El minimalismo, todo un lujo de vida

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Ya hace cinco años del comienzo de la pandemia, ¿te acuerdas de aquellos momentos en que de repente te tuviste que encerrar en casa, miraste alrededor… y te encontraste rodeada de cosas? Cosas inanimadas, me refiero. Quizá también estabas rodeada de personas y animales y plantas con quienes compartes tu vida… y también de repente empezaste a mirar a esos seres vivos con otros ojos. 

Hubo que buscar maneras de convivir, sí. Hubo muchos conflictos, muchos problemas de convivencia, además de los económicos, logísticos, de salud. Pero de repente lo más importante no era lo que teníamos en casa, todo aquello que habíamos ido acumulando con el paso del tiempo, las cosas que podíamos comprar por internet y que volvimos a acumular en nuestras casas, que se nos quedaban pequeñas por momentos. Las cosas nos sobraban por todas partes, nos dimos cuenta de con qué pocas cosas podíamos vivir y estar a gusto y entretenernos….

De repente, lo que más nos jodía era no poder salir, ver mundo y encontrarnos con otras personas. Tan simple y tan imprescindible como estar juntos al aire libre. Y también de repente, la vida ahí fuera sin nosotros floreció, el aire estaba más limpio, los animales silvestres tomaron las calles…

No, esto no es un “somos el virus”. Los animales también actúan sobre la Naturaleza, son arquitectos e ingenieras, transforman la faz de la Tierra como lo hace homo sapiens. Te he dejado un vídeo en redes sobre esto precisamente. 

tarjeta: animales arquitectos de la Tierra

El problema no somos nosotras, sino nuestras COSAS. Todo lo que producimos, construimos, nuestra incansable actividad… todo lo que está de más. Todo lo que hacemos más allá de lo esencial para asegurar nuestra supervivencia, bienestar y alegría… y que nos lleva precisamente al estrés y la carga mental. Y que lleva al planeta al borde de ser esquilmado cada año. Nuestras cosas nos comen vivas. ¡Y nosotras que creímos que nos harían felices!

De eso vamos a hablar hoy, de acumulación y minimalismo.

Pero antes, te saludo y te doy la bienvenida a este nuevo episodio de ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?, el podcast en el que hoy hablamos de cómo homo sapiens ha pasado de no tener más que unas pocas herramientas y algo de cobijo, a tener demasiado… y cómo en el camino nos hemos dejado la alegría de vivir y hemos provocado una emergencia climática sin precedentes. 

Yo soy Paula Martín, periodista y antropóloga, y te recuerdo que puedes suscribirte en Spotify o YouTube o donde sea que escuchas el podcast para que te avise cada vez que salga un nuevo episodio, y que puedes seguirme en redes, donde subo mucho más material que a mí me parece interesante y espero que a ti también. Y si te apetece escribirme para decirme qué te parece lo que hago, o compartir este episodio con quien le pueda gustar, pues mejor que mejor!

Pero seguimos. 

No sé si a ti también te ha pasado pero durante un tiempo estuve un pelín enganchada a comprar moda rápida. 

Curiosamente, coincidió con unos años muy malos de trabajo, en lo peor de la crisis, cuando no podía perder un trabajo horroroso que me hacía quedarme calva – yo con lo que soy de mata de pelo – por el estrés y el malestar… vivía en el centro mismito de Madrid y al volver del trabajo, pasaba por todas las grandes tiendas de Inditex, H&M y todas esas… y muchas veces que volvía reventada emocionalmente, entraba a ver lo brillante, lo nuevo, lo bonito… y también muchas veces picaba y me compraba algo. 

Pero la ilusión no me duraba ni medio minuto vamos, porque comprar en esos momentos era básicamente una vía de escape y de calmar mi ansiedad… cuando en realidad lo que yo necesitaba era poder cambiarme de trabajo, pero bueno. Así funcionan las adicciones, y menos mal que yo caí poquito.

Pero así están montadas las cosas en nuestras sociedades consumistas: nuestra vida está encaminada a la producción y el consumo, pero un consumo pasivo, no de disfrutar, como vimos en el anterior capítulo con el antropólogo Óscar Calavia, sino de adquirir cosas y servicios e inmediatamente estar pensando en lo siguiente que tengo que comprar. La rueda del hamster que se alimenta de la insatisfacción, la ansiedad y un universo aspiracional al que nunca llegas a entrar plenamente por mucho que compres… una rueda que se acelera más y más cuanto más compres. 

tarjeta: episodio basura

¿Se puede parar esa rueda sin acabar petando y raparte la cabeza, desaparecer y echarte al monte a vivir en una cueva alimentándote de hierbajos? Que no me parece una opción muy atractiva para casi nadie… Vamos a verlo.

