Cómo pasar del cambio climático: la ignorancia voluntaria y el irracionalismo

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Últimamente cada vez que pongo las noticias o me llega una notificación de algún medio, me tengo que echar las manos a la cabeza. Es todo tan loco, tan acelerao, tan desproporcionado, que una ya apenas puede seguir el ritmo, y eso que soy periodista. Si tú que estás escuchando esto eres por ejemplo ingeniera de caminos o trabajas en una clínica veterinaria o en un restaurante, puede que ya todo te resbale hasta tal punto que miras el telediario como los conejos cuando se deslumbran por las luces de los coches. O peor, que directamente te pongas los tapones para los oídos y a charlar con tu voz interior.

A la actualidad de última hora y de análisis constante se añaden los memes, los vídeos de gatitos y los de caídas y otras chorradas, que crean como un runrún de fondo, un ruido blanco que hace un poco que ni sientas ni padezcas, que todo te de un poco lo mismo, que las noticias fuertes no te parezcan tan descabelladas… Igual hasta te tienen que limpiar la babita como me pasa a mí cuando veo ruedas de prensa de Trump y le veo ahí firmando en formato XXL. 

No sé si te acuerdas de un vídeo que subí a mis redes proponiendo realizar la hibernación humana, ¡y lo mantengo! No solo por el frío, sino por la que está cayendo en política internacional y nacional… cada vez dan más ganas de verdad no ya de hibernar aprovechando que es invierno, sino de desconectarse totalmente de nuestro apéndice digital, del móvil, de tirarlo por la ventana, y de retirarse a un refugio, al monte, ¡a donde sea que no pueda llegarnos la información, la desinformación, los vídeos, el tiktok…! 

Con toda la avalancha que nos llega por todos los frentes con pantalla habidos y por haber… tenemos el cerebro podrido. A ver, que yo me entere, ¿a ti no te cuesta un triunfo concentrarte? ¿Y recordar las cosas que acabas de ver o leer o te acaban de contar, básicamente porque tu cerebro está a mil estímulos? Vaya, menos mal, ya somos dos… ¡o cientos de miles de millones!

Tenemos el cerebro podrido

No sé tú pero yo estoy enganchadísima al móvil y mucho más allá de ver una peli revisando el insta cada dos por tres, nivel “voy a apagar la luz! pero antes un par de páginas y un par de shorts de YouTube” y te tiras media hora con encefalograma plano ahí dándole a los videítos y el libro que te ibas a leer muerto de risa en la mesilla de noche… y de verdad que si me graban en ese momento seguro que estoy con la boca abierta y es que te da igual, que sigues haciéndolo…

De hecho, lo de cerebro podrido no me lo he inventado yo, sino que resulta que es la palabra del año 2024, seleccionada por la Universidad de Oxford es “brain rot” (traducida como «putrefacción mental»), y se refiere no ya a que estemos ligeramente zombies así medio cucú, sino a algo un poquito más preocupante: el deterioro de nuestras capacidades mentales debido al consumo excesivo de contenido digital trivial. 

Los primeros en reconocerlo fueron los centennials y generación alfa en comunidades digitales, ya sabes que las generaciones más jóvenes tienen una elevada autoconciencia, y fueron capaces de reconocer el impacto tóxico que las redes sociales están teniendo sobre su salud mental. 

Genial porque ya lo tenemos identificado, pero es preocupante que se esté cebando precisamente en los jóvenes y niños, cuyo cerebro está aún en desarrollo. Si su capacidad e pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas se ven mermadas, estarán en desventaja para competir contra… una inteligencia artificial cada vez más avanzada.

Las generaciones más jóvenes están cada vez más en digital y cada vez lo sufren más… necesitan lo físico y lo están reclamando, están experimentando y cada vez valoran más el contacto presencial… sin embargo todo les empuja a un entorno virtual superficial y vacío.

Por eso hay cada vez más llamamientos a salir de las redes sociales de nuestros tecnomachos por excelencia, a volver a quedar en persona, a dejar de escuchar podcast cada vez que tienes 5 puñeteros minutos – culpable – y en vez de eso por ejemplo ir a ver un podcast en directo, a quedarnos en silencio, a leer, a desconectar.

