Un cambio de verdad, con Gabi Martínez

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Toca hablar de un cambio de verdad. No de los gestos, del postureo, de las fotos de Instagram, sino de un cambio profundo de mentalidad que es imprescindible para seguir adelante con esta investigación.

Formas de producción, de consumo, pero también en nuestra relación con el entorno. De la forma en que vivimos y viajamos. Y de cómo esto que estaba en marcha bien encarrilado justo antes de que estallara la pandemia, se ha visto trastocado para siempre con el estallido de la crisis del coronavirus. Estamos en un momento crucial de la historia de la Humanidad, un momento de inflexión que determinará nuestro futuro, y el coronavirus parece – y en muchos aspectos es – el último recordatorio de la Naturaleza de que ya no nos quedan más cartuchos, de que nos quedamos sin oportunidades de frenar los efectos del calentamiento global o incluso de mitigarlos.

Y este cambio de verdad es también el título de la nueva obra del escritor Gabi Martínez, que comenzó escribiendo sobre grandes viajes y ha hecho todo el arco, toda la evolución hasta hablar del entorno y la naturaleza, y convertirse en un fiel espejo de los cambios tremendos que está sufriendo nuestro planeta, y en proponer soluciones que vayan más allá de lo que ya hace tiempo que se demostró más un gesto que un verdadero compromiso con el medioambiente, como el reciclaje que no va acompañado de una reducción del gasto y del desperdicio.

Hablé con Gabi durante el confinamiento, cuando su libro estaba a punto de publicarse, y creo que tiene más sentido escuchar nuestra conversación ahora porque hablamos de “Un cambio de verdad”, su libro, y de lo que nos propone ese cambio de verdad. Gabi se fue a buscar sus orígenes en la que llaman la Siberia extremeña, a un pueblo en el que había vivido su madre cuando era niña, y a cuidar de unas ovejas negras como las que ella pastoreó. De hecho, ha fundado una asociación de apadrinamiento de ovejas, la Asociación Caravana Negra.

Hablamos de la resistencia heroica de quienes proponen formas sostenibles de producción, de cómo el coronavirus ha cambiado por fuerza nuestra forma de viajar, y cómo estos viajes deberían cambiar a partir de ahora si queremos realmente relacionarnos con el entorno en vez de quedarnos solo en la superficie. De esas ovejas negras a las que tal vez deberíamos de prestar un poco más de atención porque son el canario en la mina, que nos avisa de que se nos está acabando el oxígeno.

De rewilding o asilvestramiento, y cómo la ciencia y la tecnología pueden ser nuestros mejores aliados para poder integrarnos mejor con la Naturaleza y salvar los entornos rurales y naturales.

Quédate para saber qué es ese cambio de verdad que nos propone Gabi Martínez.

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 He estado pensando que te ha afectado doblemente el confinamiento: como escritor, porque se ha tenido que posponer el lanzamiento de tu libro, y como viajero, porque ahora mismo y durante mucho tiempo, no vamos a poder viajar o lo vamos a tener que hacer con muchas restricciones… ¿Cómo crees que van a cambiar los viajes de los viajeros a partir de ahora?

van a ser viajes de proximidad muchos de ellos. Se va a volver a reconocer el espacio propio. Creo que tiene que ver también con la propia alimentación, con todo lo que nos rodea. Todo va a ser de proximidad, y en ese sentido, la cantidad de tiempo que puedas pasar, los kilómetros que puedas hacer no creo que cambie demasiado. Tenemos un país, si hablamos de España, que es inmenso. Tenemos muchísimos lugares por descubrir. De hecho, hay toda una España que está prácticamente inexplorada, su Naturaleza… y en ese sentido, a mí no me preocuparía porque incluso en cuestión de biodiversidad, tenemos desde grandes montañas, grandes ríos, playas, estepas, dehesas, hay una cantidad de biodiversidad enorme y no creo que eso nos vaya a detener demasiado, en todo caso incentivará el descubrimiento de lo cercano. A mayor escala, creo que hay algo que debería agradecerse, que es que seremos más cuidadosos a la hora de desplazarnos, espero. Lo que pasa es que esto es un poco especular y hablar de futuro, y a lo largo del tiempo lo que he ido descubriendo es que lo parecía más sensato, al menos para mí y para el círculo con el que suelo relacionar, pues no era lo más sensato para las dinámicas universales casi te diría, y entonces esto es una especulación pura y dura… También estaba escuchando hace poco que creo que ha sido un ministro francés el que ha dicho que uno de los peligros ahora es que quizá todo esto vaya en la dirección contraria después de la crisis, que lo que ocurra sea que vayamos a las prácticas anteriores pero a mayor velocidad todavía para intentar recuperar el tiempo perdido. Y eso sería ponernos en las antípodas. En ese caso, viajaríamos mucho más, esquilmaríamos todo mucho más rápido y moriríamos todos mucho antes.