¿De dónde viene todo esto?

Pues queridas, esto viene de cómo el capitalismo ha sabido explotar nuestras necesidades e inseguridades y meter con calzador el trabajo y el consumo en nuestras economías y nuestros cerebros como los dos valores indispensables que mueven el progreso y la felicidad. 

Hay un montón de motivos para el exceso y la acumulación, tanto evolutivos como socioculturales o económicos… acumulamos por poder, como demostración de lo que somos y de nuestro estatus social, por absurdos miedo a la pobreza y la escasez,  porque creemos que las posesiones nos dan seguridad, y hasta por dejar constancia material de que hemos existido, de nuestro paso por la Tierra.

El consumismo es la creencia de que comprar más te hará más completa y acercará aún más al valor máximo, la felicidad. Pero si los confinamientos nos demostraron que, una vez cubiertas las necesidades básicas y teniendo una familia y amigos a tu alrededor, ya lo teníamos todo… ¿por qué nos sentimos incompletas? Bueno, para que sigas comprando, para que nunca te sientas satisfecha del todo y sigas enmascarando con compras, cubriendo con cosas, el hecho de que ya estás completa y con las cosas que ya tienes podrías ser feliz… si las cosas proporcionaran la felicidad.

Hace poco vi una película que me hizo pensar sobre esto… se llama “My stuff” de Petri Luukkainen, y es un experimento personal que el propio director finlandés realizó para descubrir cuántas cosas le hacían falta para ser feliz… y también lo hizo para darle un respiro a su tarjeta de crédito que la tenía reventaíta.

Sacó todo lo que tenía en su piso y lo metió en cajas y lo clasificó. Hasta los calzoncillos eh? En Finlandia en invierno le vemos correr en pelotas por la calle yendo de su casa al almacén alquilado para sacar un abrigo porque cada día podía sacar una cosa, no más. Luukkainen descubrió dos cosas fundamentales: la primera es que cuando tienes muy poco, añadir una cosa mejora mucho tu calidad de vida y es hasta una alegría, pero llega un punto de saturación en el que ya tienes todo lo que necesitas y cada cosa nueva que incorporas a tu vida te deja un poco como “meh”; las cosas te empiezan a restar en vez de sumar, porque suponen un lastre físico y mental. 

La segunda: en un mundo desarrollado, en el que tienes un sitio calentito donde dormir como este chico que a sus 26 añitos ya se había comprado una casa, tienes un trabajo para pagarte el techo y la comida, tienes una seguridad social y tienes una familia y amigos que te echarán una mano si lo necesitas, y que te darán amor y compañía… ¿Qué te falta realmente? 

Bueno, como vemos ya desde el principio, su novia le ha dejado, así que en este caso lo que le faltaba en realidad… era una novia. Es decir, alguien que te quiera. Las cosas… son como el atrezzo de tu vida. Esto lo dice la abuela de Luukkainen, una mujer adorable de esas de sonrisa enorme y ojos brillantes de picardía y muy sabia, que le dice también: “Las cosas que tienes no son indicativas de tu felicidad, y tu vida no está hecha de tus cosas. La vida tienes que sacarla de algún otro sitio” 

Y es verdad, tu vida está en algún otro sitio, no en tus cosas. Pero el marketing, la comparación facilitada por redes sociales, nos hacen pensar que está en lo que puedes comprar con dinero. Ojo, vuelvo a recordar que este chico vive en una de las economías más desarrolladas del mundo, y en uno de los estados de bienestar más fuertes… luego veremos el caso americano, y el de otras partes del mundo.

Yo, que también vivo en una sociedad como la de este director, comencé a desprenderme de cosas cuando me mudé de ese piso en el centro centrísimo de Madrid. Descubrí que podía vender lo que ya no tenía cabida en la nueva casa y pasé de la adicción al fast fashion a la adicción a vender por Wallapop. Ojo que puedes llegar a vender tus sillas sin tener otras para sustituirlas, como me pasó a mí que me volví un poco loker. Porque realmente es muy liberador desprenderte de lo que ya no usas, y que solo ocupa un espacio muy valioso en tu casa… y un espacio mental y emocional.

