, pero son medidas pasivas para el individuo.
Pero un poco más arriba vemos la educación en salud y la promoción de la salud, que es aprender a nadar bien y tener los recursos necesarios para no ser arrastrados por la corriente. Desde la educación, los profesionales tratarían de informar, a nivel individual o grupal, de los riesgos para su salud y cómo mantener buenas condiciones, de forma que la gente cada vez más vaya participando y tomando sus propias decisiones.
En cuanto a la promoción de la salud, el individuo se convierte en un sujeto responsable, activo y participante. La tarea de los profesionales sería apoyar y ofrecer opciones para que las personas puedan tomar decisiones bien fundamentadas, y de esta manera se consigue la coordinación de toda la sociedad. Y poco a poco, se iría mejorando la percepción de la salud, bienestar y calidad de vida.
Y es que, para la perspectiva salutogénica, en lo que nos tenemos que centrar es en el río en sí, porque todos nosotros seres vivientes estamos dentro de él, y el río no contiene solo riesgos, sino también recursos para nuestra supervivencia. A veces nos tocan rápidos y cascadas, a veces tocan remansos y riachuelos tranquilos. No necesariamente nos vamos a despeñar y a palmarla en la catarata, nuestra vida se puede extender mucho más y en condiciones mucho mejores… aunque al final de ella haya una cascada o el mar.
Algunas personas nacen cerca del lado opuesto a la cascada, donde pueden flotar con facilidad, las oportunidades de la vida son buenas y tienen muchos recursos a su disposición, como en un estado de bienestar duradero. En cambio, otras personas nacen cerca de la cascada, en el malestar o enfermedad, donde la lucha por la supervivencia es más difícil y el riesgo de estar por encima del borde de la cascada es mucho mayor.
Y actualmente, con la esperanza de vida al nacer por encima de los 80 años en España, ¡nos queda mucho río por delante! Es cierto que existen desafíos actuales por el envejecimiento de la población que necesitamos enfrentar con un modelo más centrado en la salud que en la enfermedad, para asegurar el bienestar de la población de mayor edad cuando existen ciertas dolencias que se cronifican con la edad o enfermedades que aparecen precisamente con la edad.
Y ahora que ya tenemos el tema de la creación de salud bien amarrado, un pequeño juego… ¿qué os parece que puede ser esta foto?

Es una vista aérea de una explotación ganadera intensiva en Arizona: el lago rojo no es un pulmón sanguinolento sino un estanque de desechos fecales de las vacas, y las celdas de los lados son los espacios donde viven las vacas, que son los puntitos negros. Una vez el espacio se ha degradado hasta tal punto que las vacas empiezan a enfermar y su leche o su carne ya no son aptas para el consumo humano, la explotación se traslada a otro lado y todo este desastre se queda así, tal cual, apáñatelas como puedas.
Vale, y ahora viene la preguntita: ¿podemos crear nuestra salud y bienestar en un mundo que hemos recalentado y herido y al que seguimos machacando?
Y la respuesta es: podemos, si entendemos la salud del planeta y de los animales como la nuestra propia, y si le damos la vuelta a la tortilla completamente para actuar desde lo positivo, crear salud, en vez de desde lo negativo, defendernos de las agresiones y las enfermedades. Es decir, hay que dejar atrás el pensamiento antropocéntrico para caminar hacia la salud planetaria, o como estamos hablando, la salutogénesis planetaria.

SALUD PLANETARIA
La salutogénesis planetaria fue teorizada por Meier Magistretti, Sallaway-Costello, Hartnoll & Fatima en un paper de 2021 que habla de cómo organizaciones y movimientos en comunidades locales han comenzado a desarrollar este enfoque de salutogénesis planetaria construyendo un sentido de coherencia como el modelado por Antonovsky para lograr sobreponerse al desafío potencialmente abrumador del cambio climático y participar en el movimiento de salud planetaria.
Vamos a quitarnos el mal sabor de boca de la foto esa dantesca que os he puesto antes, para que veáis que la salud del planeta también es muy fuerte en realidad, y para empezar otro pequeño patatús: fijaos en esta imagen.

Vemos una granja degradada por el uso – más bien abuso – humano para la agricultura de monocultivo y la ganadería intensiva de gallinas ponedoras durante muchos años, sin descanso, aplicando químicos agresivos y empobreciendo la tierra…
y ahora mirad esta otra. Pertenecen a la misma granja, hay 8 años de diferencia entre una y otra, y podéis ver el proceso completo en la película Mi pequeña gran granja, os pondré un link en mi web para que la podáis ver.

Los nuevos dueños, que no tenían ni idea de agricultura ni ganadería pero estuvieron muy bien aconsejados, entendieron que lo único que necesitaba la Tierra para volver a producir vida y abundancia era volver a crear las condiciones que hacían que volviera a florecer el ecosistema que antes se desarrollaba aquí.
Hacían falta nutrientes de la propia Tierra generados por lombrices, hacía falta agua, que irrigara también los pozos de donde se alimentaban las raíces profundas de los árboles, y hacían falta toda clase de especies de animales y plantas, pobladores de todo tipo que con su actividad polinizadora o de control natural de plagas y sus desechos que proporcionaran abono, dieran lugar de nuevo a la rueda de la vida.
Así como lo hacemos con este ecosistema llamado persona humana, se puede hacer con cualquier ecosistema. Mientras haya vida, hay esperanza, como también hay esperanza para nuestra vida sobre la Tierra.
Por mucho que la hayamos machacado, por mucho que la hayamos esquilmado, sabemos que, cuando entendemos que somos uno con la Naturaleza y cuando ésta nos pide ayuda, así como cuando vemos a otros seres humanos en necesidad, acudimos al rescate. Porque sabemos que todo lo que le ocurre a una especie o un ecosistema, nos afectará también a nosotros. Y sabemos qué es lo que necesitan para volver a crear su propia salud.
De hecho, eso es justo lo que están haciendo los voluntarios y voluntarias que han acudido en masa a ayudar a una comunidad golpeada fuertemente por los estragos que causa un medioambiente herido. Me refiero, por supuesto, a la terrible DANA en Valencia que tanto sufrimiento está causando, y a las miles de personas que han acudido a llevar agua y comida, a limpiar y asegurarse de que los pueblos que han sido golpeados con más fuerza sintieran que no estaban solos y que les vamos a ayudar a renacer.
De hecho, son los movimientos comunitarios de organización para dar respuesta a necesidades ambientales o crisis de salud global las que están empezando a mover la sociedad en muchos puntos del planeta desde las bases, con experiencias que aúnan a profesionales de distintos ámbitos, distintos países, organizaciones ciudadanas y asociaciones ambientales, que ya han tomado conciencia de que la salud de personas, animales y planeta es solo una, y que si el planeta y los animales nos están dando signos claros de alarma, más nos vale responder.
Es la empatía y la generosidad lo que crea nuestra salud como especie y nos hace renacer una y otra vez, y para todas estas personas que actúan desde la ciudadanía y para las que lo han perdido todo y ahora debemos ayudar a volver a ponerse en pie repensando bien nuestra relación con la salud planetaria, os pido un fuerte aplauso con el que nos despedimos hasta la siguiente vez que nos escuchemos.
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