Dios mío, espero que no vayamos en esa dirección.

no sé, tal y como hemos actuado hasta ahora, pese a todos los avisos constantes que vamos recibiendo, no hacen pensar que vayamos a sacar una gran lección de esta experiencia. 6:15

Existe para mí una contradicción que me da un poquito de ansiedad y es el hecho de que me apasiona viajar y lo necesito, y creo que es la mejor forma, y quizá la única, de conocer realmente este planeta nuestro y a sus habitantes y por tanto de aprender a quererlo y transmitirle este conocimiento y este amor al resto, para que todos tomemos consciencia… y sin embargo, el turismo masivo y los medios de transporte altamente contaminantes tienen una parte de culpa importante no solo en el aumento de los gases de efecto invernadero y en nuestra huella ecológica como viajeros, sino también en la homogeneización de sociedades, en el que se vayan perdiendo riquezas culturales y características específicas. Y te lo dice alguien que ha buscado un hilillo de wifi en los rincones más insospechados para poder trabajar…

Sí, bueno, la emisión de gases de efecto invernadero, sobre todo los aviones y los trasatlánticos estos turísticos son algunos de los grandes emisores. Es lo que he comentado de decir “bueno, habrá que repensar cuál es el viaje que queremos hacer y cómo nos relacionamos con el entorno. Es verdad que la tecnología, por el mero hecho de existir, no tiene por qué ser perniciosa, lo que pasa es que la estamos convirtiendo en eso. La idea de aldea global es si es para estar comunicados con personas que estás lejos, pues a mí me parece una gran cosa, pero si es en el sentido de terminar obligándonos a nosotros mismos a hacer movimientos que van contra la salud, que al final estamos hablando de eso, pues creo que es una cuestión de responsabilidad. Yo creo que la idea de responsabilidad era algo que no se había barajado hasta ahora, en realidad. Estábamos como unos nuevos ricos de la ciencia y de la tecnología dentro de esa burbuja abusando de las posibilidades que nos daban, sin plantearnos que a lo mejor eso tenía un final. Digamos que el coronavirus viene a ser la aguja que pincha la burbuja y nos introduce en una nueva gran idea de responsabilidad a ver cómo somos capaces de hacerlo.

El escritor en el refugio de pastores en el que vivió unos meses. Fuente: Planeta

O sea que tú crees que para empezar vamos a intentar volver a reapropiarnos de nuestro propio espacio en el territorio, en lo que tenemos más al alcance de la mano, en conocer esto que a lo mejor hemos estado despreciando en favor de destinos más exóticos o de las últimas aventuras, por ejemplo.

sí, es que ahí hay mundos enormes por descubrir. Por ejemplo, lo que se hace muy a menudo en botánica, los ‘bio-blitz’ que son estas salidas que se hacen en parques domésticos de las propias ciudades, que grupos de personas se juntas para salir a descubrir animalitos o plantas que hay ahí y que de repente no tienen muy controladas… es algo que se está extendiendo por el mundo, se empezó en Estados Unidos y luego aquí ahora mismo hay desde museos a instituciones que tienen que ver con la Naturaleza que lo están llevando adelante. Y eso lo que te está diciendo es que muy cerca de ti hay cosas que no has visto y que te pueden entusiasmar. Yo creo que ese tipo de práctica se va a espolear y se va a multiplicar. Y al descubrir lo que tienes cerca, lo vas a querer, y al querer eso, es algo contagioso. En este caso también ese cariño que tendrás por lo próximo se extenderá a lo de fuera. Y al apreciar también lo de fuera, pues se supone que tus pasos irán encaminados a proteger el conjunto de todo eso. Hablábamos de aldea global, pues sería proteger todo el entorno, tanto el cercano como el que está lejos.

Empezaste escribiendo sobre viajes y problemáticas humanas, seguiste viajando y publicando no ficción, un poco a caballo entre el relato periodístico y el encarnar en ciertas personas las vivencias y problemáticas de los pobladores de tus viajes… del travel writing al nature writing… a mí me parece una evolución muy natural, aun a riesgo de que decir esto pueda sonar a juego de palabras… no sé si podrías decir que interesarse por los humanos en sus diferentes culturas te lleva a interesarte por los paisajes que pueblan, y de ahí a la naturaleza con la que comparten existencia…