Pero esto hay gente que entiende este alejarse de cierta información, de cierto contenido y ciertos medios de otra manera: quieren seguir enterándose de las cosas, pero quieren saber sólo lo que a ellos mismos les beneficia, aquello que da algún tipo de base que justifique su comportamiento, lo que da legitimidad a sus elecciones y su estilo de vida. Quieren saber lo que piensan los expertos, sí, pero solo aquellos expertos que les dan la razón a ellos, y que no sean demasiado difíciles de entender. Quieren a gente que solucione algún tema complejo con un lenguaje campechano en un reel de minuto y medio, y que además sean entretenidos y tengan opiniones muy fuertes.

Estamos hablando de lo que los psicólogos conocen como “ignorancia voluntaria”, perfecta para hacerme la sueca sobre las cosas que me resultan incómodas de saber, como por ejemplo qué pasaría si todos dejamos de ponernos vacunas contra el COVID, la gripe o la viruela por si nos inoculan vete tú a saber qué… ya existen estudios que alertan de que está volviendo el sarampión, que en niños puede ser muy grave, pero elijo no leerlos y mantener mi posición contra la vacunación.

También nos referimos a la ola de irracionalismo que sacude al mundo, en la que se ha desprestigiado a científicos, expertos, periodistas serios y cualquier profesión que conlleve una gran responsabilidad, se valora las emociones primarias y la voluntad por encima de la racionalidad, y se le da más credibilidad a influencers o youtubers que nos cuentan lo que apela a nuestras tripas, de forma contundente pero en formato breve y ligero. Nada de medias tintas, nada de matices, nada de intelectualismos.

De eso vamos a hablar en este nuevo episodio de “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”. Yo soy Paula Martín, formada en periodismo y antropología, y te doy la bienvenida una semana más a este podcast en el que nos preguntamos esta vez cómo es posible que, teniendo el pedazo de cerebro que tenemos y la capacidad de pensar en abstracto, y teniendo el acceso casi ilimitado que tenemos a información seria y de calidad, que es una combinación que nunca antes se había dado en la historia de nuestra especie, pues nuestro tiempo actual esté contemplando cómo nos hacemos más burros – con perdón de los burritos – de manera voluntaria. Y que las consecuencias de esto puedan ser muy peligrosas. 

La ignorancia voluntaria

Te voy a empezar hablando sobre qué es esto de la ignorancia voluntaria, que todas hemos practicado – no digas que no que te veo – y que básicamente consiste en rechazar enterarse de cierta información que por lo que sea nos viene mal saber.

Según un meta análisis sobre la ignorancia voluntaria que reúne 22 estudios en los que participaron 6.500 personas, un 40% de los encuestados eligen no conocer las consecuencias de sus actos sobre otros, por ejemplo no saber qué le pasará a las vacas en explotaciones intensivas y al planeta con las emisiones de metano y CO2 que producen esos millones de vacas si estas personas siguen comiendo carne roja 3 veces a la semana, o si votan para que les bajen los impuestos, que son los que pagan la seguridad social, o si permiten que algunos políticos vulneren los derechos de personas LGTBIQ+, migrantes o personas que viven en la calle. 

Se trata de una especie de ignorancia egoísta, según la cual, a pesar de poder acceder a la información sobre las consecuencias de nuestros actos, de poder profundizar, consultar expertos y contrastar información… mucha gente prefiere no hacerlo. Un poco como el cherry-picking del que hablábamos en el anterior episodio con el doctor en neurociencia Pablo Barrecheguren: elijo la información que me viene bien a mi propia opinión y convicciones, y el resto la ignoro, porque no me viene bien. Esto se llama el sesgo de confirmación. 

Y es aquí donde Internet juega un papel clave, ya que podemos creer ciegamente en ideas que en otros tiempos nos habría hecho quedar como unos descerebrados… si encontramos a otros que se unan a nosotros para defender a capa y espada esas ideas.