También vendo toda la ropa que ya no uso, incluso he intentado llegar a ese armario cápsula del que hablé en la temporada sobre moda en mi otro podcast, Wanderlust, aunque es muy difícil hacerlo si no te conoces perfectamente y tienes el dinero para comprar cosas buenas que te durarán mucho… y por qué no decirlo, es bastante aburrido un armario así. Porque esa es otra de las cosas que descubrió Luukkainen: que hay cosas que te dan confort y alegría. Y de esas cosas yo no me desprendo. 

Porque en realidad creo que las cosas tienen alma. Que tienen una función, un propósito, y que se sienten orgullosas cuando lo cumplen bien, cuando son útiles. Como si fuesen seres vivos. Como todos en esta vida, cuando sentimos que tenemos un propósito y que lo estamos cumpliendo. 

Volveremos a esto en un momento, pero antes te voy a hablar del minimalismo.

El minimalismo en nuestras sociedades consumistas

El minimalismo propugna que podemos vivir con menos, que podemos ser felices si llevamos una vida sencilla, descargada de la acumulación de cosas a la que nos empuja el capitalismo, centrada en lo verdaderamente importante. 

Sus raíces son muy antiguas, ya que sus raíces están en el ascetismo, una doctrina filosófica cuyo objetivo es purificar el espíritu por medio de la negación de los placeres materiales o la abstinencia, a través de la cual se accede al mundo místico. En este aspecto, tiene mucho que ver precisamente con el calvinismo, pero es ascetismo rechaza también el estar constantemente ocupado y trabajando para producir riqueza, en favor de la contemplación y la meditación.

Hay dos autores muy mencionados en este aspecto, y ambos desarrollaron su obra, oh sorpresa, en los albores de la revolución industrial.

Henry David Thoreau publicó “Walden o la vida en los bosques” en 1854, una especie de guía para vivir en una cabaña en el bosque para hipsters ya que Thoreau, que procedía de una familia enriquecida por el negocio de la fabricación de lápices… con madera de esos propios bosques que tanto enalteció en su relato de los dos años que vivió en una cabaña – se dice que iba a comer y hacer la colada a casa de sus padres, vamos, que estaba anticipando la vida millenial y las experiencias que te abren los ojos, pero sin renunciar a las comodidades. 

John Ruskin publicó “The Bible of Amiens” entre 1880 y 1885, una obra que despreciaba la arquitectura material y social de las sociedades  industriales,  recordando  que hace un tiempo existió una sociedad más orgánica y más comunitaria y poniendo como ejemplo las catedrales medievales como contraste con las características de las nuevas sociedades: prisa y desarraigo; individualismo y egoísmo; amoralidad  e  insensibilidad  artística. Ruskin, heredero también de un comerciante de vinos y de una beata evangelista que le inculcó una gran rigidez religiosa, gran erudito, persona ultra sensible, y amante de la Naturaleza agreste, cargó contra la modernidad y consideraba que la fealdad creciente  era  un  síntoma  de  descomposición  moral, ya que se despreciaba el dolor humano y la justicia social, y una vida donde la belleza y la tranquilidad pudieran ser más importantes que la producción por la producción.

Con los movimientos contraculturales, los hippies de los años 60, el minimalismo bebe de esta doctrina y empieza a tomar fuerza en Estados Unidos, y retirarse a la naturaleza “virgen” a meditar se convierte en una tendencia.  

Pero no fue hasta la gran crisis financiera que comenzó en 2007 en Estados Unidos con la caída de Lehman Brothers que los americanos se dieron cuenta de la gran cantidad de deuda que habían acumulado y que ahora no podían pagar, en parte por el cierre de sus negocios o la pérdida de sus trabajos y de sus casas… y también se dieron cuenta de que necesitaban un reset en su vida ultra consumista, de que consumir no solo no les había hecho felices sino que les había hecho dependientes de las cosas, adictos al propio consumo.

Es decir, el minimalismo moderno es una respuesta de algunos individuos a las presiones de las sociedades ultra consumistas y ultra productivistas, a la acumulación de cosas y también de gasto y deudas que se hizo mainstream con la crisis y lo pudimos ver en el auge de las mini casas, del nomadismo digital, de las furgonetas camperizadas… 

Claro, todo esto lo estamos viendo desde la óptica de personas blancas, ricas, con una educación desarrollada… ¿y las sociedades en vías de desarrollo, empobrecidas o que no tienen gran poder adquisitivo? 