Me alegra que hagas este razonamiento porque es un razonamiento que yo no había estructurado hasta hace muy poco pero que yo mismo he ido viendo que era así. Tú emprendes un camino por curiosidad, sin saber muy bien dónde estás tienes unos intereses… en este caso fue ir a Marruecos por entrar en otra cultura en solitario, que es una forma de exposición como mucho más literal porque estás solo, no tienes a nadie de tu cultura para cotejar, y a la misma vez todo lo que estás viendo te impregna de una manera más radical… y a partir de ahí vas haciéndote preguntas, vas descubriendo cosas que te van acercando tanto a esas personas de otras culturas, como a los espacios donde viven y los espacios naturales. Te va acercando, en definitiva, a la vida. Y a partir de ahí, lo que he ido concluyendo supongo es que quería cuidar de esa vida, y había que empezar por lo más cercano que tenía, entonces lo último que escribí por ejemplo han sido dos libros, uno sobre animales del mundo pero otro sobre mi ciudad, sobre cómo alguien puede llegar a enloquecer dentro de mi ciudad, debido a un ecosistema que le presiona de una manera insospechada, ¿no? Porque se supone que yo vivo en Barcelona, el protagonista vive en un lugar cómo, apacible, además es un burgués y todo está programado para que viva una vida cómoda. Y sin embargo, no es así. Entonces como tú dices yo creo que ha habido una progresión y algo que me anima mucho, pese a las dificultades de escribir sobre naturaleza y sobre escribir en sí, o sea cultura y Naturaleza unidas, es sobre todo la coherencia del trabajo, que al final yo mismo descubro en él. Luego sobre la calidad cada uno juzgará lo que quiera juzgar, pero sí que veo que ha habido un camino y una evolución real lenta, pero que de alguna forma viene de ir sacando conclusiones de algo que en un principio no sabía a dónde me llevaría. Por eso te digo que me alegro que hagas esta lectura porque es la que yo mismo he ido haciendo como escritor y como viajero.

Yo creo que el elemento vertebrador de todo esto es una frase tuya que he pescado en otra entrevista y con la que me identifico plenamente: “viajar es el instinto de la curiosidad”.

Claro, porque tú lo que haces sobre todo es educar los sentidos, sobre todo cuando nos exponemos a cualquier situación distinta o al exterior incluso, es educarnos y movernos en él. La exposición puede ser involuntaria o puede ser voluntaria, que sería la curiosidad, que es lo que nos lleva a eso. Y lo que estamos haciendo finalmente es entrenar el instinto, los sentidos. Todos los sentidos posibles. Hay un libro estupendo que se llama “Ecoanimal” de Marta Tafalla, en el que ella hace una exploración de los sentidos precisamente, y ella dice que no es que tengamos cinco, es que se ha estudiado que tenemos 14, hay científicos que lo dicen. Y ella entra ahí de una manera muy extrema porque ella no tiene el del olfato. Es anósmica, lo que quiere decir que no puede oler. Y por eso enfoca de una manera más intensa hacia ese lugar. Y la conclusión es esa: 14 sentidos. ¿Cómo podemos educarlos? Exponiéndonos a lo que es nuestro entorno para ir recibiendo las sensaciones que nos sobrevuelan de maneras muy diferentes y saber cómo reaccionar a ellas. Yo en el viajar encontré un estímulo estupendo, y también es cierto que se puede viajar de muchas maneras y a muchos lugares distintos, entonces la capacidad de viajar por esto que está ocurriendo tampoco la vamos a perder, viajar es empezar a caminar y perderte en un bosque. Y yo creo que sí que es fundamental para enfrentar todo lo que venga haber educado nuestros sentidos. Y esa forma es exponernos al exterior de la manera más responsable y cuidadosa, porque lo que puede hacer el exterior con nosotros también es liquidarnos. Por eso desarrollamos los sentidos, porque el último objetivo de todo esto es sobrevivir. Y en esa cadena es como tú consigues desarrollarte como ser humano sano y que además sabe desarrollar la belleza de lo que le rodea. Y es lo que queremos proteger, finalmente.

Vamos a hablar precisamente de esa exposición a la Naturaleza, a las inclemencias, a lo que hay ahí fuera, a lo que normalmente nos recubrimos de muchas capas para protegernos y sin embargo, puede que lo que nos está protegiendo como decía en tu libro “Las defensas”, no nos esté protegiendo en verdad. Es tu nuevo libro, “Un cambio de verdad”. Te instalaste en pleno invierno en la que llaman La Siberia extremeña, querías experimentar la forma de vida de tu madre cuando era pequeña. Sigo leyendo en la sinopsis que “Allí sobrevive en un refugio sin calefacción ni agua corriente, al cuidado de más de cuatrocientas ovejas”. Lo cual en sí mismo es ya una verdadera aventura. ¿Cómo llegaste a ella?

