La realidad: ¿una alucinación de nuestra mente?

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Hola, ¿cómo estás? Yo te cuento, estoy bastante rayada con un tema que salió en el episodio de la semana pasada con Julio Rojas en el que hablábamos de la crisis de la realidad. Es un tema al que ya venía dando vueltas desde hace tiempo: lo que percibimos del mundo y lo que los demás perciben del mundo y de nosotros, la disonancia entre lo que somos y lo que otros piensan que somos y hacemos, cómo un hecho objetivo se percibe de forma diferente en distintas personas… en definitiva si existe una realidad común a todos o si lo que creemos que es la realidad es en verdad un puzle donde las realidades que unos y otras construimos en nuestra cabeza por medio de nuestras percepciones se encajan a veces, otras se superponen y crean extrañas amalgamas, o directamente entran en conflicto, como podemos ver con la política, o, más a la mano, con las relaciones de pareja.

Hola, soy Paula Martín, periodista y antropóloga y en este nuevo episodio de “¿Cómo hemos llegado hasta aquí?”, el segundo en solitario, voy a hacer una pequeña reflexión, lo más sencilla posible, para que la entienda yo misma, sobre cómo nuestra percepción sensorial y experiencial delimita y configura nuestra idea del mundo, sobre la crisis de la realidad que estamos viviendo, y si te quedas hasta el final, descubrirás por qué estoy hablando de este tema en un podcast en el que hablamos del Antropoceno, es decir, qué narices tiene que ver esto de nuestra percepción de la realidad con el cambio climático.

¿Sabes esa gente que tiene cara de borde, una cara súper seria, como de enfadada o de que sería capaz de lanzarse a la yugular si dices algo que le toques las narices… pero luego son buena gente? Se llama resting bitch face, la traducción sería cara de zorra que descansa, porque es su cara “normal”, y a la gente que le dicen que tiene esa expresión, que vete tú a saber por qué, pues son mujeres en su mayoría – por eso de bitch  -, se la percibe como eso: súper borde, que está esperando a que cometas un error para buscarte la ruina, de poco fiar etc etc. Y luego está el psicópata John Wayne Gacy, que se disfrazaba de payaso para hacer reír a los niños, hacía obras sociales y era un encanto en su comunidad… y de repente le descubren 33 niños enterrados en su sótano. Lo típico de que siempre saludaba, un buen chico con una amplia sonrisa y esas cosas.

Bueno, estos son ejemplos muy simples sobre cómo nuestra imagen de otras personas es tan susceptible de ser modelada por nuestros prejuicios, por construcciones que elaboramos en nuestra mente a partir de experiencias pasadas, por algo muy primario como es la intuición, que está directamente conectada con la sensación de peligro… y por supuesto por nuestros sentidos, y en el caso de los seres humanos, el sentido que predomina sobre cualquier otro es la vista. Entonces, si ves a alguien mal encarao, pues te imaginas lo peor y actúas en consecuencia. Para desgracia de los mal encaraos de buen corazón.

A este escenario ya de por sí suficientemente confuso desde hace algunos unos años añadimos unos videojuegos cada vez más realistas, nuestra sobreexposición en redes sociales y la imagen de nosotros mismos que damos en ellas, mención aparte a los filtros de las fotos… y para rematar la jugada de la complejidad, ahora añadimos los deep fakes y todas las posibilidades de clonación digital que ofrece la Inteligencia Artificial… ¿cómo te quedas?

https://youtu.be/W18S4Z5oNCo

¿Qué es lo que sabemos del mundo realmente?

Voy a  empezar por el principio, que está en la percepción que tenemos del mundo real como animalitos que somos que perciben con sus sentidos. 

Ernst Poppel, psicólogo y neurocientífico alemán, escribe en «Los límites de la conciencia” algo así como que “La realidad que construimos, generada por nuestras propias categorías de la percepción como por ejemplo los colores, los tamaños… no es más que una confirmación de nuestros prejuicios. Somos solo receptivos a conjuntos de estímulos muy concretos, lo cual significa que nuestros juicios sobre el mundo, fundados en nuestra captación sensorial, son automáticamente pre-juicios.  […] Nuestra experiencia del mundo carece de libertad, pues se basa en una valoración limitada de la naturaleza, que además está llena de prejuicios. Pero nada podemos hacer contra la limitación de nuestro campo de visión y contra nuestros prejuicios, pues determinan necesariamente la forma de nuestra experiencia del mundo. Es un sentido innato de supervivencia, la que sirve a nuestra propia especie y la que hemos ido aprendiendo a través de nuestras experiencias. Lo que experimentamos como realidad es solo la realidad de homo sapiens”.

