El hambre en el mundo y el agribusiness, con José Esquinas y Marcos Ezequiel Filardi

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En estos mismos momentos somos más de 7.700 millones de personas sobre la faz de la Tierra, y subiendo. ¿Eres capaz de imaginarte a toda esta gente? Imposible, ¿verdad? ¡Y todos ellos comen todos los días! Unos mucho más que otros, claro está, de hecho, la población obesa aumenta cada año… mientras que otros tienen acceso a tan poca comida, que mueren de pura inanición… 40.000 personas todos los días.

Pues bien, si no eres capaz de pensar en toda esta multitud de seres que comen todos los días, o lo intentan … ¿y si te digo que en el año 2050 seremos 9.700 millones de personas? Una burrada, ¿no?

¿Podremos alimentar a toda esta gente? ¿Cómo lo haremos de forma sana y sin cargarnos el planeta? Ese era el punto de partida de esta serie Alimentos con futuro, y casi desde el principio, me encontré con dos posiciones radicalmente opuestas: por un lado, los que alertaban de este crecimiento y decían que había que optimizar el rendimiento de las cosechas, y que las nuevas tecnologías serían nuestras aliadas en este desafío… y por otro lado, quienes decían que hace tiempo que somos capaces de alimentar a un población mundial muy superior a esos 9.700 millones, pero que la industria agroalimentaria debe para ello reencontrarse con su función esencial de alimentar a la población… y no sólo desarrollar la de un negocio muy lucrativo para cada vez menos personas. Además, cada país debe ser capaz de alimentar a su población sin depender de importaciones, lo que se conoce como soberanía alimentaria, y debemos cortar radicalmente con el desperdicio de alimentos tanto en la producción de alimentos como en su distribución o en nuestros propios hogares.

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En efecto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la FAO, declaró en el año 1985 que habíamos alcanzado la suficiencia alimentaria, es decir, que ningún ser humano en el mundo tenía por qué pasar hambre, había alimento para todos. Pero no solo eso, sino que, en el año 2000, la FAO dijo que ese mismo año ya éramos capaces de alimentar a 12.000 millones personas… ¡y eso que por entonces ‘solo’ éramos 6.000 millones de personas en el mundo!

Podemos alimentar de forma sana, segura y suficiente al doble de la población mundial ahora mismo… ¿por qué entonces 820 millones de personas pasan hambre en el mundo? ¿Por qué 40.000 personas mueren de hambre cada día? ¿Por qué aumenta exponencialmente el porcentaje de sobrepeso y obesidad en países ricos y en vías de desarrollo, y las enfermedades y muertes asociadas con esta malnutrición en exceso?

Para entender todo esto, me puse en contacto con José Esquinas, ingeniero agrónomo y doctor en genética por la Universidad de California, y antiguo presidente del Comité de la FAO sobre Ética en la Alimentación y la Agricultura. También hablé con Marcos Ezequiel Filardi, abogado argentino especializado en Derechos Humanos, hambre y soberanía alimentaria, y con Esteban Alcalde, director del departamento encargado de regulación en cuanto a plantas transgénicas para la región EMEA en la multinacional agrícola Syngenta. Escucharemos a los tres hablar en próximos episodios sobre los bienes naturales y su escasez en un futuro, sobre transgénicos, productos fitosanitarios, y semillas. Pero esta semana, hablamos de hambre en el mundo y del agribusiness.

Para empezar, quise conocer el trabajo de la FAO, el organismo encargado de erradicar el hambre en el mundo… y que en 74 años de existencia, aún no lo ha conseguido, en gran parte porque su presupuesto es una miseria. José Esquinas ha formado parte de este organismo de la ONU durante 30 años, y ha concentrado sus esfuerzos sobre la biodiversidad agrícola, la justicia distributiva, la contaminación del medio ambiente y la volatilidad de los precios de los alimentos. Quise saber a qué se debía este contraste entre quienes avisan de que debemos producir más, y quienes dicen que debemos hacerlo mejor, y sobre todo distribuir mejor el alimento.