Digamos que el minimalismo en estas sociedades no es una opción sino una imposición, y que la sensación de abundancia y riqueza se expresa con la compra de bienes, como podemos ver con el fast fashion o low cost: la pobreza se suple con una sensación de abundancia expresado en poder comprar más cosas, aunque sean más baratas y de mala calidad.

Por no hablar de los impactos recibidos por la publicidad o las redes sociales, que llegan a todas partes del mundo y siguen propugnando esa abundancia consumista que nos proporciona estatus social… y felicidad.

Para ser honesta, el material que he encontrado en redes se resume en “una persona blanca de país rico y sin creencias espirituales tiene una crisis personal y se da cuenta de que el materialismo y consumismo de la sociedad rica en la que vive no le hace feliz  y busca deshacerse de golpe de todas sus cosas a ver si de esa manera se libera de ese materialismo y encuentra la luz que le llevará a la felicidad”

Así nace The Minimalists, todo un proyecto de minimalistas americanos con documental en Netflix, ya cuatro libros publicados, el podcast en el que coherentemente no aceptan publicidad e incluso cursos para declutter tu vida, liderado por dos amigos que sufrieron crisis personales muy grandes y decidieron dejar sus trabajos de seis cifras, es decir, sueldos de más de 100.000 dólares, para empezar a vivir con más propósito. Te dejo un link a su método para hacer tu vida minimalista en 21 días, que puede ser un buen punto de partida pero me parece demasiado radical para poder realizarlo sin volver en poco tiempo a las costumbres de antes… como una dieta de choque, vaya… 

¿No te pasa que te flipa ver estos shows americanos de reformas, los hermanos Scott por ejemplo, pero quedarte con esa sensación de… “esta gente tiene demasiado, quiere demasiado”? Pues a por esa gente van los minimalistas.

En fin, no les estoy criticando a ellos en sí mismos, porque rechazan la publicidad y su mensaje no es vacío, es personal. Lo que me parece digno de notar es que toda esta gente que te está hablando de minimalismo, como yo misma, te lo dice desde el privilegio de una procedencia acomodada, de no haber pasado hambre en tu vida… y muchos también desde la ausencia de espiritualidad en sus vidas, y es que el Dios de la religión se ha sustituido por el Dios dinero. Pero no hablamos de eso hoy.

También se hizo muy famosa la japonesa Marie Kondo, responsable de que doble mis calcetines y los coloque de una manera concreta, y que causado furor global con su método para tirar a la basura todo lo que no te dé alegría, aunque sea una cesta para la ropa.

Y en realidad tiene sentido para una japonesa esa alegría en desprenderte de cosas, porque es precisamente en Japón donde el budismo zen apela al desapego emocional de las posesiones materiales a favor de la búsqueda de felicidad pura y de la atención plena. Aunque Kondo es en realidad una especialista en organización, y el libro del japonés Fumio Sasaki publicado en 2017 con el título “Adiós, cosas: el minimalismo japonés” adquiere una perspectiva más espiritual, con raíces en la cultura japonesa.

Los japoneses valoran por encima de todo la armonía y el orden, y dan prioridad a la calidad sobre la cantidad. Esto lo demuestran también mediante el lenguaje: 

Por ejemplo, “ma” describe el espacio entre objetos, dando valor tanto a lo que existe como lo que no existe; “mottainai” significa “no desperdicies nada”, por lo que alude a los recursos limitados del Planeta y a la relación de respeto y gratitud que debemos adoptar en relación con el medio; o la palabra “danshari”, que se refiere al hecho de mantener el orden físico, mental y emocional. 

Si vas a Japón, notarás un fuerte contraste entre esta filosofía de vida con el consumismo desaforado, con millones de productos listos para la venta, impactos publicitarios por todos lados y envases de plástico de un solo uso hasta el paroxismo.

En Escandinavia, cumbre del minimalismo estético y del calvinismo europeo, existe una palabra sueca, “Dostadning”, que se traduce como “limpieza de muerte”, y no te asustes porque consiste en que las personas mayores se vayan desprendiendo de sus pertenencias excesivas a medida que van envejeciendo para que, cuando fallecen, los familiares no tengan que responsabilizarse de esta acumulación de objetos.

tarjeta: wanderlust conclusiones

Reflexioné mucho sobre esto en la temporada de Wanderlust sobre el nomadismo digital, ya sabéis, es gente que no tiene muchas cosas porque todo deben poder transportarlo en una mochila y un trolley, o deben almacenar sus posesiones en un almacén de alquiler… y no me pareció una vía que resolviera realmente los problemas de nuestras sociedades capitalistas ultra consumistas. 