¿Por qué creéis que los conspiranoicos de cualquier tipo se mueven en enjambre, como las avispas? Porque se dan like los unos a los otros a comentarios que se mofan de estudios científicos, o que rebaten a expertos con argumentos loquísimos que ellos piensan que quedan súper serios – esto lo he vivido yo con los terraplanistas o mismamente en YouTube divulgando sobre cambio climático y me ha parecido súper bizarro… – 

Un comportamiento que encaja muchísimo con esa necesidad de que nuestras ideas se vean reforzadas por los otros, los que siento como pertenecientes a mi comunidad. Stefan Lewandowski, el investigador que ha estudiado la desinformación sobre cambio climático, alerta de que, aunque esos comentarios e ideas se desacrediten en el mismo momento, vuelven a aparecer, por lo que las llama ideas zombies… y no son inocuas, sino que tienen un gran impacto psicológico porque restan credibilidad al resto de estudios y datos publicados… un poco como una gota malaya que va calando poco a poco, ¿verdad? 

Es por ello que, si llegas a discutir con alguien por cosas como el cambio climático, en vez de decirle que está equivocado, yo te aconsejo buscar puntos en común, en los que puedas estar de acuerdo con quien te rebate, para tender puentes de identificación. Si crees que merece la pena y que es posible dialogar con esa persona y llegar a alguna conclusión, ¿eh? Que yo a veces prefiero tirar de humor e ironía para rebajar la tensión… o paso directamente en cuanto me llaman zurda, woke, me preguntan cuántos pinchazos llevo ya o quién me paga para decir mentiras, vaya. ¡Que la paciencia de una tiene un límite! 

Pero claro, si los mayores negacionistas del cambio climático están en la casa blanca, uno es propietario de la red social más importante del mundo y otro se pasa el día tuiteando y millones de bots le dan la razón… es muy fácil manipular estos mecanismos cognitivos en favor de quien tiene intereses específicos en contra de que se actúe para frenar el calentamiento global.

Esta forma de proceder de la ignorancia selectiva va en contra no ya del altruismo, sino del bien de la sociedad en su conjunto… porque refleja un individualismo desacomplejado de quien busca su interés propio aunque sea a costa de hacer daño al resto.   

Además, hay ciertos sesgos cognitivos que parece que juegan en nuestro favor… pero en realidad juegan en nuestra contra. Por ejemplo: el sesgo del optimismo, que afecta a prácticamente el 90% de la población y por el cual creemos en la ilusión de que todo nos irá mejor que al resto. 

Un poco ir por ahí delulu total, el hombre vive de ilusiones y todo eso… y este sesgo nos hace pensar que a nosotros no nos afectará el cambio climático, que somos invencibles y que a nosotros no nos tocará sufrir una inundación como a nuestros valencianos, o que nuestra casa sea pasto de un incendio de fuerza 5, como a los millonarios de California, o que el calor extremo no afectará a nuestra salud. Menospreciamos las consecuencias individuales que un proceso como el calentamiento global tendrá sobre cada uno de nosotros. Y de esa manera, pasamos olímpicamente de la información sobre este tema… ya que a nosotras no nos afectará tanto como a la gente que sale en las noticias. Nosotras nunca saldremos en las noticias como damnificadas del calentamiento del planeta. 

Es decir, tenemos un cerebro muy reacio a creer en los desastres, y muchos llevan 50 años oyendo a los ecologistas, científicos, climatólogos que alertan del cambio climático como el que oye llover.

Además, la civilización occidental ha alcanzado niveles de desarrollo industrial y tecnológico nunca vistos gracias a la idea de que el hombre es superior a la Naturaleza  y debemos dominarla para obtener de ella el máximo provecho únicamente para nosotros, los seres humanos. Estas ideas fuerza constituyen otro sesgo cultural que se conoce como cuadro cognitivo, es decir representaciones del mundo con las que convivimos desde hace muchísimo tiempo y que nos sirven para interpretar la realidad. 

