Este es un doble episodio que no podía pasar por alto en una serie sobre alimentación sostenible. La producción industrial de carne para consumo humano lleva muchos años bajo lupa por haber sido señalada como causante de una gran parte de la emisión de gases de efecto invernadero. Eso por un lado. Se apunta a las grandes cantidades de combustible que hacen falta para su transporte, de pasto y cereal que se emplean en su alimentación, de agua que necesitan beber los animales… y la gran mayoría de críticas van hacia el ganado vacuno, dado su gran tamaño que requiere de más espacio y recursos, y los gases que se generan en la rumia de ese pasto o ese grano, que luego son liberados al ambiente en forma de metano por medio de flatulencias.
[spreaker type=player resource=»episode_id=24784865″ width=»100%» height=»200px» theme=»light» playlist=»false» playlist-continuous=»false» autoplay=»false» live-autoplay=»false» chapters-image=»true» episode-image-position=»right» hide-logo=»false» hide-likes=»false» hide-comments=»false» hide-sharing=»false» hide-download=»true»]Por otro lado, es obvio que las vacas no son culpables de generar esta huella ecológica sino los humanos al criarlas masivamente para saciar un consumo de carne por parte de las sociedades occidentales que no ha dejado de crecer desde la Segunda Guerra Mundial… seguro que nuestros abuelos nos han contado cómo antes la carne se comía una vez a la semana, si eso. Las vacas no son culpables sino víctimas de este sistema y otro dedo acusador se dirige a sus condiciones de vida, a cómo son transportadas y ordeñadas, inseminadas y separadas de sus terneros para que sigan produciendo leche, y finalmente a cómo son sacrificadas y despiezadas.
Me voy a centrar, pues, en este doble capítulo en la producción de carne de vacuno, ya que concentra los grandes dilemas en torno a la alimentación: la sostenibilidad, la nutrición y la consciencia a la hora de alimentarse. La producción de lácteos y otros productos de origen animal también generan una gran controversia y atraen acusaciones de este tipo, pero sin duda es la cría de ganado bovino la que está en el centro de la diana.
Para ello, entrevisto al director de la asociación Interprofesional del Vacuno (Provacuno), Javier López, y con el jefe del Programa de Investigación de Bienestar Animal del IRTA y miembro del panel de Sanidad Animal y Bienestar de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, Antonio Velarde. En la segunda parte de este díptico sobre la carne, hablaré con un experto en ganadería ecológica y vicepresidente de la Sociedad Española de Agroecología, Carmelo García, y con Francisco Vásquez, el presidente de Anima Naturalis, una ONG que promueve el veganismo.
El consumo cada vez mayor de carne desde los años sesenta del siglo pasado, como decía con la recuperación de las economías tras la Segunda Guerra Mundial, que se va copiando en los países emergentes según van mejorando su dieta – y occidentalizándola -, ha llegado a un punto crítico en el momento en que finalmente los estragos del calentamiento global que los científicos venían avisando desde los años sesenta han hecho que las sociedades modernas comiencen a cuestionarse el impacto climático de cada filete de ternera que se comen. Si seguimos comiendo al ritmo actual y las proyecciones demográficas se cumplen, según previsiones de la FAO, en 2020 harán falta seiscientos millones de toneladas de proteína y en 2050, mil millones de toneladas para atender a una población cercana a los diez mil millones de personas.
Las vacas producen un 14.5% de los gases de efecto invernado derivados de actividades humanas en todo el mundo, según la FAO. Casi un 30% del total global de la tierra sin hielo se dedica a la producción de carne de ganado bovino, lo cual es mucho más que para producir carne de cerdo o pollo porque el volumen del animal y sus necesidades de pasto son mucho mayores… Muchos bosques se talan para despejar esta tierra también, especialmente en América Latina y como vimos tristemente con los incendios en el Amazonas el año pasado, especialmente en Brasil.
No hay que olvidar la cantidad de agua que se necesita para producir cada kilo de carne de vacuno, 15.000 litros de acuerdo con el organismo de alimentación y agricultura de la ONU, y la cantidad de grano que se cultiva para alimentarlo cuando está en fase de engorde o con vacas productoras de leche, que puede ser soja procedente de monocultivo o cereales. Por último, los purines, la mezcla de los excrementos sólidos y líquidos del ganado que se almacenan en balsas y se utilizan para fertilizar el suelo agrícola, son fuente de contaminación de suelos y aguas por la elevada concentración de nitrato y fósforo que la tierra no es capaz de absorber en su totalidad, según un informe del Instituto Alemán para la Investigación Económica (DIW).