José Esquinas Alcázar – Naturahoy

Hay algunos datos que José Esquinas suele dar, como que el presidente Kennedy dijo en 1963 en el congreso mundial de alimentos que en ese momento tenían los medios y la capacidad de eliminar el hambre del mundo en su generación, solo necesitaban la voluntad política de hacerlo… El mundo gasta en armamento 4.000 millones de dólares al día, lo que sería suficiente para alimentar a las 40.000 personas que mueren de hambre ese mismo día durante 150 años al precio actual de los alimentos. Si realmente existe la voluntad política, se podría evitar la muerte por hambre en el mundo. ¿Por qué falta esa voluntad política?

Además, la pandemia del coronavirus producirá un nuevo pico en el precio de los alimentos, y de nuevo sufriremos la falta de soberanía alimentaria en nuestro propio país, de la misma manera que hemos sufrido nuestra dependencia de otros países para proveernos de materiales sanitarios esenciales como guantes, mascarillas o respiradores de UCI. Un Informe del Programa Mundial de Alimentos ha advertido de que 265 millones de personas van a padecer hambre aguda debido al coronavirus, y eso es 6 veces la población de España.

Si nos fijamos, en estos momentos hay una interrupción en el transporte de personas y mercancías. La mano de obra que debía recoger las cosechas en los campos de toda España en estos momentos no se puede mover, lo que hará que muchos alimentos se pudran en los mismos campos… y en países que dependan de la cooperación internacional, los alimentos no podrán llegar. Esto va a favorecer la acumulación en países que no tienen soberanía alimentaria, y la consabida especulación, lo cual hará aumentar los precios de los alimentos en todo el mundo. Y el hecho de tener a la población confinada, afirma Esquinas, impedirá que caigan regímenes por las protestas, pero los gobiernos podrían aprovechar para aumentar su control sobre la población… al tiempo que podrían darse golpes de Estado en otros países.

¿Cuál es la opinión de la industria respecto a este contraste? Syngenta es una de las cuatro multinacionales que, a día de hoy, dominan el mercado mundial de productos para agricultura como insecticidas, plaguicidas, fertilizantes, y el de las semillas comerciales y transgénicas. Esteban Alcalde, responsable de los procesos de evaluación de riesgos de transgénicos desarrollados por Syngenta, es de la opinión de que debemos aumentar la producción de las cosechas para poder alimentar a toda la población mundial, y que, para no esquilmar todos los recursos naturales, necesitamos soluciones en muchos sentidos, pero que sin duda la respuesta pasa por la técnica y la tecnología.

Sin embargo, esto de la revolución verde no permitió precisamente resolver esas hambrunas, según Marcos Ezequiel Filardi.

Seguí preguntándole a Esteban Alcalde, porque esto de que la FAO dijera que ya producimos para alimentar al doble de personas de las que somos, pero el sector de las grandes empresas agrícolas busquen la manera de producir más… me chirriaba. No me convencía. Bueno, Alcalde sigue sosteniendo que existe un problema de producción que deberemos resolver desde varios puntos… y que es muy simplista decir que todo lo que producimos podría destinarse a consumo humano sin más.

Si te has quedado un poco pensando en esto de que “a lo mejor hay que consumir menos carne”, solo contarte que en otro punto de la entrevista que veremos en el capítulo sobre transgénicos, Esteban Alcalde afirma que es imposible que alimentemos a todos los animales que criamos para consumo humano en la Unión Europea, sin alimentarlos con maíz y soja transgénicos de importación. Y gran parte de estos transgénicos proceden de monocultivos en países como Argentina.

En Argentina y otros países latinoamericanos como Brasil, se da el fenómeno de los monocultivos extensos, particularmente de soja y maíz, pero también algodón, para su exportación y especialmente para la cría de ganado. La carne de este ganado que es también producida en macroexplotaciones ganaderas intensivas, se dedica en un alto porcentaje a la exportación. Son países que producen mucha comida pero que tienen grandes problemas de hambre y malnutrición entre su población. ¿Cómo se encuadra la soberanía alimentaria en esta ecuación?