Bueno, por todo el camino que comentábamos antes, ¿no? Vas a tus raíces. Mi primera obsesión como viajero era ir a Nueva York, lo cual deja muy clara la influencia de la televisión y de la cultura que te rodea… es súper occidental, súper americanizada, con Hollywood ahí marcando el paso. Eso es lo que quería descubrir cuando era joven. Fui a Nueva York, de hecho tiré adelante una colección en la que también participaron desde Roberto Bolaño a Rodrigo Fresán, Rodrigo Reirosas… grandes escritores que entonces eran bastante más jóvenes y estuvieron viajando por el mundo precisamente para contar cómo era el mundo en el cambio de milenio, en el año 2000. Entonces ahí había un tipo de idea y de viajes. Todo el mundo viajando por todo el mundo, estábamos en el momento de la burbuja y de la aldea global… y con el paso del tiempo, me fui acercando más a lo que era lo propio. Y veía que yo en realidad, con todo el cariño y todo el activismo cada vez más claro que estaba haciendo por defender lo que son los entornos naturales, en realidad no había vivido una experiencia como la que me había contado por ejemplo mi madre, en la que ella había crecido y que de alguna manera mi instinto, mis enseñanzas, tenían que ver con todo eso que mi madre me había contado de cómo ella había crecido y mis abuelos. Mi abuelo fue pastor. Entonces dije bueno, pues una forma de paliar esto y de entender de otra manera a mi propia familia es instalarme en el lugar y en las condiciones en que ella creció. Y me fui a un refugio en unas condiciones quizá incluso un poquito más extremas de las suyas, porque ella estaba dentro de un pueblo y yo estaba en un refugio a 6km del pueblo más cercano.

Las más extremas que pudiste encontrar.

Sí, bueno, me enseñaron varias casas y sí que dije “esta es la que me gusta”, que era la peor. Pero quería un poco eso. Son estas experiencias iniciáticas que hay algunas que las vives con mucho aval y hay otras que te apetece vivirlas o que intentas vivirlas como más adulto. Y lo que no había vivido quizá cuando me tocaba vivirlo, pues dije “nunca es tarde” y “vamos a intentar vivirlo ahora”. Además con toda la información que llevas ya, y con todo lo que llevas vivido en ese momento y la forma de leer esa realidad que te va a permitir darle un contexto y ponerle unas palabras que van a ser más maduras. Igual son menos frescas, pero igual sí son más maduras, más sistémicas Y ahí la persona con la que estuve hablando me dijo que sí, que de acuerdo en que le ayudara a trabajar con las ovejas y en que entrara en ese refugio en el que hacía 30 años que no dormía nadie. Dije “¡vamos allá!”. Y ha sido una de las experiencias más hermosas de mi vida, fue duro, coincidió con una época de lluvias muy intensa, curiosamente llevaban 3 años de gran sequía y de pronto nos comimos una cantidad de semanas de lluvia tremenda, pero ha sido una experiencia tan estupenda que además me ha permitido conocer a personas de las cuales ahora soy amigo de verdad, hasta el punto que hemos sacado adelante una asociación.

El rebaño de ovejas del que cuidó Martínez en la Siberia extremeña. Fuente: Planeta

Es curioso como el viaje es salir ahí afuera y sin embargo, cada vez parece más encarrilado, más cómodo y seguro y menos una aventura como la que puede ser vivir en el chamizo de un pastor en pleno invierno.

Sí, porque cuando te estás desplazando en realidad todo es superficie, lo que vas tocando. Y en realidad, en el mundo en el que vivimos estamos un poco ahí, tocando superficie todo el tiempo. Y de hecho, estamos tan despegados de la tierra que ni siquiera consumimos lo que producimos. Todo nos viene importado, nos viene del supermercado. Ahora con el coronavirus se ha dado una circunstancia muy curiosa que es que incluso legislativamente vemos cómo nos estamos conduciendo nosotros mismos: personas que viven en localidades pequeñas, que por ir a buscar una lechuga cultivada por ellos mismos en su propio huerto pueden ser sancionadas y sin embargo no cuando van al supermercado en el pueblo de al lado. Son estas paradojas en las que vivimos. De tal forma que los riesgos que te dicen o la dureza de poder ir viajando por ahí por lugares extraños y tal es una dureza como muy relativa, porque sí, tú estás viajando con una responsabilidad limitada, tú no te vas a hacer responsable de los lugares por los que vas pasando. Simplemente los vas a ir narrando, los vas a ir contando. Sin embargo, cuando te detienes en un lugar y tienes que cuidar de algo, y tienes que cuidar de ese lugar, de esa tierra, de esos animales, ahí entra de nuevo – y es una palabra que se está repitiendo en esta charla pero que creo fundamental que es la responsabilidad sobre eso que debes cuidar y que debes sacar adelante, ¿no? Y entonces claro, la dureza de hacer vivir algo es mayor, y a la misma vez el retorno, la alegría del fruto es también mucho mayor, porque lo consideras como algo tuyo en el sentido (y ahí sí entramos en el término) global, sería una cuestión más sistémica. Forma parte de mi ecosistema, de mi forma de vida. Y yo sé que esto es bueno porque lo cuido, porque sé cómo lo cuido, y por eso confío en ello. Todo lo demás, la otra forma de viajar – que me parece apasionante y la continuo cultivando y lo seguiré haciendo porque hay otro proyecto sobre animales que están en peligro de extinción – pero sí que creo que es muy importante el cuidar de los próximo.