Esto de que obtenemos la información necesaria para asegurar nuestra supervivencia es algo que también dice el profesor británico de Neurociencia Cognitiva y Computacional Anil Seth. Su definición de consciencia es «una alucinación controlada», que quiere decir que la forma en que experimentamos la realidad, nuestra realidad, es la interpretación que nuestro cerebro hace de los estímulos del exterior. Nuestro alrededor es real. Las cosas son reales. Nuestra consciencia es real. Pero la consciencia no permite ver la realidad tal como es, sino tal como somos nosotros. Y lo que hace la consciencia es recopilar, organizar y combinar un montón de información, por ejemplo mediante los cinco sentidos para generar unos comportamientos que van a permitirnos seguir vivos.

Y para seguir vivos a veces hace falta poner los ojos en la carretera en una noche de lluvia al volante, o centrar tu atención en alguien que te persigue y piensas que quiere hacerte algo malo, y esto te hace no registrar ciertos estímulos, en lo que se llama la ceguera por falta de atención, una atención que es selectiva.

Los magos son expertos en manejar la ceguera por falta de atención para hacer sus trucos. Muchas de sus ilusiones se basan en esa deficiencia cognitiva. Logran que el público enfoque su atención a un punto, mientras que ellos llevan a cabo su truco en segundo plano. Una de las razones por las que funciona la magia es porque nos relacionamos con el mundo de una manera mucho más irracional de lo que pensamos. Creemos que somos conscientes de todo, cuando no es así. Sobre todo cuando nuestra atención está en un punto, procesamos información relevante mientras suprimimos la irrelevante que puede aparecer simultáneamente en el campo visual aunque no la puedas ignorar, como fijarse en un gatito que justo cruza la carretera.

Y por encima de todo necesitamos saber cosas, darle un sentido a todo, nuestra mente no soporta la incertidumbre ni la contradicción. Para ello hemos desarrollado la ciencia, que aunque sea parcial, limitada y también impregnada de prejuicios como vimos con cómo se ha ignorado el papel de las mujeres en cualquier sector social, político e histórico, aumenta nuestra comprensión del mundo. Peeeero seguimos confiando más en nuestros pálpitos, nuestras emociones, en lo que nos dice el estómago, en lo que se ha llamado la debilidad humana fundamental.

Si nos faltan piezas en el puzzle de la realidad, nuestra imaginación se echa a volar y construye una explicación que funcione en nuestro intelecto, que a veces resulta en teorías conspirativas por ejemplo. Si se produce una contradicción en nuestro sistema de creencias y valores, una disonancia cognitiva, es vital que la resolvamos. Antes que decir ‘no lo sé’ y quedarte tan ancha, te inventas una religión, unos mitos y leyendas, por muy absurdos que parezcan… y esto lo hemos hecho en todas las civilizaciones y culturas.

En la actualidad, el bombardeo constante de noticias y estímulos de todo tipo, por medio de las redes sociales, los medios de comunicación, la publicidad… nos hace procesar todos estos impactos de la misma manera porque todos nos invaden como algo urgente, excitante, que no podemos perdernos. La información veraz e importante se procesa al mismo nivel que las fake news, la publicidad y el entretenimiento, y cada vez hay menos tiempo y espacio mental para hacer fact-checking, para contrastar, para leer, pensar y digerir… así, cada vez nos guiamos más por impresiones y emociones, y menos por datos e informaciones veraces. Y además lo hacemos para tomar decisiones cruciales, que en última instancia afectan el bienestar y el futuro de nuestra especie en el corto y a largo plazo… hacemos planes para mañana, no pensamos en el futuro.

Esto se ve perfectamente en el marketing y en la política, que ha sabido incorporar ese neuromarketing y marketing emocional a su comunicación – y de hecho hay muchas propuestas, figuras políticas e incluso partidos enteros que son puro artificio, que te venden humo o lo contrario de lo que en realidad tienen intención de hacer, pero y lo bien que te lo venden apelando a tus emociones más primarias como por ejemplo el miedo?