Esta forma de actuar nos ha servido hasta ahora para salvarnos de pandemias, hambrunas y sobrevivir en entornos hostiles o a grandes catástrofes, y aunque tengamos los datos, la información para saber que nos está llevando al desastre climático cada vez más rápido, seguimos erre que erre reincidiendo en lo que nos ha servido en el pasado. Como un perrillo de Pavlov, ¡pues así mismo! 

Pero ojo, no todo está en nuestra resistencia a creer lo que es incómodo, en nuestros hábitos y creencias… también se han puesto en marcha campañas de desinformación por parte por ejemplo del lobby de las petroleras, con la creación de institutos de investigación falsos que distribuían estudios llevados a cabo por supuestos científicos que ¡oh, sorpresa! decían por ejemplo que las alertas de los científicos son exageraciones, o que siempre hubo cambios climáticos y, como no se puede hacer nada, lo mejor es… no hacer nada. Los bulos, la confusión, las fake news han hecho también mucho daño al alimentar ideas dañinas y al hacernos dudar de la ciencia, los medios de comunicación serios o los políticos que realmente quieren lograr un cambio positivo… hasta el punto que todo vale.

Y si todo vale, me voy a guiar por lo que me nace de las tripas, por lo que “me nace hacer”, por las emociones, por mi voluntad. Así llegamos al irracionalismo.

El irracionalismo

El mundo actual se mueve cada vez más por las emociones, y no tanto por la razón – si es que alguna vez nos hemos movido de manera totalmente racional. Parece que son las redes sociales las que hacen que triunfen las propuestas políticas y de vida más extremas, que apelan a sentimientos viscerales y al odio al diferente, como forma de encontrar a tu tribu, de darle forma a un grupo con el que sentirse identificado y al que pertenecer, que son los dos elementos clave de la vida en sociedad que necesita homo sapiens.

Los algoritmos de estas redes digitales que para mí ya son más de entretenimiento que sociales, se activan con las emociones extremas y específicamente con la indignación como descubrió un estudio publicado en la revista Science.

 La creciente incertidumbre en torno al futuro es el caldo de cultivo perfecto para una bomba de relojería.

Los científicos son atacados en Twitter, los expertos en cualquier área son puestos en duda por gente que no tiene la formación ni la cultura ni la experiencia específica necesarias ni para empezar un debate en torno a temas en los que, a pesar de su ignorancia, se creen expertos por haber visto un par de vídeos en YouTube. El conocimiento se desprecia, se glorifica la voluntad y actuar movido por emociones muy fuertes y por el interés egoísta del individuo aislado. 

A este pensamiento se le conoce como el irracionalismo, algunos de sus teóricos son Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, los filósofos del futurismo italiano… y en él encontró su base teórica el fascismo y nazismo de principios del siglo XX que estamos viendo revivir en la mayoría de países del Norte global, y que conquista cada vez más gobiernos.

Estos filósofos hablan sobre las fuerzas que mueven la historia centrándose en lo intuitivo, lo vital, lo irracional del ser humano, en contra, o por encima de la comprensión racional del mundo objetivo. Tenemos para empezar a dos alemanes, uno bastante amargado con cómo es el ser humano, y otro encantado de que seamos como lobos entre nosotros. 

Empezamos por el que dice que somos unos resentidos, amargados, atormentados… ¡un asco de homínidos, vaya! Schopenhauer está considerado el máximo representante del pesimismo filosófico, y escribe que la esencia de la realidad está dominada por la voluntad, que mueve a los individuos y la historia de la Humanidad más allá del control consciente. Para este señor avinagrado, no podemos esperar que la felicidad nos la dé el mundo porque el mundo lo único que me va a dar son disgustos ya que todos los seres humanos somos horribles… ¿a dónde nos lleva esto? Lo has adivinado, ¡al individualismo más descarnado!

Nietzsche celebra lo irracional, lo instintivo, lo vital, en la vía dionisíaca, que es la verdadera esencia de la existencia humana. Para el filósofo alemán, el ser humano no se guía por la lógica ni por la moralidad convencional, sino por la voluntad de poder, que es un impulso inherente de dominar y trascendernos a nosotros mismos. 

