Hoy 8 de Marzo es el Día Internacional de la Mujer. Te mando un gran abrazo a ti, que me escuchas, seas mujer o seas hombre, porque la celebración de este día es un gran triunfo y todos debemos cuidarlo y ensalzarlo para que nos dé aliento cada año.
Quizá me escuches de camino a una jornada de reivindicación, quizá estés trabajando, quizá me escuches otro día por la razón X. Espero, eso sí, haberme encontrado contigo, no físicamente, sino en el convencimiento de todo lo que hay que cambiar y en la emoción de tener una oportunidad tremenda de hacerlo sin vuelta atrás, a pesar de todo. No estamos todas, pero las que estamos tenemos muchas razones por las que salir a la calle, abrazarnos y reconocernos.
Saldremos a la calle por las asesinadas, violadas, maltratadas y silenciadas, por aquellas que han sido criminalizadas y ridiculizadas por ser feministas. Se las ha llamado ridículas, brujas, antihombres, asesinas a aquellas que ayudaban a otras mujeres a decidir si querían ser madres o no, si querían decidir sobre su cuerpo. Y lo han hecho con mucha saña en los últimos años. Quizá sepan que ya no vamos a aceptar el silencio y la sumisión, los abusos y los maltratos. Que somos iguales y que reclamamos los mismos derechos, trato y oportunidades. Su violencia son reacciones desesperadas en contra la de emancipación y el empoderamiento de las mujeres, que es ya imparable. Ya no seremos la víctima de la película, queremos ser la prota.
Las que estamos, hemos juntado nuestras energías en las calles, nos hemos hermanado y hemos gritado con una sola voz para pedir igualdad, porque esta es la generación de la igualdad. Y no nos conformaremos con menos.
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El ecofeminismo funde feminismo y ecologismo en una única corriente de pensamiento y movimiento social que sitúa el sometimiento de la mujer y la sobreexplotación del medio ambiente bajo una misma bota: la de un sistema económico patriarcal que canibaliza los recursos naturales como lo hace con los cuerpos femeninos, en pos de un crecimiento económico sin ningún tipo de límite, ni siquiera los que la crisis climática se está encargando de hacernos notar.
El ecofeminismo defiende que el modelo económico y cultural occidental se ha desarrollado de espaldas a las bases materiales y relacionales que sostienen la vida y que “se constituyó, se ha constituido y se mantiene por medio de la colonización de las mujeres, de los pueblos “extranjeros” y de sus tierras, y de la naturaleza”, como denuncian María Mies y Vandana Shiva.
He hablado de ecofeminismo con Dina Garzón Pacheco, Coordinadora de la Red Ecofeminista, Ingeniera española miembro de Xenergia, Cooperativa Mujeres con Energía, que se declara emocionada por el gran impulso que vive el feminismo a nivel mundial, y en particular el ecofeminismo.
El medio rural y las mujeres que lo habitan son las grandes desconocidas del territorio, como escribe la ganadora del premio Nacional de Juventud de Cultura 2019 y premio Orgullo rural, María Sánchez.
Un feminismo de hermanas y tierra
¿Qué pasa con la voz de las más olvidadas entre todas, las mujeres del entorno rural a las que les fue negado el privilegio de la lectura y la escritura, y por tanto, de darle volumen a su voz, de contar su historia y poder decir “yo estuve viva”?
María Sánchez quiere que las mujeres de su familia, abnegadas trabajadoras del mundo rural, madres y compañeras, y que tantas otras mujeres del medio rural, se reconozcan y recuperen su espacio. Así lo escribe en su libro “Tierra de mujeres”, que para mí fue un golpe tremendo al reconocer la doble condena al olvido que han sufrido las mujeres del campo durante toda la Historia: primero, por campesinas, por habitantes de pueblos y tierras de cultivo, y segundo, por mujeres, que trabajan sin descanso y sin reconocimiento ni paga, y que no figuran por ninguna parte como seres sociales dignas de ser titulares de tierras, propietarias de casas, dueñas de negocios ni poseedoras de una voz y un voto.
María es veterinaria de campo y escritora. Es la tercera generación de su familia en dedicarse a la medicina veterinaria en el medio rural, y sin embargo, la primera mujer de su familia que lo hace. Ella escribe en este ensayo tan íntimo, tan descarnado y tan militante que desde pequeña no quería ser como las mujeres, quería ser fuerte, trabajar el campo, dedicarse a sanar a los animales de la ganadería extensiva, ser tan autónoma y digna de que se la tuviera en cuenta en la ciencia, como los hombres de su familia.
Poco a poco fue dándose cuenta, con amargura y sin embargo una cierta ternura porque restituía la dignidad y el respeto hacia sus familiares femeninas, de que en realidad las mujeres habían dado su trabajo incansable, su voz, todo su amor, para que los hombres de su familia llegaran a ser lo que son, para que todo funcionara y fuera cada vez a mejor.
“Sin las mujeres, el medio rural no existiría”. Así reza el titular de una entrevista que le hicieron a Sánchez, y que en un contexto en el que cada vez la población se concentra más en las ciudades, en el que los pueblos se vacían de jóvenes y sus habitantes mueren y sus casas se cierran para siempre, es una aseveración muy acertada y necesaria.