sí, de hecho yo tengo la idea de que lo que más me gusta no es tanto viajar como trabajar y vivir en un sitio con otras personas, que es la mejor manera de conocer esas realidades. Trabajar incluso la tierra, o de forma manual… siempre lo he pensado.

Exacto, es el trabajo en comunidad. Y uno de los problemas que ahora se están teniendo es precisamente establecer la separación radical – tanto el ecologismo extremo como los tecnócratas extremos también, que parece que una cosa no pueda comulgar con la otra, parece que la tierra tenga que ser siempre salvaje, o que solo pueda ser salvaje sin que estén los humanos. Y yo creo que todo, y más en un mundo como el actual en el que realmente el ser humano se ha expandido de una manera enorme, y tiene la capacidad de llegar a prácticamente casi todos los lugares del mundo. La clave está en cómo nos relacionamos con el entorno. Y en ese entorno, otro mito que para mí también se va cayendo – y con el que también he crecido y creo que hemos crecido muchos – es con el mito del ermitaño y de la soledad. Tú puedes vivir solo y puedes cultivar esa forma de vida, pero siendo siempre consciente de que alrededor hay algo que se mueve. Y son animales pero también son personas. Y que estas personas te van a influir. Desde el punto de vista de que yo claro he escrito mucho sobre la soledad pero es que claro, ¿para quién escribo?¿por qué escribo? Escribo para gente, ¿no? Son esas cosas que al final dices: “sí muy bien y tu mito y todo lo que quieras, pero estás escribiendo para comunicarte. Y todo esto son como grandes palabras y grandes ideas que se han cultivado (la soledad, la naturaleza salvaje y tal, que por supuesto que existen y que tienen que estar ahí pero creo que debemos ser todos muy conscientes de que vivimos en comunidad y de que esa comunidad es la que debe ser la vigilante, la guardiana, de que la soledad y lo salvaje puedan existir con todo el campo y todo lo amplio posible, y a la misma vez sabiendo que todos nosotros estamos ahí detrás intentando sobrevivir de la manera más saludable e intentando disfrutar de esa soledad y de eso salvaje.

Vamos a hablar de la compañía. Tú te plantas en la Siberia extremeña, te pones a cuidar de esas ovejas y poco a poco vas conociendo a gente y te vas empapando de las diferentes maneras de conocer el campo de estas personas. ¿Qué te contaba la gente de allí sobre cómo había cambiado la vida en el campo en estos años?

Muchos de ellos son hijos de generaciones que han estado trabajando en el campo. Lo que hacen sobre todo es padecer mucho la desolación de ese campo. De hecho, el lugar en el que estoy, como decías antes es extremo, es la Siberia. Pertenecería a lo que llaman la Laponia española con zonas con una densidad de habitantes de 7 habitantes por kilómetro cuadrado. Muy poco habitada, lo cual no está mal, pero el problema es que todo eso hay campo y hay animales que no se pueden trabajar, sobre todo con las condiciones que se están poniendo desde las grandes empresas, las multinacionales de la alimentación básicamente, que son con las que se relacionan allí la mayoría. Y las dificultades a las que se enfrentan para sacar adelante sus cultivos y sus ganados son enormes. Y entonces lo que hay es que cuando se pueden parar un momento a disfrutarlo, ser conscientes de que están en lugares privilegiados y maravillosos, pero teniendo muy poco tiempo para pararse. Y teniendo que pensar siempre a una escala que no es la suya. La escala es la que les vienen imponiendo desde fuera, forzando unas dinámicas que no son las naturales. Por eso, cuando encuentro ahí dentro – porque claro, en todos los lugares también están los outsiders, y dentro de este mismo ecosistema hay gente que se rebela un poco a esa forma de funcionar… Cuando encuentro a rebeldes dentro de un sistema que es en unos lugares que son prácticamente marginales quedo fascinado, porque es como la cuadratura del círculo. Es haber llegado a un lugar donde hay gente que todavía resiste pensando en unos claves que son ultramarginales y que sin embargo, en el contexto actual, creo que nos pueden sacar del atolladero en el que estamos.

Son esas ovejas negras de la asociación caravana.