Y todo este tema del marketing, la política, las relaciones públicas… ¿a dónde nos llevan? Exacto, a la percepción que los otros tienen de nosotras.

Cría fama y échate a dormir

Es un dicho que suelo decir, se me nota la raíz castellana, y es que tiene toda la razón! Lo sabemos todos los españoles que salimos al mundo y notamos esa desconfianza hacia nuestro rendimiento en el trabajo, porque claro, como nos gusta echarnos la siesta y tenemos la productividad nacional por los suelos… por no hablar de la leyenda negra de país oscurantista y atrasado que bueno, en fin, ya hablaremos en un episodio futuro que va a levantar más de una ampolla… 

No hay nada como echar por tierra la imagen o la reputación de alguien (incluso cuando hablamos de un país o un imperio entero) para acabar por completo con esa persona o institución, porque somos seres sociales y nuestra relación con los otros lo es todo. Sin una buena imagen de cara al resto de la sociedad… somos un cadáver social andante. Y esto se traslada también al ámbito laboral, porque una empresa o un sector económico es como un pueblo pequeño, 

y como hablábamos Beatriz Serrano y yo en el episodio sobre el trabajo, los vendehumos, trepas, psicópatas integrados, arribistas y demás pajarracos son especies laborales a las que les va genial tal y como está montado el negocio. Seguro que te ha pasado a ti que estás al otro lado y tienes más de una anécdota bastante desagradable que compartir. A los que nos gusta nuestro trabajo y hacerlo bien más que ganarnos al jefe (por decirlo suavemente) y darnos importancia, de hecho, nos suele ir bastante peor… porque, como dijo Julio César, “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino que también debe parecerlo”. A veces, parece mucho más importante la imagen que proyectas en los otros y el mensaje y el relato que propagas entre los demás, que la realidad misma… porque la batalla por el relato lo es todo, y gana quien consigue imponer su versión de la historia.

El ejemplo más claro de todo esto lo tenemos en las redes sociales, obviamente, un mundo donde se vive literalmente de cara a la galería y que está provocando gravísimos problemas de salud mental porque es casi imposible entrar un rato a mirar vídeos de gatitos y no acabar comparándote con la vida de Chiara Ferragni o el cuerpazo de Emily Ratajkowski. Por mucho que sepas que es todo un mundo de filtros y retoques, tanto de Photoshop como de cirugía estética. Por mucho que vuestros cuerpos, vuestras familias, vuestros mundos no tengan nada en absoluto que ver los unos con los otros… y por tanto la comparación sea absurda. Ellas y su vida perfecta están ahí, en tu mano, y tú estás en chándal en tu sofá. ¡No es justo!

Incluso los y las propias influencers sufren por estas comparaciones, por esa necesidad de aprobación social, por esa imagen que proyectan al mundo y que, por supuesto, no existe. ¡Ese sí que es un mundo simulado! De hecho, por muy auténtica y muy tú que seas en redes, siempre existe ese puntito de necesitar la aprobación del resto, y es muy fácil empezar cediendo pequeñas parcelas de tu personalidad, de tu autenticidad, de tu verdad para lograr convencer a más gente de que merece la pena seguirte y likearte… y acabar viviendo de cara a la galería y de espaldas hacia ti misma y tu propósito. Y lo digo yo, que estoy en redes y obviamente me interesa saber si hay alguien al otro lado, si lo estoy haciendo bien y la aprobación de la audiencia me anima o su silencio o críticas me fuerzan a tirar por otro lado… porque sí, la línea que separa el ánimo de seguir mejorando y modular tus decisiones para no caer en la arrogancia, de buscar la aprobación a todo coste es muy fina y se difumina… y más cuando tratas como en mi caso de hablar de cosas que conoces, o en las que estás siguiendo un camino de aprendizaje y divulgación de lo que vas construyendo…

De hecho, existen dos fenómenos sobre la auto consciencia en torno al propio conocimiento que me traen bastante de cabeza:

El efecto Dunning-Kruger es el hecho de que muchas personas no sean capaces de hacer una lectura realista de sus aptitudes y capacidades, sea en positivo o en negativo. Como resultado,  creen que sus virtudes son capacidades que posee todo el mundo o, en su contrario, que sus talentos son cualidades excepcionales que no posee nadie más. Esto te lleva a tomar decisiones equivocadas… o a no sentir suficiente reconocimiento por parte de los demás y sufrir frustración o decepción. ¿Y a qué se debe la aparición de este efecto? Pues a la abundancia de desinformación que se crea en las redes sociales.