Veis por dónde van los tiros, ¿no? Pues sí, vamos a poner un ejemplo muy de gymbros actuales que se fija en la caída del Imperio romano, que puebla los sueños húmedos de estos chicos musculados, y que según la teoría de Nietzsche, no fue un fallo del sistema, sino que el caos, la violencia y la guerra forman parte de esta voluntad de poder y por lo tanto son manifestaciones de esas fuerzas vitales de cambio en la historia. 

Vamos, que incluso pueden llegar a ser deseables porque propician el cambio, la limpieza, la purificación… y aquí veríamos un triste ejemplo actual en la limpieza étnica de la franja de Gaza, ya que los atentados que dieron inicio al insoportable genocidio que estamos viviendo proporcionan una excusa muy buena para una violencia sin medida. También el presidente argentino Javier Milei avisó de que sus ajustes económicos hechos a golpe de motosierra iban a causar mucho dolor… pero eran necesarios para sanear la economía. Trump mismo lo dice con los aranceles en Estados Unidos, que pagarán sus compatriotas. ¡Qué se le va a hacer, quien bien te quiere te hará sufrir!

“Queremos glorificar la guerra, única higiene del mundo, el militarismo, el patriotismo y el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas que matan y el desprecio a la mujer” escribió el italiano Filippo Tommaso Marinetti en 1909, en su manifiesto futurista que serviría de base ideológica y cultural a Mussolini. Marinetti odiaba los museos, quería prenderle fuego a las bibliotecas… ¿te suena de algo?

Y qué curioso también que tanto los teóricos del irracionalismo como los líderes fascistas y los actuales políticos de la ultraderecha mundial odien con tanto ardor a las mujeres y busquen siempre controlarlas, someterlas y atribuirles todos los males, ¿no?

El zeitgeist de nuestro tiempo, el espíritu de nuestra época, parece ser el orgullo de la ignorancia y la brutalidad. Y es que también hay mucha gente que desprecia a los intelectuales, científicos, expertos… porque les hacen conscientes de su propia ignorancia, les hacen sentir inferiores… algo que en parte puede deberse a la arrogancia de algunas de estas figuras de autoridad intelectual. 

Y las personas que se sientan en cierta manera ofendidas, tratadas como ignorantes, se rebelan contra esto. Un poco también como esa rebeldía contra la supuesta superioridad moral de la izquierda. La humildad intelectual y la empatía son necesarias especialmente en aquellos que más saben… porque solo de esa manera podrán escuchar a los otros, aprender de ellos… y tender puentes de entendimiento en caso de que se necesite convencer a otras personas de cosas importantes, como la necesidad de comer menos carne o vacunarse, por el bien de todos.

Ojo, también hay que tener en cuenta que el reconocimiento de la propia ignorancia y la duda están en la base de la ciencia y del periodismo, y esto es un poco lo contrario de la arrogancia, ¿no? Los científicos y la gente informada que se preocupa tienen dudas, desconfían, contrastan información, hacen experimentos, toman datos, hacen comprobaciones. No son ingenuos y crédulos como los conspiranoicos nos quieren hacer creer cuando les acusan con agresividad de estar pagados por vete tú a saber quién. ¡Si dedicarse a la investigación es vivir en la miseria y la precariedad!

Pero… ¿significa todo este clima violento, este desprecio de la intelectualidad, de la prensa, de las instituciones que describe Siegmund Ginzberg en su libro “Síndrome 1933” al hablar de cómo se vivió la época prebélica en Europa, que nos dirigimos irremediablemente hacia una reedición del fascismo? 

Cuidado, no tiene por qué. Conocemos todos los mecanismos que llevaron a las fuerzas fascistas a amasar un poder ilimitado, y aunque vemos que están siendo aupadas de la misma manera, por medio de elecciones y alianzas con partidos de derechas, hay mucha, mucha gente que conoce la historia, y que puede hacer cosas.

Hoy en día los ciudadanos están mucho más informados, formados, concienciados y conectados, y hay muchas muestras de que muchas personas, comunidades, grupos sociales e instituciones y empresas van a hacer todo lo que esté en su mano para que esto no ocurra. 