Exacto. Empiezo con unas ovejas y con un pastor que es estupendo pero que está obligado y que acepta y no tiene más remedio que aceptar el sistema de mercado en el que estamos funcionando. Y como muchos otros ganaderos aumenta el tamaño del rebaño, algunas prácticas no son del todo ecológicas, como lo de inyectarles melatonina para que duerman menos y tengan más parideras, antibióticos para que cojan menos enfermedades pero que al mismo tiempo les están haciendo que no sean capaces de resistir ciertos ataques bacteriológicos los animales… Y de repente se da una de esas casualidades que piensas qué generoso es el destino contigo, porque aparece un ganadero de oveja merina negra que cría en ecológico y que de alguna forma representa todo eso de lo que estamos hablando aquí a través de un animal tan simbólico como es la oveja negra.

Tiene un buen punto un vídeo que subiste sobre las ovejas, cómo actuamos de forma borreguil cuando tenemos miedo, se nos asusta o sufrimos algún shock… y las ovejas negras que avisan de que en realidad, el pastor es quien de verdad deben tener miedo… ¿de qué forma se puede usar esta nueva crisis para acabar con las políticas de transición ecológica, de volver a los recortes en servicios públicos… ? “Never let a Good crisis go to waste”

Precisamente lo de la oveja negra y reivindicarla viene también de un recorrido en el que yo me he ido a seguir los pasos de un chico que fue asesinado en el hindu-kush por irse a buscar al Yeti. Y he contado la historia de una persona que se volvió loca, y que sin embargo tenía mucho que contar. Son ovejas negras de nuestra sociedad, son personas que han vivido al margen, y escribiendo además sobre Naturaleza, algo que también se ha marginado en nuestro entorno. El valor simbólico de esas ovejas negras se multiplicaba, y ante mí, con esa trayectoria, me pareció que era como el resumen de toda una vida, de estar buscando algo que de pronto aparecía en rebaño ahí delante, y que se mostraban como una oportunidad para defender todo ese tipo de ideas que tenían muy poco eco pero que por los motivos que por los motivos que fuera yo creía que debían ser reivindicadas. Y justamente en este momento llega el coronavirus, de forma que todos esos discursos marginales o que han sido vistos un poco de hippies o de poetas, de gente que bueno, muy bien, muy simpático, muy majo pero tú no eres rentable. Tú perteneces a otro lugar. Resulta que ahora aparecen como una posibilidad para hacer sostenible el mundo en el que vivimos. Y esa ventana de oportunidad que se abre tendríamos que jugarla todos reivindicando a todos nuestros alternativos, que resulta que nos están contando cosas que a lo mejor podemos escuchar con una atención diferente a partir de ahora e incluso llegar a aplicar algunas de las soluciones o de las ideas que nos están sugiriendo. De hecho, el libro empieza hablando de cómo habíamos desaprovechado una oportunidad, que es la crisis del 2008. Justo antes, estábamos en una situación parecida a la de justo antes del coronavirus, hablando de que Al Gore acababa de presentar su documental “Una verdad incómoda” sobre la catástrofe ecológica del planeta y las organizaciones ecologistas se estaban activando. Llega la crisis, y lo primero que hace el gobierno español es acabar con las ayudas a las energías renovables. A partir de ahí cambia de nuevo, perdemos de vista que hay un problema ecológico y nos lanzamos a lo que hablábamos antes del ministro francés, nos lanzamos a producir industrialmente y a intentar recuperarnos de esa crisis. ¿Cómo hemos acabado? Habrá quien diga que no es así, yo estoy convencido de que es así, acabamos en una crisis, en un colapso que nos viene desde la Naturaleza. Le llegamos a poner un impuesto al sol. Ahora tenemos la oportunidad de que todo esto que han sido errores, y además tenemos el pasado cercanísimo de ese colapso de 2008 para revisarnos y decir “bueno, vamos a intentar reaccionar de otra manera”, lo podemos hacer. Y además es que el aviso ya nos viene de una forma súper gráfica desde la Naturaleza misma. Si no lo hacemos ahora, vayamos escribiendo nuestro epitafio y rapidito porque no soy apocalíptico, de hecho me formé en una revista contracultural Ajoblanco, que incidía mucho en esta idea de que el mundo se va a acabar. Y yo me he forjado con unas defensas para intentar mirar al mundo en positivo. Pero es que ya no es una imaginación, no es una fantasía, es algo que está ahí.