Bien, entonces, ¿cuál es el modelo alimentario del agribusiness, y qué modelo propone José Esquinas en su lugar?

De hecho, un informe del Banco Mundial de 2015 ya decía que la inversión en agricultura permite luchar contra el hambre de manera tres veces más eficaz que la inversión en cualquier otro sector… Y sin embargo se ha reducido la ayuda internacional, sobre todo la que se destina al sector agrario.

Y en paralelo, en los últimos años se ha producido una oleada de fusiones en el mercado mundial agroalimentario: la de Dow Chemical y DuPont, ChemChina con Syngenta, y Bayer con Monsanto, pasando de las “big six” a cuatro multinacionales del sector de insumos, junto con BASF. Son las multinacionales que controlan el mercado de las semillas, los fertilizantes, los insecticidas, pesticidas, herbicidas… De esta forma hemos llegado al agrobusiness del que hablan Esquinas y Filardi. ¿Afecta esta concentración en la industria al mercado, y de qué manera? Alcalde dice que la concentración es fruto del sistema económico imperante, ya que se produce como en cualquier sector, y que las inversiones para investigación científica son cada vez más difíciles y costosas.

José Esquinas rescata el lema de la cumbre del clima de Río de Janeiro en el año ’92, “piensa globalmente, actúa localmente”. Para Esquinas, una manera de colaborar está en comprar solo lo que necesitamos, de producción cercana. Carlo Petrini, de Slow Food Internacional, dice en su libro “Lo bueno, lo limpio y lo justo”, que estos productos deben ser de producción local y de temporada. Por ello, a Esquinas le gusta decir que tenemos que convertir nuestro carro de la compra en un carro de combate.

Pero Marcos Ezequiel Filardi advierte de que hay que evitar desplazar la responsabilidad y la actuación al individuo por sí solo. Cada uno de nosotros en conjunto es co-responsable de haber llegado a esta situación, pero no podemos comparar nuestro trocito de responsabilidad en los desastres climáticos con una gran empresa de hidrocarburos, ni por supuesto reciclar en nuestra casa o dejar de comer carne provocará un cambio realmente perceptible. Para ambos estudiosos, la respuesta está en la soberanía alimentaria, y Filardi advierte de la necesidad de la ciudadanía de asociarse para reclamar de forma colectiva un cambio político en esta situación.

Marcos Ezequiel Filardi – UBA

Ahí dejo esas preguntas, para la reflexión de cada uno.

Y ahora lanzo otras, para reflexionar hasta que nos volvamos a escuchar. Sí, como dicen los tres entrevistados, en el futuro de mañana mismo, los suelos han perdido muchos nutrientes por la sobreexplotación, por la sobre exposición a fertilizantes y otros químicos, lo cual hará los alimentos menos nutritivos… y esas mismas plantas deberán enfrentarse a sequías, olas de calor, incendios e inundaciones. ¿Cómo afectará el cambio climático a las cosechas del futuro? ¿Habrá escasez de recursos? ¿Habrá conflictos por el agua y por el acaparamiento de tierras fértiles? Lo veremos en el próximo episodio de Alimentos con futuro.

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MÁS RECURSOS:

https://www.wfp.org/publications/2020-global-report-food-crises?_ga=2.133948174.1065442872.1587475463-1837545264.1586875089

http://documents.worldbank.org/curated/en/700061468334490682/Ending-poverty-and-hunger-by-2030-an-agenda-for-the-global-food-system

MÚSICA

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«Fearless First» by Kevin MacLeod (https://incompetech.com)

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All I Can Do by Otis Galloway

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Always Forward Momentum by Otis Galloway

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OutWest by Lilo Sound

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Now We Ride by Alexander Nakarada

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