Además, cuidado con dejarse llevar por el desánimo y ahogarnos en la avalancha de malas noticias, cada vez más brutas, oscuras y de mal augurio que protagonizan fantoches vociferantes con ninguna consideración hacia la vida y los derechos de los demás. 

Sí, hacen mucho ruido. Sí, copan la agenda informativa. Pero también hay otras noticias que no hacen tanto ruido, que quizá estén sepultadas por las malas noticias… y que pueden ser mucho más importantes porque, calladamente, se están produciendo movimientos y corrientes muy profundas para contrarrestar a la ultraderecha y salvaguardar los derechos que tanto trabajo nos ha costado conseguir.

El escepticismo optimista y la inteligencia holomidal 

Entonces, ¿qué hacemos? Hay dos conceptos que te voy a proponer a modo de conclusión y después tú me cuentas si nos pueden servir para replantearnos cómo sanear nuestro cerebro y cómo poner nuestros cerebros y nuestra inteligencia emocional en común para salir de este atolladero, ¿vale?

El primero es el escepticismo optimista, propuesto por el director del Laboratorio de Neurociencia Social en la Universidad de Stanford Jamil Zaki, que está hasta las narices del cinismo del mundo actual. Todos intentamos ser más listos que el otro y decirle lo ingenuo que es… y no hay nada que pudra más no ya el cerebro, sino el corazón. 

El cinismo es la creencia de que la gente en general es egoísta, codiciosa y mentirosa, el concepto preferido de Schopenhauer, vaya. Y está en aumento, porque solo un tercio de los norteamericanos piensa que puede confiar en otra persona. 

El cínico se cree más astuto que el ingenuo y así lo cree un 70% de la población en Estados Unidos… pero falla clamorosamente, porque como ya sabemos, homo sapiens es un ser social. Sin el otro, no puede sobrevivir. Y además, porque lo que hace un cínico es desconfiar del resto, confiar solo en lo que ya sabe… por lo tanto está cerrado a la evidencia, al conocimiento empírico… y es más vulnerable frente a quien quiere manipularle.

Zaki propone evolucionar hacia un escepticismo optimista: por un lado, pensar como un científico en el sentido de necesitar más información y pruebas y datos que certifiquen que algo es cierto; por el otro, descubrir que, cuando hacemos esto y dejamos de fijarnos en las malas intenciones que puede tener la gente, las personas empiezan a ser bastante más majas y dignas de confianza de lo que pensaría un cínico. Solo de esa manera se puede empezar a construir una comunidad basada en la confianza mutua.

Esto nos lleva al segundo concepto, a la “inteligencia holomidal” que propone el experto en I+D, inteligencia colectiva y actos evolutivos Jean-François Noubel. El investigador, que se interesa por cómo transformar nuestra economía más allá de la economía extractiva que ha dado lugar al calentamiento global, ha creado este neologismo a partir de la fusión de entre los conceptos «holístico» y «piramidal», que da lugar a un tipo de inteligencia colectiva sin cadenas de mandos ni grupos de poder. 

La “inteligencia holomidal” sería un tipo de inteligencia a través de la cual se establecen redes sociales capaces de actuar como una supraestructura inteligente que cuida de cada uno de sus individuos. Un tipo de estructura que permita “que cada uno de nosotros formemos parte del cerebro, como una red neuronal; es decir, que formemos parte de la solución y del propio cuerpo: tarde o temprano, dejaremos de ser homo sapiens para convertirnos en holo sapiens”.

¿Te parece ciencia ficción o demasiado ingenuo? Bueno, solo tienes que observar la Naturaleza para darte cuenta de ejemplos entre las especies más exitosas de nuestro planeta, como las hormigas que piensan todas a una… solo que nuestro cerebro mide 1.350cm3 y contiene cerca de 20 billones de neuronas. Si nos miramos a nosotros mismos hace unos pocos miles de años y tomamos consciencia de que cuando hemos evolucionado ha sido cuando hemos puesto a trabajar nuestros cerebros en comunidad para el bien del grupo… piensa en lo que podríamos llegar a ser capaces de hacer.