Primero hay que cambiar nuestra relación con el consumo, que es consumismo en realidad: no consumes, no usas, no disfrutas, sino que compras y luego desechas porque no tienes el tiempo y la energía de consumir realmente, como vimos en el episodio sobre la basura. 

Vivimos en un sistema completamente disfuncional basado en producir todo, de todo, incluso en auto explotarnos, productos que luego hay que vender y consumir y rápidamente tirar para  comprar más, y es que todo se basa en la insatisfacción y el consumismo, en una loca carrera hasta… el consumo total de los recursos planetarios, dejándole a deber a las nuevas generaciones y con un subproducto de tan enormes proporciones como es el calentamiento global debido a las emisiones provocadas por la producción en masa y los residuos que no dejan de crecer.

Si queremos parar esta rueda del hámster, no puede ser un movimiento individual como el minimalismo, aunque inspires a otros. Para recuperar el tiempo y la energía para lograr disfrutar de lo que tenemos necesitamos por ejemplo… jornadas laborales más cortas y no aplicar la lógica despiadada de la productividad a absolutamente todo. De esta forma también podremos disfrutar de lo que tenemos y no son cosas, no es tangible. De nuestro tiempo y la compañía de los otros. De estar al aire libre y usar nuestro propio cuerpo, no solo endurecerlo para luego mostrarlo en redes. Y esto nos lleva al minimalismo aplicado a todos los aspectos de nuestra vida.

Minimalismo emocional y mental

Según el análisis de dos estudios realizados en Estados Unidos en 2021 realizados por académicos que estudian las industrias de la hostelería y el turismo en relación con la sostenibilidad, el minimalismo está relacionado con emociones positivas y una mayor satisfacción con la vida. Aquellos que adoptaron un estilo de vida minimalista en el segundo estudio reportaron niveles más altos de felicidad, autoestima y emociones positivas. También reportaron una reducción en la experiencia de emociones negativas. Estos hallazgos sugieren que el minimalismo puede ser una estrategia efectiva para reducir el estrés y la ansiedad en la vida diaria, que en realidad no se refiere solo a las cosas materiales, sino también puede ser aplicado a nivel psicológico y emocional y al trabajo, la vida social, y el ocio.

A nivel mental o emocional, lo podríamos aplicar a los estímulos que decidimos captar, las personas a las que dedicamos nuestro tiempo y nuestra amistad y que en ocasiones es mejor distanciarse porque no te están haciendo bien, están consumiéndote ellos y ellas a ti – que da para otro podcast -, a la anticipación negativa que deriva en ansiedad por el futuro o los remordimientos sobre el pasado, para proteger nuestra salud mental. Se trata de dejar hueco para sentir y experimentar más desde la escasez.

Sí, puede ayudarnos la meditación, sí, puede ayudarnos el contacto con la Naturaleza y con nuestro propio cuerpo, y sí, puede ayudarnos lo que en nuestras sociedades ultra productivas y ultra estimulantes llamamos aburrimiento, que en realidad es lo contrario a la sobre explotación a la que nos sometemos porque es lo que se considera virtuoso y exitoso.

El minimalismo aplica también a decir NO a ocupaciones que nos distraen de lo verdaderamente importante, a demasiadas relaciones sociales, a veces tóxicas, que nos hacen desatender a las personas centrales en nuestras vidas y a las cuales no dedicamos el tiempo suficiente, a demasiadas distracciones y estímulos como los que nos llegan de redes sociales, medios de comunicación, publicidad, ocio, y a tiempo para nosotras mismas: para el cuidado físico y mental, para la pereza, para el silencio, para el descanso, para la calma entre ocupaciones, al principio y al final del día. Como vimos en el episodio sobre la felicidad, en realidad, necesitamos poco más que estar juntos o estar a gusto.

tarjeta: felicidad

Por otro lado, cuando te das cuenta de que tienes todo lo que necesitas, y eres capaz de romper esa burbuja individualista en la que nos sumerge la cultura consumista… puedes al fin mirar a tu alrededor, y empezar a compartir lo que tienes con otros, que es lo que verdaderamente te puede hacer feliz. 