Estos son los datos que presenté al director de la asociación Interprofesional del Vacuno (Provacuno), Javier López, quien no estuvo de acuerdo con ellos. López habla de un sector vacuno en España con una huella ecológica por detrás del transporte y la industria y que compensa sus emisiones con su papel en la alimentación de la población y con el mantenimiento de pastos y bosques mediante el pastoreo y la fertilización, y en transición hacia las emisiones neutrales en el año 2050.
Diversos estudios sitúan un consumo elevado de carne como un problema nutricional y de salud, detrás de numerosos y graves problemas como afecciones cardíacas, diabetes y obesidad.
El consumo excesivo de carne ha sido señalado como el origen de numerosos problemas nutricionales y como el causante de enfermedades coronarias y diabetes. Comer carne procesada de ternera o cerdo dos veces en semana eleva un 7% el riesgo de sufrir un infarto, la carne roja sin procesar eleva este riesgo en un 4%, q es lo mismo que aumenta si consumimos pollo dos veces a la semana, y aumenta las probabilidades de morir de una muerte temprana en un 3%, según un estudio publicado en el JAMA Internal Medicine que se llevó a cabo en 30.000 personas en Estados Unidos durante 30 años.
Este estudio se publicó unos meses después de otro análisis publicado en la publicación americana Anales de Medicina Interna, que dijo que los resultados no eran concluyentes y en todo caso, el cambio de dejar de consumir carne era mínimo así que podíamos seguir comiendo como hasta ahora. Por supuesto, aparte de la controversia entre grupos que abogan por una dieta vegetariana y la industria ganadera, los científicos encuentran discrepancias entre estudios y resultados…
Sin embargo, son mayoría los estudios que advierten sobre un consumo excesivo de carne, especialmente la roja, es decir de vacuno, caza o vísceras, y muy especialmente la procesada. Otro estudio sobre la población europea reveló que, por cada 100 gr de carne roja o procesada que consumamos, el riesgo de sufrir un infarto aumenta en un 19%. Hablaremos de estos datos con un experto en nutrición en el episodio sobre veganismo.
En España comemos mucha carne, dice Greenpeace en un informe de 2018. En cuanto a consumo de carne por persona al año, los españoles estaríamos en el segundo puesto europeo (sólo detrás de Luxemburgo) y en el decimocuarto mundial.
Y eso que llegamos al pico histórico en 2002 y desde entonces la tendencia es a la baja. De hecho, el año pasado el consumo de carne se desplomó por sexto año consecutivo, según el Ministerio de Agricultura y Pesca. De los 52 kg de 2014, en 2018 se pasó a los 47kg.
Sin embargo, la producción no deja de crecer, y es que España ya se ha convertido en el tercer exportador mundial de carne de cerdo, sobre todo a China gracias a los temores por la gripe porcina. De hecho, producimos más que nunca. Según el informe de Greenpeace, en 2016 se produjeron más de 6 millones de toneladas de carne, lo que significa un incremento de casi el 850% respecto a 1961.
¿Qué opina de estos datos el director de Provacuno? Pues que esto no es tan así.
Actualmente existe una gran sensibilización por parte de la sociedad en cuanto al bienestar animal, y se acusa al sector de la ganadería, sobre todo intensiva, de malos tratos en cuanto a los ciclos de inseminación, al hacinamiento de animales en condiciones poco higiénicas, a tabulaciones excesivas que impiden el normal comportamiento de los animales y aumentan su estrés y los episodios de violencia entre ellos…
El sector se rige por la normativa europea de bienestar animal y está desarrollando certificaciones de bienestar animal por parte de organismos independientes. ¿Y qué pasa con las imágenes denigrantes de explotaciones ganaderas? Para López, los vídeos de ubres sangrantes, vacas que aúllan de terror en el matadero o de dolor cuando les arrebatan a su ternero recién nacido, y otras que se cornean entre sí por tener poco espacio, se deben a malos tratos penados por la ley, no a prácticas regulares de la industria.