Los peligros están ahí… vuelta a la austeridad, con sus recortes de los mismos servicios básicos que fueron casi nuestro único parapeto contra la pandemia, abandono del European Green Deal y de la transición ecológica… Escribes que hemos glorificado la tecnología, las nuevas tecnologías, como el salvador del ser humano, cegados por nuestra gran arrogancia y de nuevo guiados por las grandes empresas que nos cuentan cómo debemos alimentarnos, nos venden sus productos, y nos dicen que saldremos del entuerto del calentamiento climático con más tecnología, casi jugando a ser Dios… y sin embargo, los movimientos ecologistas nos invitan a todo lo contrario, a pensar en local, a buscar lo sencillo, a apoyar lo cercano, como las propias ovejas de las que has estado cuidando.

pero sin menospreciar a la tecnología, es algo que nos hace vivir mejor, nos hace la vida más fácil. El abuso de la tecnología y el uso de la tecnología – y entramos de nuevo en el terreno de la responsabilidad – es lo que lo pervierte todo. De nuevo ahí tenemos que ejercitarnos como seres críticos que desde nuestra mirada y desde el equilibrio vamos a intentar compensar declaraciones de unos y de otros, posibilidades de unos y de otros y sacar nuestras propias conclusiones para actuar de manera responsable. Incluyendo la tecnología en nuestras vidas, porque está ahí. E incluso algunas de las opciones que se están ofreciendo, incluso de rewilding o re-naturalización o re-asilvestramiento. Y para poblar los pueblos, una de las posibilidades es trabajar de acuerdo con la tecnología y aplicar todas esas posibilidades científicas a una mejor integración con todo lo que es nuestra Naturaleza. Por ejemplo, una de estas propuestas más radicales la propone Benigno Barillas, por ejemplo, que tiene una biografía estupenda sobre Féliz Rodríguez de la Fuente que luego ha convertido en “La estirpe de los libres” en la que propone que una especie de brigadas que podrían ser incluso internacionales, de gente que pudiera venir a apoyar incluso con expertos en Naturaleza, que vinieran y se instalaran en zonas que están poco habitadas o deshabitadas a informar sobre lo que está pasando con cámaras de estas junto a un nido o una caverna para ver como vive un oso… Esto te podría generar un turismo de proximidad por un lado, y un interés colectivo por otro, y una obligación de cuidar a esas especies, que generaría a su alrededor un negocio que sería potenciar una Naturaleza limpia y una educación de las personas por el cariño del entorno que permitiría que muchos de los desequilibrios que ahora están dentro de lo que se denomina esa España vaciada se restituyera. Yo no me pasaría al extremo de maldecir la tecnología.

No, decía no buscar la salvación únicamente en propuestas altamente tecnologizadas.

Eso es. La tecnología no lo es todo. Un martillo es tecnología. Entonces tenemos que saber cómo la vamos a usar.

Entonces el cambio de verdad no es reasilvestrarte.

No, el cambio de verdad sí que pasaría por mantenerme más cerca, y de hecho lo estoy haciendo. No solo viajar por viajar, e intentar tener la tierra más cerca. El ‘cambio de verdad’ además tiene dos significados, por un lado es un cambio de verdad en el que tú vas a vivir de forma auténtica – y que no pasa por un primer movimiento de forma superficial que te hace ir a un sitio y decir “oye mira, estoy aquí viviendo de una manera diferente”, sino que pasa por qué estás viviendo ahí dentro y cómo después de esa vivencia sales cambiado. El verdadero cambio es el segundo. Lo primero es un gesto: “voy a ir aquí y voy a decirle a la gente que he hecho esto”. Y luego me vuelvo para casa. Muy bien, eso no es un cambio. El cambio de verdad viene cuando tú ahí dentro has tenido una experiencia que te ha hecho pensar de otra manera y entonces haces un gesto para que algo que al principio era estético se convierta en esencial. Y luego el mismo título juega también con la idea de un cambio de verdad, un cambio de paradigma. El cambio de relato. Hasta ahora nos han estado contando una historia que pasaba como tú estabas diciendo por la tecnología, la importancia que tiene para nosotros y cómo podemos vivir prescindiendo de la Naturaleza… en Gran Bretaña y Estados Unidos hace unos años expertos de allí recomendaron al país que dejara de ofrecer servicios primarios, que se alejara de los cultivos y de la ganadería porque sus países no estaban pensados para trabajar ahí. Tú imagínate en un momento de colapso qué pasaría con Inglaterra o Estados Unidos si dejara de producir alimentos.

Martínez cuidando del rebaño. Fuente: Planeta

Una pérdida de soberanía alimentaria que lleva a la pérdida de soberanía política.