Por otro lado está el síndrome de la impostora, y lo digo en femenino porque yo lo sufro, y porque son en gran medida las mujeres las que sufrimos este sentimiento de que en algún momento “nos van a pillar”, que alguien “nos va a desenmascarar”, se va a dar cuenta de que no tenemos los suficientes conocimientos para estar en determinado puesto de trabajo, si hablamos del entorno donde más se da este fenómeno… que no tenemos la autoridad para desempeñar un trabajo o ser expertas en algo. Por desgracia, lo sufrimos mayoritariamente las mujeres porque siempre se nos ha expulsado de todos los ámbitos de influencia: el académico, el político, el científico, el empresarial… y ahora que estamos conquistando puestos de poder e influencia, seguimos arrastrando esa inseguridad terrible respecto de nuestra propia competencia.

En cierta manera se parece al baño de humildad de que, cuanto más conocimiento tienes, cuanto más sabia eres, más te das cuenta de eso que decía Sócrates: “Sólo sé que no sé nada”

¿Vivimos en un simulacro?

Aquí no me voy a detener mucho, que ya hablé con el autor de ciencia ficción Julio Rojas en el anterior episodio de este tema y no necesita ni un perejil más…

Pero vamos, más que un simulacro, parece que vivimos en una distopía, en una historia de ciencia ficción que se ha hecho realidad y que ya no tiene ni puta gracia: el calentamiento global, los riesgos de la inteligencia artificial para el propio ser humano, la amenaza de una guerra nuclear… ¿podemos por favor salir ya de la peli o del videojuego de realidad aumentada, y volver a nuestra plácida existencia en el Holoceno?

Parece ser que NO, que los acontecimientos se precipitan y somos los protagonistas de una tragicomedia coral en un escenario apocalíptico… ¿no te pasa que a veces parece todo tan absurdo, como que nos viene tan grande… que te dan ganas de meterte debajo del edredón y salir cuando todo haya pasado? Sip, se llama eco ansiedad. Pero no nos volvamos hikikomoris todavía, que tenemos tarea y todo esto que llevamos hablado me lleva como siempre hago a arrimar el ascua a mi sardina…

¿Somos realmente conscientes de lo que supone para nuestra propia realidad el calentamiento global?

Te preguntarás qué tiene todo esto que ver con el tema del calentamiento global. Bueno,  nuestra percepción funciona a unos niveles muy epidérmicos, muy superficiales, no somos capaces de sentir grandes cambios, los profundos, que se desarrollan lentamente y que tienen un impacto permanente sobre el mundo que conocemos. Somos como la rana de la fábula, estamos en el fondo de una olla con agua que ha sido puesta a fuego lento. Ahora mismo estamos empezando a percibir que el agua se está calentando más de lo normal – y esto no es solo una metáfora, el agua del mar, la temperatura del planeta es ya más de un grado mayor -, pero este fuego ya lleva encendido muchas décadas. Para cuando queramos ser como la rana de la fábula y saltar de la olla porque el agua está demasiado caliente, ya nos habremos achicharrado.

Pero claro, es muy difícil que todos nos pongamos de acuerdo sobre algo tan cierto y tan grave pero que no sentimos como un peligro tan inminente y urgente hasta que nos quedamos sin agua para beber o se dan incendios de una fuerza nunca vista, o hay inundaciones por lluvias torrenciales que no se daban antes… y aún así, año tras año parecemos encontrarle alguna otra explicación, o simplemente lo normalizamos, y decidimos que habrá que hacerse a que el tiempo esté un poco loco y ya está.

De hecho, un estudio de la iniciativa Red Ciencia Ciudadana y Cambio Climático de 2019 desvelaba que,aunque el cambio climático se considera el primer problema a escala mundial, no lo es para la población española a escala local. Para un 43% de las personas encuestadas, el problema que ocupaba el primer puesto era la corrupción y mala gestión. Además, a pesar del aumento de información y concienciación sobre el cambio climático, persisten falsas creencias o falsos conocimientos como que el cambio climático es una consecuencia del agujero en la capa de ozono.