La industria ganadera europea se rige por códigos de bienestar animal establecidos por la Autoridad de Seguridad Alimentaria, la EFSA por sus siglas en inglés. El miembro del panel de Sanidad Animal y Bienestar de EFSA y jefe del Programa de Investigación de Bienestar Animal del IRTA, Antonio Velarde, me contó en qué consiste esto del bienestar animal.
Para empezar, se rige por el principio de las cinco libertades: El animal no sufre sed, hambre ni malnutrición, porque tiene acceso a agua y alimentos suficientes. No sufre estrés físico ni térmico, porque se le proporciona un ambiente adecuado, refugio y zona de descanso. Tampoco sufre dolor, lesiones ni enfermedades, así como miedo ni estrés, porque se evita su sufrimiento mental. Además, el animal es capaz de mostrar la mayoría de sus patrones normales de conducta, porque se le proporciona el espacio necesario y las instalaciones adecuadas, y se aloja en compañía de otros individuos de su especie.
Por supuesto, los animalistas dirán que esto son solo excusas para explotar a los animales como si fuéramos los amos y señores del mundo, y pudiéramos disponer de todas las cosas en él. Ya dedicaré un capítulo al veganismo, porque estas consideraciones son más éticas, y aquí estamos hablando de la producción de carne para su consumo humano, algo que se ha hecho desde los albores de la Humanidad y que se seguirá dando por muchos años… Solo ahora existe una concienciación sobre las condiciones en que viven y mueren estos animales. ¿Y por qué ahora nos preocupamos más por esto? Antonio Velarde cree que la clave es la empatía… y que el bienestar animal está íntimamente ligado al bienestar humano. Aprovecho para preguntarle por su opinión sobre el veganismo desde el punto de vista del bienestar animal.
La concienciación en torno a la reducción de la huella de carbono en la alimentación humana y evitar el sufrimiento y explotación de los animales, han causado que mucha gente esté eligiendo conscientemente no consumir carne ni derivados de las proteínas animales, como lácteos o huevos. Greenpeace recomienda rebajar en un 70% la carne consumida en una semana alrededor de 2030 y del 80% en 2050, mientras que la revista científica The Lancet afirma que debemos reducir nuestro consumo de carne a 300 gr a la semana en 2030. Estas son recomendaciones para consumidores en todo el mundo, pero Javier López de Provacuno dice que en España ya estamos en ese consumo y que ojo con eliminar la carne de nuestra dieta porque ciertas vitaminas y minerales esenciales presentes en la carne no pueden ser sustituidos por vegetales.
Todo esto apunta a una necesidad de reorientar la industria para asegurar la propia supervivencia del sector, y a ello se une la propia amenaza del cambio climático. El escenario de un aumento de la temperatura de la Tierra de 2° en 2050, según afirma la iniciativa FAIRR de denuncia de prácticas ganaderas intensivas, amenaza la rentabilidad de la industria. Los investigadores alertan de la muerte del ganado a causa de olas de calor, el aumento de los precios de la electricidad por los impuestos al combustible o del precio del pienso por el descenso de la productividad de las cosechas. Y además, hay proyecciones de consumo de proteínas alternativas como hamburguesas vegetales que dicen que estas opciones supondrán un 16% del mercado de la carne para 2050, pudiendo alcanzar hasta un 62% con la mejora de la tecnología y un mayor consumo. Hablaremos de estas opciones en la segunda parte de este podcast.
¿Cómo terminamos este episodio? Hablando de la opción de volver a lo orgánico. Dejar de lado formas de maximizar beneficios usadas en la producción intensiva como antibióticos subcutáneos, implantes hormonales, piensos de engorde, tabulaciones que restrinjan el movimiento de los animales, fertilizantes químicos y pesticidas para los pastos… y transicionar hacia una ganadería ecológica, con el bienestar animal y la calidad como objetivos prioritarios.
Un consumo de carne que sea también responsable con el medio ambiente. Por ejemplo, el pastoreo de vacas y otros rumiantes también supone un beneficio para el medio ambiente, ya que el forrajeo que realizan en pastos y bosques ayuda a reducir el riesgo de incendios y permite que la tierra se regenere y pueda almacenar más gases de efecto invernadero en el suelo que los que emiten las vacas en toda su vida.
MÚSICA:
Music from https://filmmusic.io
«Fearless First» by Kevin MacLeod (https://incompetech.com)
License: CC BY (http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)
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