A menudo se dice que los que más dan son los que menos tienen y puede que sea verdad, y que esta generosidad tenga que ver con la consciencia de que quizá haya quien necesite más lo poco que a ti te sobra… y claro, funciona en sentido contrario con quien más tiene. 

Porque la acumulación de posesiones y riquezas te mete en una espiral de codicia, ansiedad por poseer más que el otro, y desconfianza hacia el resto y sus intenciones para con “tus posesiones” tan duramente ganadas… y es que tener mucho te da también una sensación de tener derecho a esos privilegios, te proporciona una justificación moral en sí misma.

Hay una frase de los minimalistas que me ha llegado, y es que “no posees las cosas si las cosas te poseen a ti”, es decir, si las cosas se convierten en una deuda gigantesca que pagar, como una hipoteca, o en un gran gasto que pagar cada mes, como un coche, o en un trastero atestado de cosas que te ocupan espacio por el que tienes que pagar o simplemente cosas que tienes que meter y organizar en alguna parte… esas cosas están limitando tu vida, más que siendo útiles o enriqueciéndola. Esas cosas inanimadas dictan cómo debes vivir, la cantidad de dinero que debes ganar, que no puedes dejar un trabajo que te hace infeliz, o hacer un viaje largo sin pensar qué vas a hacer con ellas… 

Yo prefiero tener Intangibles, que tangibles. Cultura, conocimientos, idiomas, recuerdos, experiencias. Tus creencias y tu fe, si eres una persona espiritual. Tener que transportar menos cosas te hace más ligera, más libre, estimula tu creatividad.

Al final, las cosas no son nada hasta que les damos una utilidad, un significado y un valor emocional. Tener sólo aquellas cosas que cumplen con uno de estos tres requisitos es lo que les da un valor real y la capacidad de mejorar nuestras vidas. 

Si dejamos todo el resto del espacio físico, mental y emocional libre, podremos sentirnos más ligeras, más libres y seremos capaces de acomodar los cambios, las experiencias y lo nuevo en nuestras vidas. Una vida más simple en lo material, más rica en lo real. La paradoja de poseer menos para vivir más.

Y a ver si yo aplico el minimalismo a los guiones porque madre mía la chapa que te acabo de dar! Te dejo aquí reflexionando, espero que el tiempo que te he tomado prestado haya valido la pena y no haya sido una acumulación vacía, que sino vaya contradicción! Nos vemos la semana que viene, en la que vamos a hablar de cómo la salud del planeta, la de los humanos y la de los animales es una sola. Sí, hablaremos de One Health. Temazo donde los haya, bastante nuevo como disciplina de estudio ambiental y sanitario y del que no se habla todo lo que se tendría qué hablar. Vas a ver que es interesantísimo y no vas a entender cómo no se ha empezado a aplicar antes.

Bibliografia

Papers

Kang, J., Martinez, C. M. J. y Johnson, C. (2021). Minimalism as a sustainable lifestyle: its behavioral representations and contributions to emotional well-being. Sustainable Production and Consumption, 27, 802-813. https://doi.org/10.1016/j.spc.2021.02.001 

Jorge Polo Blanco (2023) John Ruskin. Odiador de la civilización moderna. Escuela Superior Politécnica del Litoral (Ecuador) DOI: 10.24310/Claridadescrf.v15i2.157531 

Artículos

Henry David Thoreau was the original hipster minimalist

https://qz.com/884130/henry-david-thoreau-was-the-original-hipster-minimalist

Beneficios del minimalismo como estilo de vida

El método minimalista de los 21 días

https://www.theminimalists.com/21days

Vídeos

“My Stuff”  Petri Luukkainen  https://www.filmin.es/pelicula/my-stuff 

The minimalists https://www.theminimalists.com/ 

https://www.netflix.com/es/title/81074662

Vídeo:Estilo de vida minimalista, ¡todo un lujo! | ARTE.tv Documentales https://www.youtube.com/watch?v=ipas1RdEXoQ&t=1s 

Podcast: Qué cacao ep.9 Minimalismo&chill https://open.spotify.com/episode/3xeVdc91u5R2ZwCIzgXGIY

LibrosThe more the less, de Joshua Becker https://d-pdf.com/book/5504/read    La historia de este autor resulta muy estimulante para todos aquellos que quieren abrazar el minimalismo y descubrir una vida libre del estrés, la dependencia y la falta de tiempo que provoca vivir vinculado a demasiadas cosas.

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