La «paradoja psicológica del cambio climático» ha sido definida por el fundador del Centro BI por la Sostenibilidad y la Energía Per Espen Stoknes como “La creciente discrepancia entre el aumento de certidumbre científica sobre la interferencia del ser humano en el sistema climático y el descenso en la preocupación y el apoyo público a políticas ambientales ambiciosas y efectivas.” ¿Y a qué se debe que la gente, a pesar de todas las evidencias probadas y sufridas en su vida diaria de que el calentamiento global es una realidad que se nos está echando encima, siga manteniendo unos estilos de vida y unos hábitos de consumo que van en contra de todo lo que nos dicen los científicos y ecologistas que deberíamos hacer para evitar lo peor de la emergencia climática?

Pues se debe a que las personas construyen barreras y autoengaños para seguir con su vida como si nada, haciendo oídos sordos como si la cosa no fuera con ellos, según afirman Cristina Huertas y  José Antonio Corraliza, que analizan la comunicación sobre sobre el cambio climático y concluyen que “se requieren políticas públicas y actitudes personales innovadoras que reflejen el compromiso por una mayor justicia ambiental en el presente y con las generaciones futuras. Para ello, resulta ineludible cambiar las aspiraciones de las personas y promover modelos de pensamiento críticos e innovadores sobre la vida humana y la relación de la vida humana con otras formas de vida del planeta.”

Esto nos lleva, finalmente, a cuestionar nuestra percepción de la realidad, a tomar distancia y observarla desde fuera. A intentar ponernos en la piel del otro, incluso de otras especies, a empatizar y observar las cosas desde su óptica, desde sus necesidades y experiencias. De esta manera podemos, en lugar de separarnos en nuestra propia atalaya inexpugnable donde el mundo está a favor o en contra de nosotros, interrelacionarnos y fundir las ideas del mundo que unos y otros tengamos para buscar la imagen del mundo, la interpretación de la realidad, más acorde a lo verdaderamente real. Y, de esta manera, quizá, poder encontrar un camino para todos en una nueva realidad en la que todos tengamos cabida.

Bien, lo dejo aquí y espero que te haya resultado interesante y espero que también entretenido, por favor no dudes en dejarme tus comentarios y sugerencias que tanto me interesan a mí para seguir mejorando este podcast, y si puedes mostrar un poco de amor a este episodio y al proyecto en general, en redes, en la plataforma donde escuches o mires este trabajo, pues te lo agradezco mucho. Nos vemos y escuchamos la semana que viene con un nuevo temazo que te va a dejar enganchadita perdida!

Bibliografía

libros

“Los límites de la conciencia. Realidad y percepción humana”(Ernst Poppel)

Chabris, C. F., Simons, D. J.,; Ferrari, G. (2011). El gorila invisible: y otras maneras en las que nuestra intuición nos engaña. Siglo Veintiuno Editores Argentina.

papers/informes

Huertas, Cristina, Corraliza, José Antonio (2016) Resistencias psicológicas en la percepción del cambio climático. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global Nº 136 2016/17, pp. 107-119 https://www.divulgameteo.es/fotos/lecturas/Resistencias-psicol%C3%B3gicas-percepci%C3%B3n-CC.pdf 

Investigación social sobre la percepción del cambio climático en España https://red4c.es/wp-content/uploads/2020/03/percepcionCC_red4C.pdf 

Ballesteros, S. (2014). La atención selectiva modula el procesamiento de la información y la memoria

implícita [Selective attention modulates information processing and implicit memory]. Acción Psicológica, 11(1), 7-20. http://dx.doi.org/10.5944/ap.1.1.13788 

artículos

Anil Seth: «La realidad es una alucinación controlada» https://lab.cccb.org/es/anil-seth-la-realidad-es-una-alucinacion-controlada/ 

Anil Seth, neurocientífico: “La noción de alma quizá ya no es útil”

https://elpais.com/salud-y-bienestar/2023-04-27/anil-seth-neurocientifico-la-nocion-de-alma-quiza-ya-no-es-util.html

The Fundamental Human Flaw https://medium.com/swlh/the-fundamental-human-flaw-10b47fcd0106 

podcast

Entiende tu mente – “Cómo manejar la percepción que tienen los demás de nosotros”

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