Y ¿por qué se vacía el campo? Porque aceptamos que sus pobladores no puedan acceder a servicios esenciales como el resto de los ciudadanos, lo cual agrava la desigualdad que sufren sus mujeres, porque los denostamos como ciudadanos de segunda, los despreciamos como ignorantes y perpetuadores de tradiciones bárbaras, y los convertimos en estampas bucólicas y poéticas sin voz ni más identidad que la que les queremos dar cuando se nos ocurre ir a dar una vuelta al campo.
Y sin embargo, iniciativas impulsadas por mujeres están buscando reafirmar esa misma identidad, hablar en primera persona, y hacerlo en femenino. Iniciativas innovadoras, que buscan dar un futuro a la vida rural, como las Ganaderas en Red o las Ramaderes de Catalunya, que se sirven de nuevas tecnologías y redes sociales para dar a conocer el verdadero rostro del medio rural. El feminismo ha germinado en el campo, y las mujeres rurales cada vez más toman la palabra y el bastón de mando, se ‘significan’ como antiguamente se decía a decir lo que pensabas en un entorno donde todo el mundo se conoce, como los pueblos.
“El que trabaja es el hombre” es una idea que está grabada a fuego en el imaginario popular. Él trae el dinero, fruto de su trabajo, al hogar, donde la mujer lo transforma en alimentos, en ropa, en cobijo, limpieza, orden y cuidado de pequeños y grandes. Sólo él tiene derecho al descanso al finalizar su jornada, mientras que la jornada de las mujeres no termina nunca.
Todas hemos escuchado alguna vez a las mujeres de nuestra familia decir al final del día “esta es la primera vez que me siento en todo el día” y nos hemos reído, ¿verdad? Quizá habría que cambiar el verbo ‘sentar’ por ‘relajarse’, y aún así no estaríamos llegando a un verdadero descanso para estas mujeres, que aún sentadas, tienen la famosa ‘carga mental’ rondándoles por la cabeza: ¿me he dejado algo por hacer?, organizar el trabajo del día siguiente, las tareas y listas interminables de compra, el balance de los gastos y lo que hace falta, lo que cada uno de la familia está haciendo y si se encuentran bien…
En el campo, además, hay que bajar a la era a ‘ayudar’ al hombre, el que sea. Es decir, trabajar codo con codo con él, pero sin que ese esfuerzo se reconozca como trabajo. Recoger al ganado, alimentarle, ordeñar, cuidar el huerto… y luego todas las tareas domésticas, que hasta hace pocos años eran durísimas, y cuidar de los hijos… además de amamantarles y llevarles en el útero mientras se seguía trabajando al mismo ritmo.
Mujer indígena, narrativas de la Tierra y el ecofeminismo en Latinoamérica
En 2017 se calculaba que existen en el mundo 1.600 millones de mujeres campesinas (más de la cuarta parte de la población), pero sólo el 2% de la tierra es propiedad de ellas y reciben únicamente el 1% de todo el crédito para la agricultura.
Esta situación es especialmente lacerante en América Latina, donde herencias colonialistas perpetúan las desigualdades entre grandes terratenientes y pequeños productores, y la situación se agrava aún más si hablamos de mujeres… llegando a tocar fondo si hablamos de mujeres de pueblos originarios.
Geovanna Lasso cree que las mujeres en los países en vías de desarrollo se verán aún más afectadas por los efectos del cambio climático y nos da las claves para comenzar un camino a la sostenibilidad y la soberanía alimentaria con un enfoque femenino. Su campo de estudio es el sistema agroalimentario desde la mirada de la ecología política, y con ella he hablado de política extractivista, la concentración de la tierra y los monocultivos, y cómo todo esto está afectado de manera devastadora a las mujeres. Geovanna es parte del Colectivo Agroecológico y del Colectivo de geografía Crítica del Ecuador.
MÁS RECURSOS PARA SEGUIR INVESTIGANDO:
Más tierra para las mujeres, mayor seguridad alimentaria para todos http://www.fao.org/americas/noticias/ver/es/c/320313/
La tenencia de la tierra de las mujeres en América Latina https://www.servindi.org/actualidad-noticias/20/02/2017/la-tenencia-de-la-tierra-de-las-mujeres-en-america-latina
‘Female cocoa farmers paid as little as 23p a day’ https://www.bbc.com/news/business-51604345
Carmen Diana Deere y Magdalena León, Género, propiedad y empoderamiento: tierra, Estado y mercado en América Latina, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2000. http://www.bdigital.unal.edu.co/1388/3/01PREL01.pdf
Derechos de papel. Mujeres y derecho a la tierra en América Latina https://elpais.com/elpais/2018/01/21/contrapuntos/1516575410_928926.html
ONU Mujeres: Acceso de las mujeres indígenas a la tierra, el territorio y los recursos naturales en América Latina y el Caribe https://lac.unwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2018/12/acceso-de-las-mujeres-indigenas-a-tierras
Libro La Gran Encrucijada. Sobre la crisis ecosocial y el cambio de ciclo histórico https://www.fuhem.es/Landing_LaGranEncrucijada/lan_LaGranEncrucijada.html
MÚSICA:
Laid Back Guitars by Kevin MacLeod
Link: https://incompetech.filmmusic.io/song/3964-laid-back-guitars
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