Pues nada, lo dejo aquí por todo lo alto y te animo a que compartas este episodio con quien esté un poquito al borde de un ataque de nervios con la que nos están liando en la política internacional, con quien esté pelín podridita del cerebro, con quien le pueda gustar, vaya! Y darle me gusta y seguir en la plataforma donde me estés escuchando y viendo para seguir dándome oxígeno! Recuerda que subo más contenido a mis redes sociales y que me puedes decir lo que quieras por el medio que te dé la gana. ¡Un abrazo fuerte y cuídate mucho hasta la semana que viene!


Bibliografía

Libros

“Síndrome 1933” Siegmund Ginzberg. Ed. Gatopardo. https://gatopardoediciones.es/libros/sindrome-1933/

Papers

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Killian L. McLoughlin et al. ,Misinformation exploits outrage to spread online.Science386,991-996(2024).DOI:10.1126/science.adl2829 

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Carlos Alberto Navarro Fuentes (2021) La humildad intelectual como problema ético, epistemológico y cognitivo. Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, ISSN 0034-8252, Vol. 60, Nº. 158, 2021, págs. 81-92 https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/filosofia/article/view/43894/48812 

Lewandowsky S. Climate Change Disinformation and How to Combat It. Annu Rev Public Health. 2021 Apr 1;42:1-21. doi: 10.1146/annurev-publhealth-090419-102409 

Artículos

El diagnóstico del ‘brain rot’: más que fatiga mental

https://telos.fundaciontelefonica.com/el-diagnostico-del-brain-rot-mas-que-fatiga-mental

El mundo es un asco completo: Schopenhauer tenía razón https://www.elconfidencial.com/cultura/2024-11-21/schopenhauer-filosofia-pensamiento_4004773/ 

El sarampión está de vuelta en España: estos son los riesgos y la forma de prevenirlos

https://elpais.com/sociedad/2024-03-21/el-sarampion-esta-de-vuelta-en-espana-estos-son-los-riesgos-y-la-forma-de-prevenirlos.html

https://telos.fundaciontelefonica.com/el-diagnostico-del-brain-rot-mas-que-fatiga-mental

https://elpais.com/tecnologia/2024-05-30/los-titulares-enganosos-en-medios-tradicionales-son-mas-peligrosos-que-las-noticias-claramente-falsas.html

https://elpais.com/tecnologia/2024-11-24/de-bannon-a-musk-la-decada-que-convirtio-la-desinformacion-en-la-nueva-normalidad.html

https://telos.fundaciontelefonica.com/por-que-abandonar-x-twitter-no-lleva-a-ninguna-parte

https://elpais.com/tecnologia/2025-02-12/el-odio-se-disparo-en-twitter-tras-la-llegada-de-elon-musk-y-su-impacto-es-mas-profundo-de-lo-esperado.html

El Futurismo de Marinetti condujo directamente al fascismo https://www.entreletras.eu/ensayo/el-futurismo-de-marinetti-condujo-directamente-al-fascismo/ 

Se busca inteligencia colectiva para reparar el planeta https://ethic.es/2022/05/se-busca-inteligencia-colectiva-para-reparar-el-planeta/  

Podcast

El irracionalismo https://open.spotify.com/episode/7y2wvLhKognyKNyv9mWPnk?si=TDLfdDYOSVeOyfpMN95rXQ&context=spotify%3Aplaylist%3A37i9dQZF1FgnTBfUlzkeKt  

Arsénico Caviar – episodio 60 – A favor del refugio

Can Hopeful Skepticism Replace Harmful Cynicism?

https://www.scientificamerican.com/podcast/episode/the-science-of-cynicism-and-the-transformative-psychological-power-of-hope/?

Vídeos

Mi cerebro ignora el cambio climático https://www.rtve.es/play/videos/la-noche-tematica/cerebro-ignora-cambio-climatico/6576320/ 

Neurociencia del cambio climático: Descifrando nuestra inacción | SLICE Iberia | DOCUMENTAL COMPLETO

Crisis climática: ¿nos impide el cerebro salvar el mundo? | DW Documental

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