Es que ¿qué pasaría con un colapso de la electricidad o tecnológico? Que morirían todos, porque nadie sabría cultivar una patata. La cosa está en este punto, hasta este punto ha llegado la soberbia de las personas que pensaban que se podía vivir lejos o sin la Naturaleza, sometiéndola a los criterios humanos. Y entonces dentro de ese relato, que ha sido el que se ha impuesto hasta ahora, ahora se trata de cultivar la otra historia, el otro relato, que es el que pasa por decir: somos seres naturales, somos animales, formamos parte de todo esto y tenemos que cuidarlo como lo cuidan los animales, y acercarnos lo más posible a sus formas de supervivencia comunitarias. Los animales son muy sistémicos y se apoyan mucho entre ellos. Aquí sería muy importante el aprendizaje que podemos sacar de las plantas, sobre todo cómo los hongos o los árboles a través de un sistema de raíces, son capaces de suministrarse entre ellas por un mutualismo entre plantas, y lo que le falta a una se lo da la otra. Esta es una forma de funcionar que es posible y que nos viene dado por el sistema vivo más antiguo que tiene la Tierra que es el de las plantas.

Esta crisis nos ha enseñado lo mucho que dependemos los unos de los otros. Nos habíamos pensado que cada uno podía vivir aislado en su casa pero justamente cuando no podemos estar los unos con los otros es cuando más ganas tenemos de hacerlo.

Esto tiene que ver también con el mito de la soledad. Cuando yo era joven, uno de los mitos que se cultivaba era la diferencia. Creo que hay otra palabra que se acerca más pero que no deja de cultivar la diferencia, y es que a lo que podemos aspirar ahora es a ser diversos. No diferentes, porque diferentes lo somos todos, pero ser diversos no sé si tantos. Tenemos que educarnos para la diversidad. Hasta ahora era ser diferente, pero uno puede ser diferente y ser un imbécil, pero como lo que hemos hecho ha sido entronizar al diferente, tenemos en alcaldías y en gobiernos de comunidades a imbéciles que nos están diciendo que el fast food es bueno para los niños. Ahí tenemos auténticos problemas. No es diferencia sino diversidad lo que hay que cultivar.

Dices que se trata de un proyecto que unirá cultura y Naturaleza… conozco otros proyectos que acercan el arte al campo, no sé si es una ola o tendencia o llámalo x, pero me parece una forma muy buena de decir: aquí también hay arte, aquí también hay cultura, de dignificar el campo y los oficios del campo, y de dar vida a los pueblos.

Claro, la palabra que utilizas es precisamente esa, denigrar. Es oveja negra, es algo malo. Es tú eres tonto o estás por detrás de los urbanitas avanzados. Y todo eso es lo que se trata ahora de rescatar, y eso enlaza con lo que decías antes del relato, de cómo explicar todo esto. LO que ocurrió es que, al enfrentarte a algo que dentro de tu propia cabeza tenía unos visos de negatividad y de desconocimiento, a la hora de contarlo no podía narrarlo de manera natural. Yo mismo me encontré con que iba con el primer gesto, el estético, no era suficiente para después poder expresar eso de una forma natural y creíble dentro del texto que estaba escribiendo. Y entonces me encontré por primera vez en mi vida con un bloqueo literario, que yo siempre había pensado que eso era cuestión de sentarte y lo sacas. Pues no. Durante muchos meses, quería sentarme a escribir algo pero no podía porque por ejemplo quería nombrar algo y no tenía el nombre. O quería explicar cómo se comportaba algo y no podía porque me faltaban datos y me faltaba experiencia vital. Son las propias palabras las que me colapsa, porque me encuentro en un lugar donde la ‘ll’, la ‘y’, la ‘ñ’ son palabras que son importantes. Y hago una reivindicación de las letras empezando por lo principal, que son las letras. Enfrenté el primer bloqueo en mi vida, sin tener claro si iba a poder salir de ahí además. Y me lo dio el desconocimiento del entorno. Es curioso, porque una vez cambio de rebaño y me voy con el individuo que es mi hijo, nos vamos en verano y nos instalamos allí los dos juntos haciendo incluso el nexo que tengo yo con mi madre y la nueva forma que tengo de educar, que es mediante el conocimiento del espacio, empiezan las asociaciones. Ya vengo con meses acumulados de experiencia, y entonces se abren las compuertas y puedo empezar a escribir. Todo esto son aprendizajes y llegan de ponerte en una situación que antes no había existido.

En cualquier caso, tenemos la necesidad, que quizá tu también reflejas en el libro, de reencontrarnos con los orígenes, con la tierra, la naturaleza y de ahí todo el tema de estas nuevas comunidades en la naturaleza, de los huertos urbanos, de buscar de donde vienen los alimentos que comemos…

Es como cuando uno es mayor, crece y de repente quiere buscar su nombre. Pues esto es buscar los orígenes de tu cuerpo. Y quizá esa búsqueda de los orígenes experiencial, no teórica, es muy importante y quizá sea la oportunidad que tenemos ahora, en ese nuevo acercamiento al que nos va a llevar el coronavirus y que nos lleva a revisitar lo que son nuestras raíces desde la tierra misma.

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«Fearless First» by Kevin MacLeod (https://incompetech.com)
License: CC BY (http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/)

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